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Ucranianos, inmunes al estruendo de las bombas en la batalla por Járkov

Dos meses y medio en el centro de la batalla por Járkov bastan para que la gente distinga a la perfección el ruido de los aviones del de los misiles, granadas, y el fuego ucraniano, del que viene del enemigo.

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Una de las habitantes de Vil'khivka, posó para la foto el pasado 14 de mayo. En los alrededores de Járkov están recientes las huellas del paso de los rusos, que al menos por el momento parecen haber renunciado a tomar la segunda ciudad más grande de Rusia tras semanas de incesantes bombardeos.  Efe

Dos meses y medio en el centro de la batalla por Járkov bastan para que Oleg distinga a la perfección el ruido de los aviones del de los misiles, las granadas de la artillería, el fuego ucraniano del que viene del enemigo.

No hay que preocuparse por ese martilleo atronador, pide. Viene de dos o tres kilómetros más allá y es la artillería ucraniana asegurando el retroceso de los rusos.

Con pelo corto y blanco a sus 43 años, Oleg viste un chándal ocre lleno de manchas y está a la puerta de su casa, en la carretera principal de Tsyrkuny, un pueblo al lado de Járkov que estuvo controlado por los rusos hasta el 8 de mayo y que acaba de ser liberado, al igual que otros enclaves de los alrededores de la segunda ciudad más grande de Ucrania, a cuya ocupación el Ejército ruso parece haber renunciado.

No se inmuta tampoco por el humo que se ve en línea recta, a apenas un kilómetro. Sabe que son los restos del bombardeo ruso del día anterior contra un almacén de munición militar que Ucrania tenía en su pueblo.

No quiere ver a los rusos ni en pintura pero no le asusta que vuelvan. A estas alturas lo único que le da miedo es morir bajo una bomba o que le destruyan la casa como le ha pasado a tanta gente del pueblo. Hasta el 8 de mayo unos soldados se metieron en casa de sus vecinos, la suya la dejaron en paz porque sabían que estaba dentro.

O en el refugio, porque su pueblo se convirtió en el frente. Agazapado en la bodega de su casa, bajo tierra, en el lugar que sirve para conservar alimentos ha pasado días, semanas, dos meses protegiéndose de un combate rudo del que sobrecoge ver los restos.

GRANADAS, TANQUES, MISILES… EL ESCENARIO DE LA BATALLA

Nadie ha pasado aún a recoger las decenas y decenas de cascotes de los enormes misiles antitanque usados por los ucranianos, ni las granadas sin explotar, ni las minas… Un poco más allá, al lado izquierdo de la carretera se ven los restos de lo que fue la gasolinera del pueblo.

Hay también tanques varados: unos rusos, otros ucranianos. Siete misiles blancos se cuentan a simple vista en un campo verde que tendría que dar pronto cereales.

Nadie sin permiso puede acceder al pueblo pero por la carretera salen coches a toda velocidad. Aquí no hay ambulancias sino vehículos simplones con una cruz pintada que sacan a los soldados heridos que vienen del frente, desplazado recientemente a dos pueblos más allá.

En el sentido de entrada vienen coches de ayuda humanitaria y "taxis" que regresarán poco después con refugiados.