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Carolina Llanos: “Aquí las paredes oyen... tengo miedo”

La supuesta autora intelectual del asesinato de su primo Carlos Humberto Llanos, su esposa y su hijo menor de edad en Quinsaloma habló en exclusiva.

CASO QUINSALOMA
Carolina Llanos saliendo de la Corte Nacional luego de su audiencia en 2012.Henry Lapo/ Extra

Es día de visitas conyugales y el calor castiga una mañana de miércoles de 2012 en la cárcel de mujeres de Guayaquil. A las 11:00, los 32 grados de temperatura bañan literalmente de sudor los cuerpos de los guardias que custodian las tres puertas de acceso al centro de reclusión, ubicado en el kilómetro 16,5 de la vía a Daule, junto a la Penitenciaría del Litoral.

Además del camuflaje, el policía de tez cobriza que resguarda el primer umbral que da a la calle lleva un pesado chaleco antibalas, camiseta interior blanca, gorra y botas negras. Luego de cruzar un sendero culebrero de metal, sale de una pequeña caseta de control y pide la cédula. “No se puede ingresar cigarrillos”, ordena y decomisa la cajetilla, aunque permite llevar el encendedor.

Un camino irregular de tierra árida, separado de la avenida solo por mallas de metal, conduce a una enorme puerta negra donde hay tres personas inquietas tratando de ingresar con víveres para encontrarse con sus parejas que pagan condena.

Al golpear, otro guardia asoma su rostro por una ventanita y abre una de las hojas para preguntar: “¿A dónde va?”. El destino era Cuarentena A, donde está recluida Geomar Carolina Llanos Romero, condenada a 20 años de cárcel por ser la autora intelectual del asesinato de su primo Carlos Humberto Llanos Avendaño, de 37 años; su esposa Silvia Alexandra Parco Valverde, de 29; y de su hijo de cuatro años, ocurrido el 4 de agosto de 2011 en la finca María José, en el recinto Balcerío, ubicado en el cantón Quinsaloma, provincia de Los Ríos.

Ella guarda prisión por este triple crimen desde el 17 de enero de 2012 por orden del juez Sexto de Garantías Penales de Ventanas, Jimmy Iza Barahona. La instrucción fiscal concluyó el 21 de mayo de ese año, pero las secuelas de la prisión no terminarán nunca.

Carlos Guaray, Leonidas Eloy Barragán Abril, Édgar Eduardo Martínez Franco y José Manuel Véliz Sánchez también rindieron su versión de los hechos, pero este último reveló que Llanos Romero habría pagado por el asesinato.

Al ingresar, una mujer policía pide otra vez la cédula y el nombre completo de la interna, caso contrario se suspende la visita hasta el próximo miércoles.

Luego, el huésped temporal es conducido a otra garita, donde se deja el documento de identidad antes del respectivo cacheo, donde hasta la suela de los zapatos es revisada con rigurosidad, al menos ese día. Finalmente estampa dos sellos en el antebrazo y adentro.

TRAS LOS MUROS

Segundos después, decenas de mujeres aparecen a la vista, unas recostadas en un jardín en declive, debajo de las pocas hojas que le quedan a un árbol para protegerse del calor, y otras caminando por uno de los dos patios de la parte frontal del centro. No usan ropa especial ni maquillaje, solo licras y camisetas.

“Hola lishenshiado”, grita una de ellas en tono pícaro al ver pasar al ‘turista’ hasta el patio interno de la cárcel, donde Carolina está sentada en el piso, en la esquina de su pabellón, escuchando con audífonos la canción Almohada, de uno de sus ídolos, el mexicano José José, y bordando sobre sus piernas la imagen de una niña futbolista en una tela blanca de 20 centímetros por 30.

Su cabello castaño oscuro brilla al sol y contrasta con el color blanco de su piel y sus ojos cafés. Luce una camiseta azul marino sin mangas de cuello redondo, jeans y zapatillas blancas estilo Crocs. A simple vista parece una mujer reservada, callada, introvertida. Su concentración se interrumpe abruptamente cuando la aborda un desconocido.

