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Buena Vida

Chimborazo: Tumbas iluminadas y rezos por los difuntos

En varias localidades de la provincia retoman las ceremonias para recordar a quienes están en la eternidad

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Las diferentes tumbas serán iluminadas con velas, para iluminarles el camino a la eternidad.Patricia Oleas

Disminuidas las restricciones por la pandemia, en diversas localidades de la provincia de Chimborazo se retoman los rituales por el Día de Difuntos. Habrá ferias, misas, procesiones, entre otras actividades, en memoria de quienes partieron al más allá.

En la parroquia San Luis realizarán la Fiesta de las Almas, evento que se cumplirá durante la noche de vísperas de la fecha de recordación a los fallecidos.

El cementerio estará iluminado con velas, una por cada tumba, al igual que el camino que lleva desde el pueblo hasta el camposanto.

La tradición dice que las almas de quienes partieron tienen licencia para visitar a sus familiares; por ello, esa noche los habitantes iluminan su camino de retorno. Lo curioso de esta costumbre es que aunque el cementerio está ubicado en lo alto de la montaña, las velas no se apagan a pesar del viento y frío que se pueda presentar.

En Punín, otra parroquia rural de Riobamba, llevarán a cabo la Velación de Difuntos y Serenata, la noche del 1 de noviembre en el cementerio.

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Vestido de blanco, el animero camina con una campana, convocando a la oración por los que ya no están en este mundo.Patricia Oleas

Mientras que en Penipe, Bayushig, Quimiag, Cubijíes y Yaruquíes, las noches previas a la conmemoración de los difuntos se cumple con el rezo del animero. Este personaje vestido de blanco, que porta una calavera y una campana, cumple con su penitencia para convocar a la oración por quienes partieron de este mundo y que por las cuentas pendientes dejadas no abandonan el mundo terrenal.

Algo que es constante en todas estas celebraciones es la tradición de brindar la Yana Api, Wawa Tanda (colada morada y guagua pan). La preparación de esta bebida hecha de maíz morado era ofrenda, explica José Parco, investigador cultural.

“En las casas se realizaba un tipo de altar y ahí se recordaba a los que ya no estaban, hablando de cómo eran, cómo aconsejaban; la comida se ofrece como una ofrenda de respeto a sus ayas (espíritus)”, detalló el experto en tradiciones.

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Para los pueblos originarios la muerte no era el fin de la vida, más bien, se entiende como una transición al Chaysshuk Pacha (otro espacio o tiempo), y que el espíritu retorna en otra dimensión, pero a la vez está presente en diferentes formas en la naturaleza.

Ceremonias  en noviembre

La cosmovisión andina asegura que la muerte es solo un pasaje a otro estado, en el cual se viven experiencias similares a las en vida, y que los sueños son la forma de comunicarse de los ancestros con sus seres queridos.

La celebración de sus muertos ya existía desde hace cientos de años: en el calendario Inka, noviembre era el Aya Marca Raymi (mes de llevar alzados a los difuntos); y en Kichwa, el Aya Quilla (mes de los espíritus), para rendir culto a través de ritos sagrados.