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Historias de mujeres que facturan: Emprender en la adversidad

Empresarias le cuentan a EXTRA cómo llevaron adelante sus negocios pese a la discriminación, la muerte de quienes amaban, la depresión y el qué dirán

Mujeres que facturan
Ellas han llevado adelante a sus negocios en medio de una sociedad que las ha considerado durante siglos ‘el sexo débil’.Adrián Contreras - Cortesía

Andrea, Mariela, Melba, Johanna, Stheffany y Gabriela tienen muchas cosas en común. Estas mujeres, que residen en diferentes ciudades del Ecuador, han llevado adelante a sus negocios en medio de una sociedad que las ha considerado durante siglos ‘el sexo débil’ y en medio de un montón de adversidades.

Muchas se toparon con la ‘muerte’ de frente y todas pensaron al menos una vez rendirse. EXTRA salió en busca de estas emprendedoras que destacan en diferentes áreas comerciales para conocer cómo fue su camino al éxito. Aquí sus historias.

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JOHANNA YCAZA, DE UNA CASA DE LONA A LO MÁS ALTO DE LOS CEIBOS

Todo es impecable. Las sillas de peluquería, que se ubican sobre la derecha del Nelly Concept Peluquería, están colocadas una al lado de la otra casi a la perfección. Frente a ellas, los sillones de lavado de cabello y junto a estos, el espacio para uñas de manos y pies. Todo brilla y está bien iluminado.

Quien llega a este centro de belleza, que se encuentra en Los Ceibos, al norte de Guayaquil, y ve todo lo que ha colocado ahí Johanna Ycaza para darle comodidad a sus clientes, nunca se imaginaría que ella le dio vida a ese sueño con apenas 25 dólares en sus bolsillos.

Su historia comienza 10 años atrás y a 2.929 kilómetros de ahí. En Caracas, Venezuela. Johanna era maestra de música y pese a que nunca imaginó que un día incursionaría en el mundo de la belleza, cubrir sus gastos y los pagos tardíos de su gestión cómo empleada del gobierno, la orillaron a tomar cursos y especializarse para potenciar la belleza de otras mujeres. Empezó depilando cejas y lavando cabello.

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Johanna fue víctima de xenofobia en Colombia, por lo que aprendió a disfrazar el acento de su voz./ Adrián Contreras

Cuando la crisis en su país empeoró y descubrió que sus ahorros se habían vuelto nada, con la inflación, decidió partir a la tierra de su madre, Ecuador. En bus, el trayecto le hubiera tomado 10 días, pero para Johanna se volvió un viaje de casi 9 meses y el inicio de la construcción de la mujer que es hoy.

Primero paró en Colombia, país vecino. Allí esperó juntar un poco más de dinero para su llegada a tierras ecuatorianas, pero no fue tan sencillo. Pese a que ya tenía mucha experiencia como estilista no la contrataban por su ciudadanía. “Fui víctima de xenofobia. A las mujeres en Bogotá no les gustaba lidiar con venezolanas, hasta el punto de que no dejaban que les tocaran el cabello”, expresa Ycaza, con un tono apagado, casi nostálgico.

Ese rechazo le cerró muchas puertas, hasta el punto de que un día se vio viviendo en una casa de lona y con hambre. “Una vez, estuve tres días sin comer. Un hombre tocó mi puerta y me ofreció pescados. Las tripas me sonaban y no me iba a negar”, cuenta. Pese a ese momento de angustia, no se rindió. Aprendió a disfrazar el acento de su voz y luego de reunir dinero llegó a Ecuador.

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Su primer ‘camello’ fue en Samborondón, provincia del Guayas. En este, en cambio, empezó lavando cabello para la dueña de un spa. Esta vez, su aspecto juvenil fue un problema. Las clientas la veían ‘pelada’ y se negaban a ser atendidas por temor a inexperiencia. Ella, radical, se cortó el cabello, con el fin de verse más adulta y empezar a ‘tocar’ cabellos.

