A los vecinos de La Planada, en el norte de Quito, no les importó quedarse afuera de la casa de Flower Rivas hasta casi la medianoche del miércoles para “verlo, aunque sea, por última vez”.

El hombre, con unos 50 años y oriundo de Manabí, fue encontrado muerto en su habitación. Él era el chef del barrio, muy conocido por vender encebollados.

Y fue precisamente la puerta cerrada de su local lo que levantó sospechas, según Hólger Chalá, compadre de Rivas.

“Yo hablé con él el viernes pasado, estaba decaído y preocupado por las deudas”, comentó.

La tarde del miércoles, le pidieron a uno de los moradores que parqueara su camioneta frente al departamento de Rivas. Hólger se trepó en el vehículo y vio a su amigo inmóvil. “Estaba morado, no sé cuánto tiempo estaría así”, relató.

Fue él quien llamó a emergencias y un equipo de la Policía Nacional llegó al sitio. También agentes de la Dirección Nacional de Investigación de Delitos Contra la Vida, Muertes Violentas, Desapariciones, Secuestro y Extorsión (Dinased) para recolectar los indicios.

Pero en cuanto los familiares de Rivas (hermanas y sobrinas) llegaron hubo un intercambio de palabras, porque intentaron impedir que los moradores se despidieran de él.

“Ustedes lo dejaron solo incluso cuando estaba enfermo. Estaba abandonado”, les gritaron a los parientes.

La causa de la muerte del chef no está clara, puesto que no se encontraron huellas de violencia, según un agente de la Dinased. Pero se definirá luego de la realización de la autopsia.

Los vecinos recordaron a Flower como un hombre trabajador, que fue golpeado por la crisis (como muchos) por la pandemia de la COVID-19, pues su negocio dejó de ser próspero hace varios meses.

“Tuvo que alquilar un local más pequeño y estaba endeudado con chulqueros”, explicó Chalá.

Algunos dijeron que se trataría de un suicidio. Cada vez lo veían más flaco y decaído.