Mira a su alrededor como si alguien la acosara y prefiere la intimidad de su celda de tres por cuatro, la primera de un largo corredor, para contar su historia, mientras todas observan con curiosidad al extraño que acompaña en día de visita íntima a la popular mujer que salió en todos los periódicos y noticiarios del país, no solo por su implicación en el triple crimen en Quinsaloma, sino por ser la madre de los mellizos del exasambleísta de Sociedad Patriótica por la provincia de Los Ríos, Tito Galo Lara Yépez, a quien conoció en 2008 durante la campaña para la Alcaldía de Quinsaloma del gutierrista Freddy Buenaño, que finalmente ganó las elecciones.

Para llegar a su calabozo hay que pasar por una especie de antesala, donde tres hombres conversan con sus respectivas parejas sobre la vida allá afuera, sus hijos, padres, hermanos, amigos, conocidos.

La figura de Carolina es imponente. Su metro setenta ocho de estatura y su esbelta figura llaman la atención. Sin embargo, “ya no soy 90-60-90... estoy gorda”, miente mientras precisa que fue una cotizada modelo ataché en Quito y que después se dedicó a la visita médica hasta 2007 con una línea oncológica para un importante laboratorio farmacéutico, donde ganó un premio a la mejor vendedora de la temporada.

LA VISITA

Al llegar, la puerta está cerrada. Se muestra segura, pero nerviosa. A las 11:10 golpea dos veces y pide amablemente a una de las diez internas que comparten su espacio que le permita usar la hora de visita íntima.

Adentro, tres compañeras se sorprenden al ver al huésped, la miran, sonríen y se marchan discretamente. Hay cinco literas de cemento: tres del lado izquierdo y dos del derecho, junto a una estantería llena de objetos personales y enseres de cocina.

Al fondo, cuatro baños con los nombres de las usuarias pegados en cada puerta ubicados frente a un mesón donde cocinan los alimentos. Pese a lo estrecho del lugar, el toque femenino es evidente. Ella se prepara su comida porque teme un atentado en su contra.

Las camas están bien tendidas con sábanas limpias, hay fotos familiares y afiches de muñequitos en las paredes amarillas con frases de amor, esperanza y carteles celestes que tienen leyendas escritas con marcador azul y una que otra falta ortográfica: “sentir dolor es inevitable... sufrir es obcional (opcional)” o “al necio lo mata la ira... al codicioso lo consume la envidia”.

Al medio día, el ambiente es tranquilo y el olor a seco se pollo con arroz despierta el apetito.

Carolina se acomoda en una silla de plástico azul y marca distancias. Su rostro se endurece y espera tensa la primera pregunta sobre su vida.

LA HISTORIA

Nació en el sector Balserio, en Quinsaloma, hace 32 años. Ella es la última de cuatro hermanos. Sus padres Gualberto Llanos Secaira, de 68 años; y Mariana Romero, de 62, emigraron desde la provincia de Bolívar cuando eran muy jóvenes por la falta de oportunidades laborales en esa provincia.

En Quinsaloma se conocieron y dedicaron su vida a la agricultura en la hacienda María Isabel, de propiedad de sus abuelos paternos, quienes al morir dividieron el extenso terreno entre su descendencia. Además de Gualberto, sus tíos Augusto -padre del finado Carlos Alberto- y Laura también construyeron sus casas una junto a la otra. El tío Augusto dejó su tierra por un tiempo para trabajar como chofer de un vehículo fumigador del Ministerio de Salud en Babahoyo llevándose a toda su familia. A Carlos, quien era cinco años mayor a ella, lo veía solo los fines de semana, cuando llegaba con sus padres a la finca.

Por eso asegura que no se explica por qué la involucran en el crimen. Calla por un momento rebuscando en su mente, elucubrando supuestos motivos y armando escenarios posibles. De pronto, como si se le hubiera ocurrido una brillante idea, abre sus ojos, pone el dedo índice en su boca y recuerda que tuvo un altercado con la esposa de Carlos Humberto, Silvia Parco. No recuerda el año, pero sí el día. Era domingo y Carolina estaba reunida en su finca con sus padres, hermanos y cuñadas para ver una película.

De pronto, de la casa contigua sacaron un enorme parlante para escuchar música. El sonido era tan fuerte que retumbaba en las paredes. Carolina envió un mensaje de texto a su primo para pedirle que bajara el volumen. Minutos después, Parco llegó a la casa y le reclamó. La madre de Llanos se interpuso y le pidió que se retirara de la casa.