Una oferta le llegó de repente: ser la estilista, desde cero, de una peluquería por abrir en Los Ceibos. La aceptó, con miedo. “Me tocó volantear para atraer clientes”, confiesa, “pero hasta la actualidad tengo clientas que me conocieron volanteando”, continúa Ycaza. En los dos años que estuvo en ese espacio construyó a la base de su actual clientela. Al cierre de este periodo la oportunidad de algo más independiente la toma por sorpresa, sin imaginar que en solo meses, al inicio del 2020, la pandemia por el COVID-19, ‘encerraría’ a todos en casa.

“Para mí, la época de pandemia fue muy difícil. Muchos negocios tuvieron la oportunidad de reinventarse, pero no pasaba en mi caso. No podías, a través de una computadora, tocar el cabello y muchas veces entré en desesperación”, recuerda Johanna.

La ‘chama’ superó los primeros meses de confinamiento a ‘punta’ de venta de productos e ingenio. Ycaza recuerda haberse organizado con taxistas durante los días que se regulaba la movilidad en la ciudad para poder llegar hasta las casas de sus clientas y devolverle a ellas un poco de alegría en medio de momentos tan difíciles.

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Ycaza bautizó a su emprendimiento con en nombre de su madre, Nelly/Adrián Contreras

Con la relajación de las medidas por el coronavirus, la demanda empezó a crecer y la estilista vio la necesidad de abrir un espacio al que su clientela pudiera llegar. Espacio que también era casa y a la que llegó con ayuda de unos conocidos. Así nació Majestik, el primer salón de belleza de la caraqueña, en Los Ceibos.

A este lugar, que también era su casa y que llevó el nombre de una panadería de su país natal, trajo a su familia desde Venezuela. Allí estuvo por un lapso de dos años, hasta el 2022, pero una tragedia no solo le cambió la vida, sino que también por poco le pone fin a su sueño…

“Mi madre parte (muere) en septiembre de 2022. Y a raíz de eso, como era mi trabajo y también era mi hogar, yo ya no quería seguir ahí”, dice entre lágrimas. Que Nelly Ycaza, su progenitora, haya fallecido hizo que Johi, como le dicen sus clientas, descuidara mucho su emprendimiento. “Emocionalmente estaba destruida. Me sentí tan estancada hasta el punto de que eso se evidenció en el negocio”, asegura.

Pero “la vida sigue, nada se detiene por ti, todo pasa”, sostiene. Johanna se refugió en Dios y con el fin de alejarse de los recuerdos que le traían nostalgia, inició la búsqueda que dio con el local donde está actualmente su spa. En el cuarto piso del condominio ‘100 Olivos Parc’, en la misma ciudadela, en el norte de la ciudad, nació Nelly Concept.

“Este spa representa la virtudes de mi madre. Su calidez, su carisma, su dedicación. Tratamos de hacer sentir cómodos y como en casa a quien requiere de nuestros servicios”, explica Ycaza. La venezolana de 31 años reconoce que lo que ha vivido ha forjado a la mujer que hoy es, que no lo hizo sola y que nunca hubiera llegado lejos sin ayuda de su cercanos y sus fieles clientes.

Johi no se olvida de su don de enseñar, por lo que sus aspiraciones actuales son las de seguir capacitando a personas para que lleven adelante sus sueños

Cuando le preguntas qué le diría a una mujer que hoy se sienta derrotada asegura: “Tienes que entender que hay cosas que nosotras podemos hacer, pero sobre las cosas que no podemos, de eso no te preocupes, eso déjaselo a Dios”.

MARIELA ZAMBRANO, LA JEFA QUE EMPEZÓ SIENDO EMPLEADA DOMÉSTICA

Alta, de tez morena, cabello crespo y sonrisa amplia: así es Mariela Zambrano. Frente a su celular, pareciera que domina la tecnología a la perfección. En su rostro, las líneas de la edad que se marcan al costado de sus ojos no solo ‘flamean’ sus 53 años, sino que también son guardianas de su historia de lucha y perseverancia y del amor que le ha puesto al negocio que administra por más de 30 años, el Sabor típico manabita…

Solo tenía 16 años cuando dejó su natal Chone, en la provincia de Manabí. En 1986, cuenta, era muy común que las personas de las ciudades grandes como Guayaquil o Quito llegaran hasta sus localidades en busca de muchachos jóvenes para las tareas en sus hogares y empresas. 

