Se pasó todo el partido y la tanda de penales con el rosario negro y amarillo en sus manos. A ratos cerraba los ojos y se ponía a rezar. Es Kendy Plaza Loor, un hincha amarillo que estaba sentado en la calle viendo la final en el televisor de una vecina en la estación de bus de la línea 13, en el Guasmo Norte de Guayaquil.

Plaza Loor no habla, no escucha, pero es un fanático ‘enfermo’ del Ídolo del Astillero, con una fe más grande que Casa Blanca.

Sus familiares, que le entienden muy bien, decían que Kendy, persona con discapacidad, había soñado que su equipo iba a ser campeón.

Al final el joven, de 25 años, tenía razón: valieron los rezos durante todos estos días y el partido. Barcelona se quedó con la estrella 16.

Y así como Plaza, miles de hinchas soñaron el momento de dar la vuelta olímpica en el estadio de Liga de Quito.

Mientras que la hinchada fue una locura, ‘en gajo’ salieron de sus casas; nada de toque de queda, la gente quería celebrar, era la hora del desahogo, de festejar la fiesta del barcelonismo en la calle.