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Con altares adoran a Satanás. Hacen rituales, pactos y sacrificios para ser “protegidos” y evadir la justicia, pero no siempre les sirve.

¿En qué creen en el bajo mundo?

Con altares adoran a Satanás. Hacen rituales, pactos y sacrificios para ser “protegidos” y evadir la justicia, pero no siempre les sirve.

Este reportaje surge de una cruda y singular realidad... Un cuarto. Una luz tenue favorece el ambiente sombrío de esa casa ubicada en algún punto de Guayaquil. Allí se levanta un altar presidido por la estatuilla de la Santa Muerte. Sus adoradores son sujetos al margen de la ley, entre los que se cuentan atracadores, narcotraficantes y muchos de los que integran el bajo mundo.

Este macabro acto es la señal de una ‘devoción’ que le guardan a esa figura por supuestamente protegerlos al momento de hacer sus fechorías. La veneración que dicen tener por esa figura es tan ferviente que sacrifican animales, entregan diferentes ofrendas, hacen oraciones e incluso llegan a brindarle una copa del licor que más le agrada al devoto. Esto, paradójicamente, para agradecer el ‘éxito de la vuelta’.

Pese a todo, sus pactos de amparo no siempre sirven. Un ejemplo es lo ocurrido el pasado 6 de abril cuando un sujeto fue detenido por el robo de un vehículo en la ciudadela Martha de Roldós, del norte del Puerto Principal, y pese a tener en su bolsillo una cabeza tallada en piedra, envuelta en un billete de cinco dólares, cayó en manos de los agentes.

Según explicó el psíquico Ángel del Amor ese atado sería la señal de su pacto con la Santa Muerte y obedecería a un ritual de magia negra. Aclaró que estas prácticas son comunes entre infractores: “el delincuente nunca busca estar con el bien, nunca lo van a ver con un rosario. Ellos buscan maldad para que el diablo los guíe. Y el diablo es la Santa Muerte”, aseveró el experto en el tarot.

Añadió que el 95 % de las personas que delinquen realiza la oración del Santo Justo Juez, que sirve —según creencias— para dar más fuerza a la protección que reciben. “Eso es magia negra. Yo, por el contrario, soy un maestro de magia blanca”, explicó. Ángel del Amor precisó que la diferencia está en la bondad o maldad del fin que buscan.

El fiscal, César Peña, quien ha estado al frente de diferentes unidades del Ministerio Público relacionadas con tráfico de sustancias prohibidas y muertes violentas, contó que, en seis años, solo en sus allanamientos ha encontrado al menos 180 altares elevados a la Santa Muerte.

El funcionario confirmó que la sensación de estar al frente de uno de estos altares es escalofriante, sobre todo, para quienes no están acostumbrados a observar ese singular comportamiento de muchos delincuentes.

Indicó que los mejor elaborados los han detectado en casas de personas que se dedican al tráfico de sustancias estupefacientes. “Esos altares tienen santos, velas, fotos de ciertas personas, huesos de cadáveres y, en ocasiones, cráneos que están siendo velados”, informó.

Peña recordó que “cuando ingresamos a los domicilios también es común hallar escrita en alguna hoja la conocida oración al Santo Justo Juez”.

Un informante encubierto de la Policía Nacional también confirmó que en Guayaquil esta práctica es común entre los delincuentes. Se ha establecido que los brujos son anónimos y trabajan exclusivamente para ciertas bandas.

Según confirmó una investigación habrían alrededor de seis hechiceros de magia negra en la urbe, en su mayoría asentados en el suburbio porteño. Otro detalle revelador que da la fuente es que la mamá de un conocido líder de una banda local sería una de las brujas más cotizadas por los criminales. Lo anterior por una curiosa y no comprobada razón: “tendría hechizos que evitarían que las balas los penetren”. Algo que se sale de la lógica.

El informante planteó una solución: “cuando me dicen que alguien está ‘curado’ —así le dicen— busco a una persona de confianza que me dé protección”. Señaló que estas prácticas no solo se llevan en viviendas. También las hacen a diario en las cárceles del país.

“Hacen sus oraciones, con imágenes que suelen colocar debajo de sus camas, para pedir que las autoridades fallen a su favor y para que al volver a la vida delictiva se hagan invisibles ante los ojos de los policías y fiscales”, detalló.

Es de reseñar que ninguno de estos hechos han sido sometidos a una investigación oficial. La brujería no es considerada delito por el Código Orgánico Integral Penal (COIP).

“Los brujos son heredables entre bandas”

El maestro Ángel del Amor reveló que generalmente “los brujos son heredables entre bandas (...), porque tienen mucha fe en ellos y son tan ciegos que cuando son detenidos, incluso, no dejan de nombrarlos a cada momento”.

Esto lo corroboró el fiscal Víctor González, de la Unidad de Flagrancia, quien confirmó que en las audiencias, los delincuentes suelen nombrar a sus hechiceros de manera repetitiva y también hacen el rezo del Santo Justo Juez.

Sin embargo, en esas diligencias dejan de tener acceso a los objetos envueltos con los que supuestamente sellan sus pactos. El experto comentó que “antes la delincuencia usaba el ritual de la ouija, para saber cómo le iría, pero ya no se usa.

Empezaron con estos rituales de santería desde que llegaron brujos cubanos al país. Hace ocho meses, en Quito, encontraron un altar cubano en la casa de una banda de ecuatorianos”.