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Perfil criminológico de Rasquiña revela que tendría ideas psicóticas

Un psicólogo forense elaboró un informe que evidencia los rasgos y conductas del presunto líder de Los Choneros. Es egocéntrico y manipulador.

Imagen Dibujo Chonero
Jorge Luis Zambrano González, alias JL o Rasquiña.Extra

Noviembre de 2013. Jorge Luis Zambrano González era uno de los criminales más buscados del Ecuador. Había fugado el 11 de febrero de la antigua cárcel La Roca, de Guayaquil, y era el único, de los 18 prófugos, a quien no habían podido detener.

Por su captura había una recompensa de 100 mil dólares, ofrecida por el Ministerio del Interior, liderado en ese entonces por José Serrano Salgado.

Para los agentes del caso parecía casi imposible localizarlo, pues se trataba del presunto líder de la agrupación narcocriminal Los Choneros y contaba con recursos para conseguir un refugio y protección, pero su vanidad lo delató.

Cuando los agentes descubrieron que su esposa había viajado a Colombia, con los investigadores locales hicieron un seguimiento y no les tomó mucho encontrar a Rasquiña, como es apodado Zambrano.

A pesar de que tenía una flotilla de taxis a su disposición, para cambiar de vehículo cada 20 minutos, dejaba a un lado su prudencia para ir a comprar en centros comerciales, pues parte del dinero que recibía de sus secuaces lo gastaba en ropa de marcas costosas y restaurantes, como reportaron medios colombianos tras su aprehensión.

Así, el 22 de noviembre de ese año, Rasquiña regresó a prisión y estuvo encerrado hasta el pasado sábado, cuando salió con un régimen semiabierto de prelibertad.

¿Por qué arriesgó su libertad para ir de compras? Eso lo explica el psicólogo Segundo Romero Silva, quien además es perito acreditado por el Consejo de la Judicatura.

"Su ego es grande, con comportamientos arrogantes. Se siente libre de hacer lo que quiere”
​Segundo Romero, psicólogo

Así sostiene el especialista en un perfil criminológico realizado a Rasquiña, con base en la lectura de expedientes y de su vida delictiva pública.

Para Romero, probablemente presenta “el trastorno antisocial de la personalidad, con rasgos psicopáticos, que es un patrón de comportamiento caracterizado por la inatención y violación de los derechos ajenos en favor de los propios, y eso podemos darnos cuenta por su amplio historial delictivo y emulación de los grandes narcos”.

De lo analizado, el psicólogo estima que, en su juventud, Rasquiña tuvo una vida delictiva y eso hizo que desarrollara una necesidad de verse más fuerte que los demás, mostrando una conducta agresiva.

Sin embargo, aclara que eso no lo habría convertido en un ‘capo’, sino otro aspecto: su capacidad de envolver a las personas.

“Se caracteriza por tener excepcionales habilidades sociales, que usa para manipular y engañar a las demás personas. Poseen una capacidad de mentalización «fría». Sus conductas no están dirigidas por emociones como la gratitud o la empatía”, explica el forense.

Además, aclara que Zambrano, también conocido como JL, podría reconocer y comprender que las otras personas, o posibles víctimas, tienen derechos, pero eso no significa que sienta algo o que por eso evite hacer lo que ya se ha trazado como objetivo.

Eso se debería a que “le gusta ofrecer una imagen peligrosa y agresiva a la sociedad, para que lo respeten y dar la sensación de que es una persona a la que hay que tomarse en serio”.

El experto también argumenta que las únicas limitaciones que Rasquiña encontraría a su libertad de actuar son “las normas legales, policiales o el miedo a la venganza y castigo que puede venir de sus adversarios”.

No obstante, eso no “frena su conducta”. Es probable que, como líder, Rasquiña no asesine a alguien o cometa algún asalto. Incluso, Romero comenta que podría alguien más fuerte que él en su entorno, pero es su poder de convencimiento y su liderazgo son los que hacen que los demás se sometan a sus órdenes.

Sin remordimiento

“El trastorno antisocial supone una ausencia de remordimiento que justifica con su pasado, donde nadie le tuvo (...). Con sus ideas psicóticas considera que la otra persona está ahí para dañarle, así que no puede confiar en nadie. La confianza dentro de nuestra sociedad es signo de ingenuidad para el antisocial”, asevera.

Por eso, Romero indica que Zambrano sería “un individuo con poca tolerancia a la frustración, poca sensibilidad a los sentimientos de los demás y un muy elevado nivel de impulsividad”.

¿Existe algún tratamiento?

El psicólogo establece que el tratamiento de estos trastornos es complicado, porque “se trata de configuraciones que incluyen comportamientos, modos de ver y actuar que se han ido adquiriendo y reforzando a lo largo de la vida”.

A eso añade que las personas con esta afectación suelen considerar que así es su forma de ser y por eso, en lugar de buscar un cambio, vuelven a estar en conflicto con la ley.

“En el caso del trastorno de personalidad antisocial, suele haber una complicación más: que el tratamiento puede ser impuesto por los seres cercanos o por vía judicial, tras cometer un delito. Así, el sujeto en cuestión no suele mostrarse cooperativo al verlo como una imposición externa, no aceptando en general la necesidad de tratamiento”, aclara. (SCM)