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Haitianos huyeron de la tierra del desastre

Hablan de su permanencia en Ecuador. Lo consideran un paraíso, comparado con su patria, que ha quedado devastada con un segundo terremoto.

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El segundo terremoto ocurrió el 14 de agosto pasado. Hay más de dos mil muertos.Efe, El País, Redacción; Puerto Príncipe; Duples Plymouth

Jeanel MIlien despuntó con un emprendimiento. Michelet Piarrette trabaja como electricista. Larmonise Paul se gana la vida vendiendo productos de aseo. Los tres son haitianos. Y a los ocho días de un terremoto de 7,2 grados que destruyó su país y deja ya más de 2 mil muertos, estos extranjeros, asentados en Quito, hablan de la ‘buena suerte’ tras haber huido de una tierra de desgracias.

Comité del Pueblo, 09:00. Michelet se esconde del sol bajo el marco de una puerta metálica enrollable. Frente a él, sobre la vereda, está una carretilla amarilla abarrotada con rollos de papel higiénico.

“Los seis cuestan un dólar, ‘veci’”, dice el extranjero, de 40 años, a los transeúntes que se acercan a curiosear. Pocos compran. El dinero que reúne con esa venta lo junta al que gana con los trabajos de electricista.

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Aquel oficio lo aprendió en su natal distrito Las Caobas, a 222 kilómetros de Baconnols, epicentro del reciente terremoto. Pero durante 15 años estuvo en República Dominicana –país que está en la misma isla–, trabajando para mantener a su esposa y seis hijos. “Cuando ocurrió el primer sismo (enero de 2010), mi casa no se destruyó, dando gracias a Dios. Pero la economía decayó y eso sí me afectó”.

Desde ese año hubo una oleada migratoria, que entre 2011 y 2012 se intensificó, según un análisis hecho en el Centro Andino de Estudios Internacionales de la Universidad Simón Bolívar en Quito. El destino de la mayoría era Brasil, anfitrión del Mundial de fútbol en 2014.

El Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) estima que hasta ese año, por Ecuador pasaron cerca de 18 mil haitianos con destino a suelo brasileño. El motivo era que para ese megaevento deportivo –así como para las Olimpiadas de 2016– se necesitaría mano de obra. Además las autoridades brasileñas dieron facilidades para que los haitianos llegaran allá.

Un paraíso

Michelet –alto, camiseta blanca y pantalón de mezclilla azul– se quedó en Quito luego de bajarse del avión, en 2015. Consiguió un puesto de guardia de seguridad y desde entonces ha vivido en el Comité del Pueblo como otros de sus compatriotas.

Pero en 2017 perdió su empleo, poco antes de traer a su esposa. “Ella fue a Chile y luego ingresó acá (a Quito)”. Contrario a Michelet, la mujer no tiene la visa de residencia.

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Michelet Piarrette es electricista y también tiene un puesto de venta en la calle.René Fraga

El hombre no ha conseguido mucho dinero para enviarlo a sus seis hijos desde la pandemia. Aun así, agradece vivir en un ‘paraíso’ como Ecuador. “La gente es buena y me ha dado la mano”, comenta mientras acomoda su carretilla.

Lo mismo opina Larmonise Paul, corpulenta y alegre. Al igual que su coterráneo, ella tiene una carretilla, pero con pastas de dientes, paños húmedos, jabones... Los oferta cerca de un semáforo en compañía de su hijo.

Entrada a La Bota, 10:00. “Dando gracias a Dios, me ha ido muy bien”, afirma Larmonise en medio del ruido de los buses y autos que pasan a esa hora.

Brasil fue el principal punto de llegada
de los migrantes de Haití hace 11 años. Sin embargo, con la crisis por la pandemia decidieron abandonar la tierra carioca. Ecuador, otra vez, es un lugar de paso.

Ella vivió en Puerto Príncipe, capital haitiana. “En el primer terremoto (de 7 grados), nuestra casa se derrumbó. Por suerte, no hubo nadie muerto”, detalla con un español que todavía no domina.