Marielita, como también le dicen de cariño, siempre soñó con migrar para estudiar una carrera y ser banquera. Anhelaba sostener a su familia, así que un día, pese a la negación de su madre, tomó una oportunidad y partió. Allí no solo dejó a su mamá, sino también a sus 13 hermanos.

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Mariela Zamabrano ha estado a caro del Sabor típico manabita desde hace más de 30 años.../Adrián Contreras

Una vez en Guayaquil inició su vida laboral como empleada doméstica. En las mañanas seguía estudiando en el colegio y en las noches atendía el negocio de la familia que la acogió como a una hija; un restaurante de comida típica en el que vendía moros con menestra en la quinta etapa de la ciudadela Alborada. Por cosas de la vida, en ese mismo local, cocinando y aportando con su sazón, halló a su gran amor y actual esposo, Demetrio Carrasco.

Con el pasar del tiempo y producto de este encuentro nació el primer de sus tres hijos, Diego. Que la familia tuviera su propio espacio motivó a Mariela y su esposo a buscar un lugar para vivir. en Bastión Popular, pero sus jefes, que eran sus “compadres” también, les “prohibieron” ese radical cambio, por lo que les ofrecieron el negocio entero, que ya se había mudado a Sauces VIII, a su entera disposición con una consigna: “ustedes lo hunden o lo levantan”.

“¿Qué vamos a hacer, si nosotros no sabemos nada?”, se cuestionó Mariela en más de una ocasión. Aunque no pudo terminar la secundaria, ni cumplir su sueño de ser banquera, Zambrano siempre supo que los números eran lo suyo. Reconoce que tenía el don de “hacer estirar los sucres” y negociar, pero no se sentía capaz de mantener el negocio.

En ese ‘mar’ de dudas, nació el Sabor típico manabita. Hoy, 31 años desde que ella tomara las riendas de ese negocio, acepta que el camino no fue fácil, pero que la motivación siempre fue la misma: “sacar adelante a la familia”.

Con el Sabor típico manabita, en donde se vende comida tradicional ecuatoriana, logró educar a su familia y construir su hogar a solo metros de donde se ubica su negocio. Ya no solo eran tres, a los Carrasco Zambrano se sumaron Demetrio y Diego. Sin embargo, hubo una ocasión en la que quiso dejar de perseverar. En abril del 2016, un terremoto con epicentro en Pedernales, en la provincia de Manabí, golpeó al país. “Cuando fue el sismo hubo días en los que le decía a mi Demetrio que quería cerrar. La situación se puso difícil, sentimos tanto el golpe de la baja de clientes que creímos que era el fin de nuestro negocio”, afirmó con voz triste.

Pero cuando sintió que todo estaba perdido, una oportunidad ‘tocó’ sus puertas, la feria Raíces. “Nos invitaron a participar en la primera edición, sin imaginar que con nuestra tonga (plato típico de Manabí en base a moro, seco de gallina y maní) ganaríamos el segundo lugar de la feria”, cuenta emocionada. En esa ocasión vendieron todo y sintieron que fue una plataforma para levantar otra vez su local.

Cuando la pandemia por el covid-19 golpeó a la ciudad, la manabita sostiene que el virus se convirtió en una oportunidad para potenciarse. Donde muchos vieron un peligro, ella vio la oportunidad de llevar los sabores que ofrece a plataformas digitales.

La esencia de este restaurante no ha cambiado: Demetrio cocina, Mariela lleva las cuentas. Sobre cómo han llevado ellos esta relación, asegura, que ha visto en su pareja cualidades de las que ella carece. “Yo sí cocino, pero no es mi fuerte, es el fuerte de él. Así como que lo que mejor hago, es hacer negocios”, dice entre risas. Además, Zambrano nunca sintió que ser mujer fuera un limitante, más bien, fue una virtud. “Las mujeres tenemos dones. Se nos da la palabra, tenemos instinto, vemos más allá”, sentencia.

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Ella cree que el secreto del éxito de cualquier emprendedor es que haga lo que ama. Y para aquellas mujeres que piensan en algún momento darle fruto a un negocio que no se nieguen a pedir ayuda. “No es mentira que todo lo podemos, pero solo no siempre. Si no alguien no te da la mano, al menos, refúgiate en lo que creas”, agrega.

