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¡Descuartizaban por ‘don Sata’!

A la autodenominada secta de los Uñas Negras se le comprobó dos asesinatos, en 2011. Fueron sentenciados con una ley anterior que podría beneficiar su salida.

Foto de Sistema Granasa
Los siete Uñas Negras sentenciados. No encontraron a los demás.

Rituales satánicos, asesinatos, cuerpos descuartizados y esparcidos en medio de la basura o terrenos abandonados, fueron escenas que conmocionaron al Ecuador. Y no se trata de la narrativa de una película de terror, sino de un resumen de lo que una banda de criminales perpetró a finales de 2011, en Guayaquil.

Pero ellos no se consideraban asesinos. Se autodenominaron Uñas Negras.

Eran miembros de una secta satánica, a la cual se atribuyeron dos muertes: la de un adolescente, de 17 años, y la de un joven, de 20, identificado como Ángel José Estrella Gutiérrez, más conocido como Papel o Papelito.

“Somos una organización que adora a Satanás. No hacemos el mal a las personas buenas, sino a las personas que hacen el daño...”, adujo Fidel Andrés Palomino Alaus, uno de los culpables, durante el juicio en el que se sancionó con 25 años de reclusión mayor especial a él y a seis individuos más.

Los otros integrantes son José Humberto Vera Sánchez, Eduardo Javier Salas Pazmiño, Félix Jhonny Rosales Nazareno, Eduardo Enrique Rodríguez Aguayo, Carlos Eusebio Caicedo Morales y Johnny Moisés Alvarado Holguín, todos detenidos tras la delación de dos de ellos.

Para la Policía fue un caso complicado, porque nunca consiguió completar los cuerpos. Por eso Papelito fue sepultado sin su cráneo, el mismo que los sujetos habían ‘paseado’ a finales de aquel año en diferentes barriadas del noroeste porteño, dentro de un balde, según sus propias versiones.

Los investigadores tuvieron que desplegar varios recursos, como una retroexcavadora que usaron para levantar el terreno donde se asentaba una de las covachas usadas para sus rituales, pues presumían que ahí podían estar las partes que faltaban, pero nunca fueron encontradas.

Los sujetos eran temidos por la frialdad en la que cometieron y contaban los hechos. Ahora existe una posibilidad de que accedan a un beneficio legal que les permitiría recuperar su libertad. Se trata de la prelibertad, una medida contemplada en el Código Penal anterior, que establece que una persona que ha cumplido el 40 % de su pena pueda seguirla cumpliendo fuera de la cárcel.

El fiscal César Peña Morán, quien en aquella época fue abogado del procesado Eduardo Salas, explicó que para acceder a ese beneficio es necesario que el reo que lo solicita se encuentre antes en un área de mínima seguridad y que los reportes acerca de su conducta lo favorezcan. “Caso contrario, no pueden acogerse a ese derecho”, sostiene el jurista.

En los registros de la Función Judicial consta que cinco de los sentenciados han pedido ser considerados para continuar con sus penas en un régimen abierto, pero eso aún no se ha resuelto. La última notificación en ese proceso data de agosto de 2018.

Detalles

Ayunaban antes de los rituales

En sus versiones, los Uñas Negras revelaron que no le tenían miedo a nadie y que antes de sus rituales de adoración al diablo hacían ayunos y vigilias.

Además, detallan que supuestamente buscaban limpiar su zona de las personas malas. Es por eso que habrían matado al adolescente, porque este les habría sugerido atacar a una pareja de adultos mayores, creyentes en Dios.

En su declaración Fidel Palomino aseguró que no se metían con personas así y que por eso habrían actuado en contra de la que identificaron como su primera víctima, de las dos que los investigadores les atribuyeron.

De los siete involucrados, solo dos no están en el Centro de Privación de Libertad Regional de Guayas. Según el sistema del Ministerio de Justicia, Ronny Alvarado se encuentra recluido en Latacunga, mientras que Fidel Palomino permanece en la cárcel de Turi, en Cuenca.

Este último era considerado uno de los líderes de la secta, por sus conocimientos de Satanás, según la declaración que hizo Salas durante el proceso.

Sin embargo, el resto lo señaló a él como el jefe y lo calificó como la persona que habría liderado los descuartizamientos. Esto último, él nunca negó.

“Cuando me buscó dijo que lo habían buscado para que les ayudara a cortar los cadáveres y que él supuestamente no tenía nada que ver. Por eso enseguida le recomendé que tenía que confesar lo que sabía y decir dónde estaban los demás involucrados”, añade el abogado.

En consecuencia, los investigadores encontraron a Palomino y este también delató la ubicación de los demás, pero al final, ninguno recibió una pena diferenciada, porque a todos los sentenciaron como asesinos.

El entonces comandante zonal de la Policía, coronel Patricio Pazmiño, sostuvo que -de acuerdo a sus investigaciones- comprobaron que Salas lideraba la banda, Palomino acuchillaba a las víctimas, Rodríguez proveía de un inmueble para los crímenes, Rosales compraba las sierras que usaban para desmembrar los cuerpos y los otros se encargaban de dispersar los restos.

Asimismo, en esa entrevista, el oficial reveló que aún faltaban otros cinco descuartizadores por detener, pero no hubo más noticias de aquello.

La cantidad de involucrados se mantuvo igual desde el inicio hasta el final juicio y, si existían esos otros cómplices, siguen libres, al igual que otros dos sujetos que son mencionados en las declaraciones que están dentro del expediente.

Esos individuos son supuestamente extranjeros, un español y un puertorriqueño. ¿Seguirán entre nosotros? (SCM)