Lo poco que le quedaba decidió venderlo para costear su pasaje aéreo junto al de su hijo y esposo. En 2015, haciendo escala en República Dominicana, llegó a suelo quiteño. Guarda con recelo lo que hizo para sobrevivir durante todo ese tiempo hasta que logró conseguir su espacio en la calle para vender sus útiles de aseo.

Lo que sí cuenta es que, para ganarse el sustento, cada mañana, desde las 09:00, abre su pequeño negocio cercano a los demás vendedores de fruta, verduras, ropa. Ataviada con un sombrero de tela, mascarilla y un trato cordial, permanece allí hasta las 21:00.

La nueva ola migratoria

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En la entrada a La Bota, norte de Quito, Larmonise Paul tiene un puesto de venta de útiles de aseo.René Fraga

Larmonise no despega su mirada de la mercadería. Mientras acomoda una funda de pañitos húmedos, dice que no regresará a su patria. En Ecuador, con mucho esfuerzo, ha conseguido lo poco que tiene. “En mi país, lamentablemente, hay mucha pobreza. Y más con el último terremoto (del sábado 14 de agosto pasado)”.

No se equivoca. Para Luis Ángel Saavedra, de la Fundación Regional de Asesoría en Derechos Humanos (Inredh), con este evento, que ha dejado más de dos mil muertos, ocurrirá otro fenómeno migratorio como hace 11 años.

“Además se está produciendo un escenario de inestabilidad política porque su presidente (Jovenel Moïse) fue asesinado. Prácticamente no hay una institucionalidad del Estado que afronte esta emergencia”, precisa.

"Haití no tiene una institucionalidad estatal que afronte el problema que se vino con el nuevo terremoto”.Luis Ángel Saavedra,
director de Inredh

Saavedra acota que se deberá esperar cuál será la respuesta de la comunidad internacional para evitar la nueva oleada migratoria. También, si en Ecuador se pensará en corredores humanitarios que solventen el traslado de los haitianos. “Todo esto será muy beneficioso para los traficantes de personas”.

Durante este año, migrantes haitianos han sido sacados desde Brasil por coyoteros que utilizan la Amazonía ecuatoriana como sitio de paso. El objetivo es llegar a Colombia y luego escoger rutas hacia los Estados Unidos.

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A sacar a Haití de la ruina

Para Jaenel Milien, haitiano de 31 años, la solución a toda esta catástrofe sería que los países más poderosos les ayuden con las herramientas necesarias para trabajar. “Nosotros no necesitamos que nos regalen nada. Somos personas muy inteligentes y, como los judíos, a donde vamos salimos adelante”.

El Edén, 12:00. Este joven asegura ser el propio ejemplo del ‘ñeque’ que tiene su gente. Llegó a Quito cuando tenía 18, a estudiar con los salesianos.

“Estaba siguiendo Ingeniería Civil, pero no me gradué. Lo mío es la música y la pintura”. Cuenta que sus padres le mandaban dinero desde Haití para costear sus gastos en la capital.

Pero esos lujos se terminaron con el terremoto de 2010. Su papá, un reconocido ingeniero, perdió todo su capital. A Jaenel no le quedó más que cantar en los buses y pintar para sobrevivir.

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Jeanel Milien creó una bebida energizante que prepara con una planta llamada moringa.René Fraga

“Un primo médico vino y me habló sobre la moringa, una planta con muchos nutrientes”. Desde 2018 comenzó a investigar y difundió en redes los beneficios de consumirla.

Poco a poco la gente lo contactó y se dio cuenta de que había un nicho de mercado. “Yo tenía la idea de hacer una bebida energizante. Una amiga me dijo que fuera probando hasta conseguir una fórmula de preparación”.

Y así nació su producto. En los primeros cinco meses de este año, se ha ido posicionando en diferentes lugares del país.

Su intención es exportar su marca a Bélgica y Guatemala. “Con esto quiero decir a quienes no creen en los haitianos, que están equivocados”. Y Ecuador, a su criterio, le tendió esa mano que muy difícilmente habría encontrado en su nación devastada.

316 mil personas murieron en el terremoto del 12 de enero de 2010. Más de 350 mil, en cambio, resultaron heridas.