Zambrano ahora piensa en la expansión de su restaurante, pero lo visualiza con mesura, no quiere que los ‘vacunadores’ la visiten. Confía que las sucursales llegarán bajo la administración de sus retoños. Sobre cuándo descansar, dice: “creo que trabajaré hasta el día en que muera”.

ANDREA CABRERA, LA MAESTRA ZAPATERA QUE RENUNCIÓ A LA ESTABILIDAD POR SUS SUEÑOS

En camino de lastre, sobre la vía que une al cantón Milagro con Naranjito, en la provincia del Guayas, Andrea Cabreara pone a ‘andar’ a diario su más grande sueño. En un pequeño taller de paredes blancas, ella diseña, confecciona y arma zapatos bajo pedidos.

La guayaquileña, de 31 años de edad, siempre sintió una amor especial por los calzados. Sin embargo, nunca pensó que un día viviría de estos. Incluso, en la universidad, estudió Ingeniería Comercial, con miras a trabajar en una gran organización, meta que logró, pero que tuvo al 2019 como año de caducidad.

Gracias a su empleo, Andrea empezó a ahorrar y había montado, un año antes de emprender, su estudio. Un día, mientras ‘camellaba’ en relación de dependencia para un tecnicentro y después de varios cursos de confección de zapatos, Cabrera decidió renunciar para dedicarse a lo que siempre quiso. Dejó, lo que ella consideraba su “estabilidad”, por lo que ella bautizó como MARA, su marca de calzados.

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Andrea Cabrera decidió renunciar para dedicarse a lo que siempre quiso./Adrián Contreras

Esta línea de zapatos, exclusiva para damas, ofrece a sus clientes el armado de zapatos con mano de obra ecuatoriana bajo pedidos que se toman a través de plataformas digitales. Es la misma propietaria, Andrea, quien atiende de forma personalizada cada solicitud.

Para montar su emprendimiento, Andrea contó con el respaldo de su esposo y la familia de ambos. Y este apoyo fue trascendental, pues solo meses después de lanzar su línea, en marzo de 2020, la pandemia por el covid-19 obligó a que se tomaran restricciones de movilidad, lo que hizo que no pudiera hacer más envíos de sus productos.

“Cuando eres emprendedor tienes que generar la venta suficiente para cubrir tus gastos, no es lo mismo que cuando trabajas para una empresa”, señala, como uno de sus grandes retos. Pero el coronavirus, que la ‘apretó’ económicamente, también la motivó a seguirse capacitando, por lo que decidió tomar cursos en línea mientras esperaba a que se reactivara su mercado.

Cabrera asegura que pensó en rendirse más de una vez durante los cuatro años que ha estado a cargo de MARA. Una de esas ocasiones, la que más la marca, fue aquella vez en la que un colega se negó a seguir ofreciéndole sus servicios para el armado de patrones (dibujo de las partes del calzado que luego se corta sobre la tela). “No puede dejarme sola. Yo abandoné todo por esto”, recuerda Andrea.

Sin embargo, en esta negación Cabrera halló la motivación para no ‘naufragar’. “Me dije, luego de aceptar un pedido, Andrea tú puedes. Así que armé el zapato por completo y seguí con mi emprendimiento”, asegura.

Pero en su camino al éxito, Andrea se ha topado con más trabas y varias de estas tienen que ver con su sexo. “Ser mujer y hacer lo que hago sí fue un reto para mí, porque esta es una profesión de hombres. Te topas todo el tiempo con maestros, en su mayoría hombres, que dudan de que siendo mujer, hayas logrado hacer un par”, expresa.

Hoy, esta mujer ha llevado su línea de calzado hasta locales en la ciudad de Samborondón, en Guayas. Además ya piensa en sumar nuevos productos a su línea, como zapatos deportivos y calzados para niñas. Sobre poner una tienda física, no es una probabilidad que descarta, pero que no la ve próxima por sus roles de empresaria, esposa y mamá.

Andrea Cabrera cree que el éxito de las mujeres en el mercado laboral radica en lo detallistas que pueden ser. “Que no te digan que no puedes. Si él puede, yo puedo. Nunca te sientas menos capaz por ser mujer”.

