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Buena Vida

Pandemia no detuvo a ladrilleros de La Libertad

Grupo de artesanos trabajó sin cesar y cuando se reactivaron las construcciones empezó a sacar el producto que habían elaborado

Los materiales para la construcción de viviendas tuvieron muy poca demanda por la pandemia del COVID-19, pero en el cantón La Libertad, de la provincia de Santa Elena, un grupo de artesanos no detuvo sus jornadas de fabricación de ladrillos.

Entre bromas, afirman que al respirar polvo arcilloso de la tierra se les ha creado una capa protectora que les impide el ingreso del virus.

“Gracias a Dios, ninguno de nosotros ha sido afectado por la enfermedad. En los meses más graves de la pandemia laboramos todos los días y aprovechamos el tiempo antes de que se inicie el toque de queda para avanzar en las tareas”, dijo Johnny Sánchez, uno de los ladrilleros.

Los obreros lograron acumular gran cantidad de ladrillos que empezaron a vender cuando el Comité de Operaciones Emergentes (COE) nacional, a inicios de junio, autorizó el reinicio de las construcciones.

“Los encargados de las obras de edificaciones se contactaron con nosotros y se empezó a vender el producto. Muchos de los interesados vinieron hasta nuestras ladrilleras para llevar de manera directa sus pedidos, eso nos ha ayudado para enfrentar la crisis económica”, comentó Hilario Domínguez, otro de los maestros.

PROCESO

En las ladrilleras de La Libertad trabajan hombres y mujeres que empiezan la jornada desde muy temprano. “Hay que ganar el mayor tiempo posible en la mañana para aprovechar el sol”, expresó Janeth Chávez, mientras amasaba una cantidad de lodo que después colocó en unos moldes de madera.

En estos moldes se pueden elaborar tres, seis, ocho, hasta doce bloques, dependiendo de las dimensiones de los ladrillos. La medida estándar va entre 15 a 30 centímetros.

A diario, cada artesano fabrica entre 250 y 300 ladrillos.Treinta familias viven de esta actividad

“Ya están listos para después ser quemados”, detalló con alegría la mujer, entre tanto su esposo, José Infante, a pulso batía la tierra arcillosa hasta dejarla lista para unirla con el aserrín y formar el compuesto con el que elaboran estos elementos de construcción.

El ladrillo será más durable y resistente si la masa queda bien compacta. “Allí aguanta en las viviendas unos 40 años”, aseguró Infante.

AL HORNO

Luego de tres días de haber armado los bloques y dejados al aire libre para que se sequen, estos son colocados en una especie de pequeña torre en forma de horno.

En la parte central del grupo de bloques colocan leña y la encienden para ‘cocinar’ los bloques por al menos 15 horas. “Hay que estar muy atentos para que no se quemen”, reiteró Hilario sobre el cuidado que se debe tener.

“La temperatura es bastante fuerte y como sale gran cantidad de humareda buscamos las áreas despejadas para no perjudicar a las personas. Luego esperamos dos días para que enfríen y empezar a vender los ladrillos”, relató Johnny Sánchez al resumir el proceso de elaboración de los ladrillos que tienen sello peninsular. (JL