Exclusivo
Buena Vida
Los Reyes Magos antiestrés
Llegan de Oriente a caballo de la filosofía zen. Se llaman Descanso verbal, Sosiego visual y Placidez corporal y traen el mejor regalo: el remedio para las tensiones en una época en que todo va demasiado rápido y no podemos parar. La monja budista Kank
¿Le gustaría que el mes de enero le obsequiase con un cambio positivo y duradero para su vida además de los tradicionales regalos que recibirá de Melchor, Gaspar y Baltasar?
Existen otros tres Reyes Magos cuyos regalos son psicológicos y cuya poderosa magia puede ayudarnos a mantener a raya el estrés en estos frenéticos y, a menudo, alienantes tiempos en que vivimos. Es uno de los mejores obsequios para comenzar el año que se despliega ante nosotros como una página en blanco.
En vez de oro, incienso y mirra, traen en sus alforjas remedios para calmar nuestra mente y cuerpo, salpicando nuestras actividades con pequeños toques de consciencia y concentración y recuperando la percepción del momento presente.
Los nombres de estas tres majestades del bienestar son Descanso verbal, Sosiego visual y Placidez corporal, y la monja budista francesa, Kankyo Tannier, nos explica por qué es bueno darles la bienvenida a nuestra vida y como aprovechar los dones que nos ofrecen.
Aprender de nuevo
Tannier se encarga de gestionar su blog, así como de las redes sociales de un monasterio y algunas asociaciones budistas, y vive en continuo contacto con la naturaleza y también se deja caer por las grandes ciudades, donde realiza distintas actividades, como impartir conferencias.
Esta seguidora del zen, una escuela budista centrada en la meditación y el despertar de la consciencia; además es hipnoterapeuta y ha profundizado en la programación neurolingüística.
Basándose en sus conocimientos y experiencia sobre el funcionamiento del cerebro y en sus prácticas espirituales, Tannier ha desarrollado una pedagogía del silencio, como herramienta para reconectarnos con nuestro mundo interior, reducir nuestros niveles de estrés, ansiedad y carencia, y adentrase en la senda de la felicidad.
“El silencio no tiene nada que ver con la ausencia de ruido, está más relacionado con la concentración y la plena consciencia”, asegura esta autora.
“Se trata de aprender a oír de nuevo, el espacio entre las palabras, la calma después de la tormenta y el paso del tiempo. Aprender a paladear de nuevo, el gusto de un instante, el sabor de un plato, la espuma de los días y el calor del fuego. Aprender a sentir de nuevo, el contacto de las manos, un corazón palpitante, el espacio que se abre y el tiempo que se detiene”, explica Tannier.
Esta monja laica propone cultivar ‘La magia del silencio’, precisamente el título de su último libro, en sus tres tipos: “el silencio de palabras, para poder captar realmente lo que sucede a nuestro alrededor; el silencio visual, para que nuestra mirada sepa prescindir de la información inútil; y el silencio corporal, para aprender a escuchar lo que nuestro cuerpo nos dice”, indica.
Esos tres silencios son los Magos antiestrés que pueden cambiar nuestras vidas en el año que comienza, y Tannier explica cómo aplicar su magia mediante unos sencillos ejercicios que comparte en exclusiva con Efe.
Descanso verbal (el silencio de las palabras)
“Las palabras nos permiten comunicarnos y hacernos entender, identificar los objetos y delimitar el entorno, pero también hay que aprender a callarse, guardar silencio y observar, lo cual es un lujo supremo”, según Tannier.
“De entre todos aquellos que no tienen nada que decir, los más agradables son los que guardan silencio”, señala esta monja, repitiendo una elocuente frase del académico francés del siglo XVIII, Nicolas de Chamfort.
También recomienda desactivar, en la medida de lo posible, las palabras que no llegan a pronunciarse y que siguen desfilando en el interior de la cabeza, “generando una vocecilla interior llena de ideas, pensamientos y reflexiones”, afirma.
Tannier recomienda relajar la mandíbula y hacer un gran esfuerzo para no hablar durante cinco minutos, concentrando la atención en la lengua y aprender a relajarla totalmente.
“Cuando verbalizamos algo e incluso cuando nos hablamos mentalmente la lengua también se mueve y, si logramos dejar este órgano muy relajado, el número de pensamientos y nuestro diálogo interior decrecen”, señala esta monja a Efe.
Sosiego visual (el silencio de las pantallas)
“Cuando saltamos de una pantalla a otra -de la tableta al televisor, pasando por el teléfono-, de manera automática y a lo largo de todo el día, estamos atrapados en una realidad virtual que, la mayoría de las veces, nos reaviva las carencias y las fragilidades emocionales y nos genera una especie de inquietud, de estrés”, explica Tannier.
Cuanto más conectados estamos al mundo digital y nos afecta la hipnosis de las pantallas y la contaminación visual, más nos olvidamos el lugar en el que nos encontramos y más nos distraemos de la realidad, según esta budista.
Tannier describe a Efe un ejercicio que puede ser muy útil para relajar la vista:.
“Ponerse todas las mañanas las palmas de las manos sobre los ojos durante uno o dos minutos, lo cual va a tener como efecto llevarnos a nuestro interior, creando una especie de burbuja que nos rodea y dentro de la cual podemos relajarnos y soltar las tensiones”, asevera.
Placidez corporal (el silencio del cuerpo)
Muchas veces no somos conscientes de la importancia del cuerpo, no solo desde una visión estética, sino desde la certeza de que está en estrecho contacto con la realidad y de que, además de respirar y digerir, experimenta emociones y resuena con ellas, según Tannier.
“Apartarse del cuerpo permite rehuir cualquier emoción negativa y permanecer en la superficie de las cosas, pero a veces una emoción no escuchada - el estrés prolongado, una tristeza o un malestar cotidiano- se expresa en forma de una hipertensión, una úlcera de estómago o un eczema”, afirma la especialista en zen.
“En estos casos, el cuerpo rompe su estado de silencio natural y grita a su manera por medio de los males psicosomáticos para enviarle al cerebro un mensaje, una petición de cambio”, incide.
Tannier ha observado que las personas no siguen habitualmente las normas del bienestar corporal, y una de las más sencillas consiste en seguir el ejemplo de los gatos, “que cuando cambian de posición se estiran. Estirarse, cada vez que uno pueda, es muy importante para sentir que se está vivo”, enfatiza a Efe.
Otro ejercicio que la autora propone para activar nuestra presencia corporal es sentarnos en silencio y tomar conciencia de las emociones que sentimos en el cuerpo:.
“Permanecer en la simple observación de lo que ocurre, por medio de una actitud interior de acogida ilimitada. Observarlo todo, como si fuéramos un gran espejo curioso, y dejar que todo desaparezca tan deprisa como ha aparecido”, indica.
“La práctica habitual y sostenida de estos tres silencios, es la única vía de acceso al autoconocimiento, pero no de tipo intelectual sino de un tipo primitivo, instintivo, natural, que nos lleva a reencontrarnos con nuestra naturaleza original. Y cuando estamos más conectados con la vida auténtica y sencilla, nos sentimos mucho más felices”, recalca Kankyo Tannier.