MELBA FALCÓN: POSTRES SALUDABLES, RECUERDOS Y LUCIDEZ

Cuando ingresas al local, una serie de olores te ‘abrazan’. Con solo dar unos pasos dentro saltan las dudas de si un cafecito, o un té o un postre. Pero comer ahí también simboliza dejar los miedos afuera. Y es que todo lo que se ofrece en la cafetería Mamita Sonia, ubicada en la ciudad de Milagro, en la provincia del Guayas, se concibe con alternativas saludables.

Melba Falcón, quien lidera este lugar y prepara lo que ahí se ofrece, cuenta que su emprendimiento no solo evoca a dulces sabores, sino también a dulces recuerdos.

Como ella dice, su negocio no empezó en el 2022, empezó hace tres décadas, en la cocina de su amada abuela, Sonia Falcón, ahí, en la misma ciudad. Fue Sonia quien le enseñó a Melba sus más grandes recetas y fue esta nieta quien llevó el sueño de la madre de su padre a materializarse.

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Melba hace dulces saludables en honor a su abuela, Sonia/Adrián Contreras

“Mi abuelita era pastelera, pero formó un hogar en el que vivió mucho machismo. Su esposo no la dejaba trabajar, por lo que tuvo que dejar a un lado su habilidad para hacer postres”, narra Melba. Ella recuerda que incluso hubo días, en esa época, en donde disimulaban los olores propios de la pastelería con el del cigarrillo para que su abuelo, Ángel, no lo notara.

Pero la milagreña, aún cuando aprendió de la “mejor maestra” no siempre quiso dedicarse a los dulces. Antes de estudiar y graduarse de repostera pasó por dos carreras: Educación Especial y Fotografía. Confiesa que ambas cosas las apasionaban, pero nada la “llenó” tanto como la pastelería.

En el 2020 y con su hija, llamada Paula, como responsabilidad, decide vender panes de banano sin azúcar y bajos en calorías ante la demanda de opciones saludables tras los estragos del coronavirus en su ciudad. Gracias a la acogida que tuvieron sus productos, que ya se vendían bajo el nombre de Mamita Sonia y que sólo se ofertaba en redes sociales, se capacitó y empezó a elaborar postres más complejos como cheesecakes, tortas, entre otros, pero con productos “alternativos a la pastelería tradicional”.

En el 2021 y luego de conocer al que llamó “amor de su vida” se casó, pero eso no alteró su naciente negocio. De hecho, fue el término de su matrimonio lo que la llevó a darle forma y sobre todo espacio a su sueño.

“Empecé este negocio con un dólar. Mi familia, mis amigos sabían lo que estaba pasando y me urgía generar ingresos, así que todos aportaron su granito de arena para montar el local”, cuenta. Y es que para Melba, cada detalle puesto en su pequeño negocio tiene una historia detrás, desde los marcos de los cuadros que una amiga le donó, hasta la pintada de pared que la llevó a cabo con un primo tras ver un video en YouTube.

Sin olvidarse del sueño de su abuela, ambientó el lugar como una copia casi exacta de la cocina de Sonia. “Mi abuela, quien sufre de una enfermedad degenerativa que ha hecho que pierda parte de sus recuerdos, pensó que este local era su cocina real. Y hasta se exaltó”, explica Falcón.

Confiesa, además, que para ella, los días más oscuros no solo han llegado de la mano de bajas ventas, sino también de la ansiedad y la depresión. “Creo que la parte más difícil de ser emprendedora y mujer son las emociones. Es una lucha de la que crees que no puedes salir y condiciona mucho tu día, pero justo ahí, cuando lo ves todo difícil, recuerdas por qué empezaste”, afirma.

Melba no se olvida de aquella vez que quiso ser maestra, por lo que ahora, mientras atiende su empresa, imparte cursos de pastelería en Milagro a otras mujeres. Y si le pides un consejo, te diría que lo más importante para llevar adelante un negocio es “enamorarse de él, entablar una relación con él”.

