La sangre se diluía lentamente en el asfalto con la lluvia que arreciaba a Guayaquil este 8 de febrero. El joven que fue asesinado a las 20:00, horas antes, llevó una silla a la esquina de la 11 y Sucre para ver jugar un partido de vóley.

Momentos después, un sicario que se movilizaba en moto, cambió la euforia del encuentro por el sonido de seis disparos. El olor a pólvora llegó. Luego de ello, los gritos no tardaron cuando vieron la escena: ese mismo joven quedó tendido en la silla, con la cabeza hacia atrás por los impactos de bala.

La escena del crimen, inicialmente, se llenó de amigos y familiares que taparon al cuerpo con una bolsa negra. Cuando llegaron las autoridades y descubrieron el cadáver, la tensión regresó: los familiares se abrazaban con más fuerza y gritaban.

Otros se preguntaban el por qué, pero esa es una explicación que se desconoce de momento, dado que las autoridades se encuentran investigando los motivos del crimen.

Sin embargo, la comunidad se tornó en contra de la prensa e impidieron su trabajo. Amedrentaron al equipo y, aludiendo a la banda de ‘Los lobos’, una parte de los conocidos de la víctima aulló. 

Incluso, las autoridades, quienes estaban presentes, no brindaron las garantías para poder estar en la escena. Tampoco dieron una rueda de prensa, dadas las condiciones hostiles.