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¡El ‘asalto’ sexual no esfumó sus sueños!

La niña de 11 años violada presuntamente por su padrastro anhela ser abogada y ayudar a las víctimas de violencia. En Ecuador, solo en 2020 se denunciaron 5.644 violaciones. En 2019 la cifra fue superior: hubo 6.495 acusaciones por este delito.

Camila refugia sus aflicciones compartiendo y mimando a las mascotas de su padre.
Camila refugia sus aflicciones compartiendo y mimando a las mascotas de su padre.Anny Bazán

El movimiento agitado de sus manos y de sus piernas refleja su inquietud y nerviosismo. Camila tiene 11 años y los tres últimos se convirtieron en una pesadilla: fue violada reiteradas veces.

El causante de la agresión es, presuntamente, su padrastro y padre de sus dos hermanos menores. Ahora, dos meses después de descubierto el aberrante acto en su contra, denunciado por sus vecinas en abril pasado, y que EXTRA publicó, la menor respira paz y tranquilidad. Hace 30 días el juez que lleva su caso le otorgó la tenencia a su progenitor.

La pequeña, quien sueña con ser abogada y ayudar a las personas víctimas de violencia, engrosa la lista de delitos sexuales cometidos en contra de menores de edad y de mujeres en el Ecuador y denunciados en la Fiscalía.

Según información de esta entidad del Estado, en 2019 se receptaron 6.465 denuncias por violación, 9.090 por abuso sexual y 1.998 por acoso.

250 casos de violencia sexual contra la mujer se denunciaron en 2019, 30.893 por violencia psicológica. En el 2020, 243 y 28.121, respectivamente.

En el 2020 hubo una ligera disminución de delitos denunciados: 5.644 por violación, 6.630 por abuso sexual y 1.342 por acoso.

Sin embargo, para la abogada Vilma Torres, la reducción de estas cifras de delitos sexuales no quiere decir que hayan ocurrido menos hechos en contra del pudor de la mujer y de menores de edad. “Más bien, me atrevería a decir que muchos evitaron denunciar, quizá por temor a salir de sus casas, ya que fue el año en que apareció la pandemia por COVID-19”, sostuvo la jurista.

A olvidar el ‘trago amargo’

Cuatro meses antes de que descubriera el ‘asalto’ sexual en contra de Camila, ella hizo tres orificios en la pared que compartía con la casa de sus vecinas, ubicada en una cooperativa de la vía a la costa, para de esta forma mantener comunicación con ellas.

Por uno de estos orificios no solo se habría evidenciado el maltrato del que habría sido víctima presuntamente por parte de su madre y del conviviente de esta. Hubo algo más espantoso: las ‘vecis’ vieron la violación supuestamente del padrastro a la menor de edad.

La violencia de género deja huellas imborrables, a pesar de las terapias. Estas quizá pueden aliviarlas, pero no desvanecerlas”.Anabelle Arévalo
Psicóloga Cepam

Sin embargo, Camila, con la ayuda de Luis, su padre, tratan de ‘voltear la página’ y borrar de sus memorias el nefasto episodio que marcó la vida de la pequeña, desde que tenía 8 años.

El progenitor confiesa que los recuerdos de los difíciles momentos vividos desdibujan la sonrisa en el rostro de la niña y por ratos refugia sus penas brindándole mimos a Nina, Pochoclo, Optimo y Lulú, los cuatro perritos que habitan en su domicilio localizado en el norte de Guayaquil.

Asegura que, con amor y comprensión, él trata de aliviar el suplicio y las tristezas de Camila, mas reconoce que es difícil que de la noche a la mañana vuelva a tener el entusiasmo propio de una niña de su edad.

“Le brindamos cariño, la hacemos sentir que está en su casa, no le preguntamos nada, tampoco abordamos ningún tema que ella no quiera. Mi hija dice que quiere ser abogada penalista y defender a las personas que lo necesitan”, asegura su padre.

No obstante, el progenitor admite que por el maltrato físico y psicológico, su pequeña presenta cambios en su estado de ánimo, que muchas veces derivan en gritos y rabietas.

Desde el 27 de mayo pasado Camila está al cuidado de su padre.
Desde el 27 de mayo pasado Camila está al cuidado de su padre.Anny Bazán

“Cuando llegó a vivir con nosotros casi no hablaba conmigo, prefería hacerlo con mi esposa y mi suegra. A veces pedía las cosas gritando, la hemos ido calmando y haciéndole entender que aquí está protegida, que no tenga miedo de hablar, de pedir”, acota.

Luis revela que la tenencia se la dieron luego de que las autoridades descubrieran que, en el 2018, el director de la escuela donde estudiaba Camila denunciara un presunto acto de violencia sexual en contra de la niña.

“Al parecer, mi hija le había comentado algo a su profesora y ella al directivo del plantel, pero su madre le habría pedido que no siga con la acusación porque perjudicaba a su familia. El caso se archivó en el 2020”, contó el padre.

El supuesto violador se encuentra detenido desde el 20 de abril pasado. La madre de la menor ha sido vinculada al proceso, en calidad de cómplice.

LA EXPERTA

Reflejo del delito: gritos, miedo, culpa

Annabelle Arévalo, especialista del Centro Ecuatoriano para la Promoción y Acción de la Mujer (Cepam), en Guayaquil, explica que, al parecer, los gritos y rabietas de la niña violada podrían ser un reflejo de lo que vivió o una consecuencia del delito sexual en su contra.

“Podría ser que de esta manera exprese sus miedos. Los efectos y consecuencias son muy distintos en cada víctima; lo común es el miedo, la culpa, la ira y el enojo”, afirma la psicóloga.

Dijo que lo recomendable es que la menor reciba atención psicológica urgente, para que vaya elaborando las consecuencias de la agresión sexual que vivió. “Esto hay que hacerlo para evitar suicidios y otras consecuencias funestas, y para que ella tenga una vida funcional”, afirma.