STHEFFANY GANÁN HALLÓ RAZONES PARA SEGUIR CUANDO LA ‘MUERTE’ SE LAS QUITÓ

“Si a mí, hace 10 años me hubieran dicho: te va a tocar enviudar, te va a tocar tener un equipo de trabajo de 9 personas, te vas a quedar sola, te va a tocar afrontar gastos sola, te va a tocar a aprender a dormir sola; quizás no me hubiera metido a emprender, me hubiera quedado en la empresa familiar”, expresa Stheffany Ganán, entre sollozos.

Ganan, quien reside en la ciudad de Santa Rosa, en la provincia de El Oro, es ingeniera en gestión empresarial, cosmiatra, colorista, estilista y muchas cosas más en el mundo de la belleza… Hoy, a sus 34 años de edad, es la propietaria de Svelany Spa, un centro de estética ubicado en el centro de la ciudad. La historia de su negocio empezó hace una década, con su independencia y nació como parte de un proyecto estudiantil.

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Stheffany a la par de sus estudios universitarios se sumergió en el mundo de la belleza tomando cursos./Cortesía

Stheffany a la par de sus estudios universitarios se sumergió en el mundo de la belleza tomando cursos. Al terminar su carrera, empezó a trabajar en una empresa, pero nunca sintió que fuese su lugar, entonces decidió seguir su instinto. En el 2013, armada de valor y oponiéndose a las creencias de sus padres, decidió vivir sola. Con la ayuda de una tía consiguió un préstamo y montó su primer local. Con ese dinero compró dos camillas, máquinas y cosas para el hogar.

“El primer año trabajé sin parar. No hubo feriados, y no fue fácil. Hubo días donde prioricé mis responsabilidades y literalmente pasé hambre”, recuerda. Su negocio sufrió varias transformaciones que llegaron con las mudanzas. La primera en 2014 y la segunda en 2017. El negoció creció y más oportunidades llegaron.

En el 2018 se casó con el amor de su vida, Paúl Carrión. Él, asegura, se volvió su más importante y especial motivador. “El me impulsaba a que siguiera. Me daba su opinión, y antes de cuestionarme mis decisiones, las apoyaba”, agrega con tristeza.

Paúl, quien era agrónomo y amante de la fotografía, falleció en 2022. “Cuando mi esposo murió pensé en cerrar. No sabía de dónde iba a sacar fuerzas para continuar. No sabía qué hacer, solo quería huir. Quería cerrar todo e irme lejos”, relata entre lágrimas. Este dolor se condensó con su anhelo de ser madre, que no pudo realizarse, no solo porque Paúl ya no estaba sino porque en su intento de concebir, durante su matrimonio, le detectaron un tumor en uno de sus ovarios, mismo que tuvo que ser extirpado.

Pese a lo que ha vivido, no reprocha, trata de entender “los planes que Dios tiene”. “Tras la muerte de mi esposo me llegaron muchas bendiciones. Primero, descubrí que los clientes pueden llegar a ser una familia para ti. Llegó personal nuevo. Luego, las marcas con las que trabajo me enviaron de viaje a Italia para capacitarme y en solo unas semanas tengo programado un viaje a Estados Unidos”, revela.

De esta visita a tierras ‘gringas’, afirma, se trata el futuro de Svelany Spa, del que ahora 12 familias dependen. Ella quiere crear alianzas para importar productos de belleza y ser proveedora para salones en su ciudad y en otras del Ecuador.

Ganán, cuando se le pregunta si es que aún sueña con ser madre, dice que siente que esa oportunidad se ha ido. Le han detectado dos tumores más en el ovario que aún conserva, por lo que estaría próxima a entrar nuevamente al quirófano. “Por estas cosas creo que las mujeres pueden con todo. Ser madre, sacar adelante a sus familias, no es cosa sencillo”.

Stheffany Ganan fue condecorada, en 2022, con el mérito de Emprendedor del Año, por el municipio de Santa Rosa. Ella, tras evaluar el recorrido de su vida, asegura que no es fácil ser mujer y querer desarrollarse en una ciudad tan llena de “prejuicios”, que las mujeres no son el ‘sexo débil’ y que las féminas tienen que “lanzarse” para aprovechar cada oportunidad y cumplir con su más grandes anhelos.

