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Barcelona ha demostrado ser un equipo de “la mitad más uno”. Hoy, domingo 27 de noviembre, se juega el partido más importante de este año.Archivo / Extra

Este es un once ideal de corazones amarillos

Barcelona ha demostrado ser un equipo de “la mitad más uno”. Hoy, domingo 27 de noviembre, se juega el partido más importante de este año.

Barcelona ha demostrado ser un equipo de “la mitad más uno”. Hoy, domingo 27 de noviembre, se juega el partido más importante de este año. Solo necesita un punto para ser campeón y lo puede obtener si empata con su vecino de patio, su archirrival Emelec. Sus fanáticos suelen poner en un altar al Ídolo, ningún otro equipo es mejor que los amarillos -dicen- cuando se les pregunta sobre su pasión futbolera. En Guayaquil se venden decenas de artículos relacionados con el ‘sporting club’, flamean banderas en ventanas de casas o en antenas de autos. En la Bahía ya se ha demostrado que el comercio se aviva con Barcelona.

Ahora se ven tantos hinchas que EXTRA decidió buscar un ‘once ideal’ de fanáticos, solo por mostrar que hay una variedad de corazones amarillos en Guayaquil y en el resto de Ecuador. Los seguidores tienen todas las edades y profesiones.

En el arco ponemos a Diana Mora porque se califica como barcelonista de nacimiento. Su madre se lo inculcó desde pequeña y ella continúa con el legado hacia sus dos hijos, tiene 30 años. Entre risas, Mora recuerda que en una ocasión lanzó “un balde de agua” a dos hinchas azules, porque estaban festejando el triunfo de Emelec en un clásico. Situación que provocó a los emelecistas y lanzaron piedras a su casa y quebraron los vidrios de la ventana. Mora es contadora pública y narra que en su trabajo, su jefe y sus compañeros “son barcelonistas”. Y cuando hay partidos salen temprano para ver los encuentros deportivos.

Para la defensa está un miembro de la Infantería de Marina. Él es Cristhian Briones y por su ocupación no puede ir al estadio siempre, pero sí se considera “hincha barcelonista al 100%”. Briones, de 24 años, colecciona las camisetas originales de su equipo desde el 2008. Y cuenta que su enojo es evidente cuando el equipo pierde, mucho más contra Emelec. El uniformado narra que en un oportunidad ganó una apuesta de USD 200 en un clásico frente a los azules. En su profesión no hay inconveniente por ser amarillo. Su amor por el equipo es tanto que su lugar de trabajo es a lado del “Templo”, como llama al Monumental, en la base San Eduardo.

En la zaga le acompaña el relojero Raúl Bravo, de 31 años. Su puesto a pocos metros de la Facultad de Comunicación Social, lleva el nombre de Barcelona. Bravo tiene 13 años en este oficio. En su anterior local pintó dos escudos del equipo canario. Hoy mantiene un kiosko donde atiende a personas de todos los equipos, Bravo cuenta que en el trabajo se debe ser “profesional”. Aunque no se considera un fanático, apoya a su equipo en cada encuentro con los mejores deseos.

En la misma línea defensiva está Anthony Olvera, “un hincha a muerte por Barcelona”. El estudiante de Sociología cuenta que para un clásico le tocó ir “chiro” al estadio y tuvo que “retaquear”, es decir pedir plata para comprar la entrada y lo hizo sin ninguna vergüenza. Olvera solo quería ver jugar al “ídolo”. Como su novia es “amargada” (lo dice con una sonrisa) - emelecista- a veces se molesta cuando va al Monumental.

El último defensa de esta alineación de hinchas es Kelvin Freire. A él le gusta el juego del ‘Kitu’ Díaz y Álvez. Kevin tiene ocho años y le parecen “bacansísimos los jugadores que meten goles”. Cuando se le pregunta las razones por su amor a Barcelona responde que cuando era “chiquito” le llevaron al Monumental y desde ahí canta: “un solo ídolo tiene el Ecuador”.

En la media cancha aparece un hincha experimentado, Fernando Larenas; chileno de nacimiento, ecuatoriano por nacionalidad, quiteño por pasión y amarillo por amor. “Fue amor a primera vista”, dice el periodista y columnista del diario El Comercio de Quito. En 1981 vio jugar al Ídolo en el estadio Modelo y ahí se enganchó. En esos días no había hecho clic con ningún equipo, pero los amarillos lo atraparon. El periodista de 62 años explica que en el ejercicio de su oficio es común “ser llevado por las pasiones” y por eso en ocasiones prefería no hacer coberturas deportivas porque conocía que, si jugaba Barcelona, podría ser una debilidad.

En este medio campo de la alineación de los hinchas también corre Pedro Álvarez, que es de la misma generación que Kelvin Freire. A Pedrito le gusta Barcelona porque “gana siempre”, últimamente se ha emocionado más porque cada vez que revisa la tabla de posiciones ve a los toreros en el número 1. Los 5100 m² del Monumental también son los culpables de este amor; cuando pasa por el estadio reconoce cómo impone respeto la casa de los amarillos. A Gabriela González también le sedujo el Monumental cuando era chiquita, de hecho le gusta vivir cerca del estadio amarillo. Ella es oriunda de Lomas de Sargentillo y ahora trabaja en el departamento de cobranzas de una empresa guayaquileña. Es una profesional en lo que hace, pero en una ocasión ganaron sus ganas por ir al estadio y faltó al trabajo; una travesura que ahora es un buen recuerdo porque Barcelona vale la pena.

Los tres últimos jugadores de la alineación de hinchas son Daniela Díaz, Lenin Mora y María Rivera. La primera es una maestra de 23 años e inculca el respeto y la diversidad entre sus pequeños estudiantes. Los padres y los niños celebran los triunfos de los hinchas de cualquier equipo y respetan los gustos por otros clubes. Con ese ejemplo (y por su amor al Barcelona) organizó un clásico del Astillero con los pequeños de primer grado de la escuela. El segundo ha sido un poco más drástico en sus decisiones. Mora tiene 33 años y se rapó la cabeza, la había apostado en un clásico. Tan presente tiene la anécdota que guarda el moño trasquilado. Finalmente, para cerrar este equipo, está una hincha a quien no le importan los resultados. María está ahí gane o pierda y hace lo que sea por los toreros. Tras la muerte de su tía que era hincha de Barcelona y después de la estrella 14 en 2012 se tatuó el escudo del club torero en su espalda, a pesar de que en su trabajo no permiten usar distintivos de ningún equipo. Su jefe conoce de su amor por Barcelona y son permisibles para que ella pueda alentar a su equipo. Rivera es miembro de la Sur Oscura.