El reloj casi marcaba la 01:00 del domingo 16 de enero, pero la noche apenas empezaba para dos jóvenes enamorados, a quienes el deseo de comer unas salchipapas los motivó a movilizarse hacia un puesto de comidas rápidas, en el sur de Guayaquil.

Al negocio callejero llegaron aproximadamente diez minutos después, a bordo de un Hyundai Tucson color gris que conducía Geancarlos Enrique Perea Balladares, de 21 años. Sin embargo, no pudieron cumplir su deseo, pues un delincuente se los impidió.

El sujeto habría aparecido por la parte posterior del automotor y se acercó hacia el puesto del piloto para pedirle que se bajara, porque se llevaría el vehículo, pero la reacción de Geancarlos Enrique habría sido arrancar de inmediato, pero por la premura de la situación no habría desactivado el freno manual.

En consecuencia, para lograr su cometido, el criminal le disparó en el cráneo, lo bajó y le pidió a la novia que también se retirara, porque se llevaría el automotor. Y lo hizo, mientras en el sitio del suceso, tendido sobre la calzada, quedó Perea Balladares.

El joven murió a los pocos segundos ante la mirada de su enamorada y de testigos que, impotentes, no sabían cómo actuar ante el ataque del delincuente.

Adriana, hermana mayor de la víctima, comentó ayer que la novia de Geancarlos había lanzado su teléfono celular en la parte baja del asiento y eso permitió, luego, la ubicación del vehículo en el Guasmo.

La pariente lamentó que el hecho violento se registrara en una esquina de la ciudadela 9 de Octubre, en la avenida 25 de Julio, a media cuadra de una Unidad de Policía Comunitaria (UPC).

La allegada comentó que el joven deja un hermano gemelo, quien está emocionalmente destrozado con lo ocurrido. Por la tarde sería su sepelio, pues la mañana del lunes aún era velado en su casa, en la ciudadela Los Esteros.

Anhelaba ser un abogado

Geancarlos Perea fue estudiante de la promoción 71 del colegio San José La Salle, de Guayaquil. En redes sociales, sus excompañeros publicaron mensajes de condolencia por su partida, pero también se acercaron a su velatorio, para despedirlo.

Así comentó brevemente y entre sollozos Marcela Balladares, la madre del joven. “Anoche (domingo) llegaron todos sus amigos. Él era muy querido”, recalcó.

Adriana, en cambio, añadió que su hermano, además de ser alguien muy apreciado, era admirado por su forma de ser, pues solía alcanzar los objetivos que se trazaba.

Actualmente, esperaba que le asignaran un cupo universitario, porque su sueño era convertirse en abogado.