GABRIELA CAMPOVERDE: SU TRABAJO EN ONLYFANS Y CÓMO SUPERÓ LAS CRÍTICAS

Se ríe por todo. Y lo hace “para no llorar”, confiesa. Camina despacio y como ‘pingüino’, se sostiene el abdomen y habla pausado, y es que aún se recupera de la liposucción que se realizó hace pocos días. Su nombre, en la ciudad en la que vive, dejó de ser Gabriela Campoverde y pasó a ser la Chica OnlyFans.

Campoverde, de 23 años de edad, reside en Pasaje, provincia de El Oro. Estudia psicología, es asistente administrativa en una importante empresa en Machala y además se dedica a generar contenido para páginas azules. Su llegada a la plataforma en la que, generalmente, se publica contenido para adultos nació de un 'desquite'.

En 2022, su exnovio le rompió el corazón. Ella, con el fin de ‘desquitarse’ y surgir, se creó un perfil en ‘Only’. “En junio del año pasado descargué la aplicación. Solo estuve unas semanas. Había acumulado dinero, pero no entendía cómo hacerlo efectivo, entonces desistí”, cuenta. Sin embargo, con la guía de una amiga a la que hoy considera su manager, volvió a la plataforma meses después. Esta vez sí supo cómo ‘facturar’. En la actualidad, su ganancia promedio mensual es de 2.500 dólares, y solo le dedica unas cuantas horas a la semana.

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Gabriela le dedica al menos cinco horas a la semana a su Onlyfans/Adrián Contreras

Pero esta felicidad se opacó. El contenido para adultos que ella subía en esta plataforma se filtró y se difundió en su ciudad. El hecho se viralizó luego de que ella misma lo narrara en su perfil de TikTok. Diario EXTRA compartió su historia en su versión digital.

Las fotos le llegaron a sus familiares e incluso a su propio jefe. “Sentí morir. Primero me puse a llorar. No sabía cómo reaccionaría mi madre”, confiesa. “Luego pensé en mi jefe. De hecho, me vi despedida”, agrega. Pero antes de desmoronarse por verse descubierta afrontó la situación con normalidad y de forma jocosa. “Le advertí a mi madre que habían fotos mías circulando. No lo tomó tan mal, hoy se ríe de lo que hago. Creo que ella sabe que yo soy la oveja negra de la familia”, aseguró. En su trabajo tuvo que explicarle a su jefe que no hacía nada malo, éste, sólo le pidió que tuviera cuidado.

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Sin embargo, pese a que había ‘apagado’ estos ‘incendios’ no pudo controlar el rechazo ni los señalamientos de los que ha sido víctima luego de verse expuesta. En la calle le dicen la Chica OnlyFans y en sus propias redes sociales insinúan que es prepago, cosa que negó. “Los comentarios sí afectan, sí me duelen, pero no les doy oído. Entiendo que estamos en una sociedad que no está lista para aceptar este tipo de trabajo”, expresa.

Uno de los comentarios que más recibe en sus cuentas es el de “futura alcaldesa”. Cuando EXTRA le pregunta si buscaría un cargo de elección popular en el futuro, revela que por poco fue candidata a concejal en las últimas elecciones seccionales. Sin embargo, la lista en la que iba a participar no pudo ser inscrita, pero que la idea no le parece absurda.

“Me encantaría ayudar a los animales de mi ciudad y a los adultos mayores. Creo que son los menos desatendidos, los más indefensos”, expresó.

Campoverde no ve cerca, pero tampoco lejos su salida de OnlyFans. Ella espera ahorrar dinero para cristalizar una de sus metas: comprar una casa rentera para “poder vivir de eso”. “Nada dura para siempre y sobre todo la belleza. Creer que haré contenido para adultos siempre es una mentira”, afirma. Ella no duda en ejercer su profesión una vez que termine sus estudios, pero es algo en lo que ahora no piensa.

Gabriela, quien han vivido de cerca la burla por su trabajo, tiene claro que lo más difícil para una mujer que quiere trascender con su negocio en la sociedad son los prejuicios y el “machismo” instaurado en ésta. Es enfática en decir que las mujeres no tienen que escuchar a las críticas e imponerse ante los momentos más difíciles.