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Albergue en Quito: “Si no me arriesgo no como”

Antes de la pandemia, quienes pedían comida eran personas en situación de calle, ahora la mayoría son trabajadores golpeados por la crisis

San Juan de Dios
Hombres, mujeres y niños llegan en busca de comida desde el 21 de diciembre que se retomó esta actividad en el albergue.GUSTAVO GUAMAN

Son las 11:26. La calle Túmbez empieza a llenarse de colores. Son los hombres, mujeres y niños que van tomando lugar en las aceras. Se acerca la hora del almuerzo en el albergue San Juan de Dios.

En esa zona del barrio San Diego, centro de Quito, algunos se saludan como si se conocieran de toda la vida, otros prefieren mantenerse lejos. Se acomodan junto a las vallas amarillas y aunque hay señalización para tomar distancia, están juntos.

José Ortiz lleva pantalón de tela planchado, zapatos lustrados y doble mascarilla. Se queda en la acera de enfrente para disminuir los riesgos de contagio de COVID-19. Es la primera vez en sus 53 años que tiene que pedir alimentos.

El albergue reanudó la entrega de comida el 21 de diciembre y desde esa fecha la demanda ha sido alta. “La cantidad por lo menos se ha triplicado”, dice Mónica Betancourt, gerenta del sitio.

El menú esta vez es arroz relleno con ensalada, jugo de naranjilla y espumilla. Todo está dispuesto en tarrinas para evitar cualquier tipo de contacto. Minutos antes, una funcionaria sale con micrófono en mano para organizar a las 150 personas que esperan por su comida.

José casi no conversa, solo sigue la fila y se mete las manos en los bolsillos. Para alcohol tampoco alcanza, pues desde marzo de 2020 los contratos como pintor prácticamente han desaparecido y con lo poco que gana paga el arriendo de su vivienda en San Marcos, también en el centro de Quito.

Con la crisis por el COVID-19, las casas ya no necesitan ser pintadas. “Me contrataban de algunas empresas, pero ahora ya nada. Si gano cinco dólares es mucho”, relata José.

Nuevas necesidades

El albergue reanudó la entrega de comida luego de varias reuniones con el COE Metropolitano., el 21 de diciembre. “Por eso se dispusieron vallas para controlar aglomeraciones”, explica Betancourt.

Los 20 trabajadores del lugar que se ocupan de esta labor se cubren “hasta los dientes”, pues algunos beneficiarios no usan correctamente el tapabocas. Eso sí, todos los días les regalan también uno nuevo.

En estas semanas, los voluntarios se han encontrado con que la mayoría de personas que esperan por la comida ya no son los habitantes de calle como hasta antes de la pandemia, sino que se trata de comerciantes informales, albañiles, costureras que ya no pueden costear su alimentación. “Con el virus hubo muchos despidos y para los informales ha sido peor”, dice la gerenta.

No hay discriminación para entregar las tarrinas, lo único que deben cumplir es no estar ebrios o haber consumido alguna sustancia estupefaciente.

San Juan de Dios
Personas reciben el alimento en el parqueadero del albergue. Cuando no llueve comen allí mismo.GUSTAVO GUAMAN

Antes tampoco llegaban con niños, ahora hay familias enteras haciendo fila.

José está solo, pero se niega a volver a Antioquia, Colombia, con su familia, pues está acostumbrado a la capital. “Me da miedo contagiarme, pero si no me arriesgo, no como”, espeta el hombre.

MOLESTIAS EN LOS VECINOS
La presencia de estas personas ha causado malestar en los moradores, pues algunos son conflictivos, según Cristina Estrella, dirigente del barrio San Diego.
Además, creen que quienes llegan a los alrededores del albergue pueden ser focos de contagio, debido a las pocas medidas de bioseguridad que tienen. “Se quedan por las esquinas del barrio. Ya hemos recibido insultos”, dice.
Estrella también comenta que los asaltos han aumentado porque varios de los buscan comida en el sitio serían delincuentes. Para controlar la situación, el albergue pidió la ayuda de la Policía, la Agencia Metropolitana de Control y de Tránsito.
Algunos de los beneficiarios se pelean por los puestos o los tickets, hay gritos e insultos. Una mujer con el micrófono los controla con amabilidad. Se calman y avanzan en la fila. Hoy también se controló el hambre.