De inmediato, la señora llamó a su sobrino para contarle lo ocurrido, lo que provocó la ira de Silvia, quien regresó para insultarla. Carolina no aguantó el reclamo y se enfrentó a ella.

Este fue un motivo más para no frecuentar la casa de Carlos Humberto. Según ella, ya en el pueblo se hablaba de la “mala fama” de su primo, a quien le gustaba apostar a los gallos. Inclusive, en la declaración juramentada de Juan Fernando Rodríguez Lavayen ante la fiscal de Quinsaloma, Inés Barco Loor, se menciona a Carlos Humberto Llanos como el supuesto responsable del crimen de Darwin Abel Romero Pino, ocurrido el 6 de junio de 2011.

Según su testimonio, Kléber Ebered Romero Barragán vengó la muerte de su primo y al parecer contrató a Carlos Guaray para que asesine a Llanos Avendaño. Su madre Clemencia Avendaño confirma en su versión que a su hijo lo responsabilizaban de ese caso y agrega que días antes de su muerte él tuvo problemas con un sujeto no identificado, quien lo amenazó frente a un policía.

La madre de Silvia Parco, Libia Luzmila Parco Valverde, declara que su hija se separó de Llanos y fue a vivir en su casa en junio de 2011 porque la amenazaba con matarla si lo dejaba. “A los dos días, Carlos Humberto Llanos fue a buscarla y se la llevó”, relata la mujer.

Sin embargo, uno de los detenidos por la muerte del primo de Carolina y de su familia, asegura en su declaración el 22 de diciembre, que Guaray lo buscó para ir al río y vio cuando él y Llanos peleaban. Este último ganó el duelo, por lo que sus amigos se enfrentaron a Llanos y “se les pasó la mano”.

Véliz sostiene que le contaron que Carolina pagó para que los mataran. “Ella es prima del difunto y tenía relaciones con él, era su amante”, sostuvo.

Esta versión desconcierta a Carolina. Cuenta que en una ocasión, Carlos le envió un mensaje a su teléfono que decía “prima, usted me gusta”, el cual leyó en voz alta a su papá y a su mamá.

Ella dice que lo llamó para reclamarle por su actitud, pero él le respondió “tranquila, es una broma”, mientras la veía desde su balcón.

El día en que mataron a su primo, Carolina salía del Omnihospital luego de dar a luz a sus mellizos por cesárea. Entre los elementos por los que se la vincula en el caso están las llamadas hechas desde el celular del exlegislador Galo Lara a sus familiares en Quinsaloma el día del crimen para enterarse de ocurrido, ya que les habían dicho que algo pasó con los Llanos.

La última persona que habló con Carlos Humberto fue el policía Kleber Bladimir Ramírez Pazmiño, a quien contactó, según su versión ante las autoridades, para pedirle un préstamo para comprar dos caballos apache que le vendían en 400 dólares. “Le contesté compita estoy chiro, están baratos, que son robados y él me contestó tranquilo compita están bonitos, los tienen por adentro y me están vendiendo unos cuatrerillos... éramos bien llevados, nos hicimos amigos por los gallos”.

Sus ojos no se quedan quietos y sus brazos se entrelazan cuando habla de su hija de 19 años y de los mellizos, a quienes vio por última vez cuando la detuvieron a las 16:30 del 16 de enero al salir de un centro comercial de Guayaquil, donde compraba ropa para sus hijos. Este recuerdo desata una tormenta de lágrimas. Su pecho se retuerce del dolor y cubre su nariz con las manos, que se mojan de inmediato.

Trata de calmarse, pero a las 11:50 se otra vez se sobresalta cuando golpean la puerta con insistencia. Inquieta, con los ojos hinchados por el llanto, Carolina se levanta de la silla y abre. Entran cuatro internas de golpe, una de ellas con una bebé de meses en sus brazos. El calor asfixia, ni los dos ventiladores activados a la máxima velocidad logran aplacarlo. Las mujeres recogen unos recipientes de una estantería de cemento para poder almorzar y salen otra vez.

Ella trata de recuperar el aliento. Toma una funda de papel lila con el logo del perfume Ulric de Varens, donde guarda el proceso legal, y se indigna cuando denuncia que jamás le permitieron defenderse.

EL PROCESO

La Fiscalía de Quinsaloma giró la boleta de captura en su contra el 22 de diciembre de 2011 a las 16:55 y a las 16:58 el juez Sexto de Garantías Penales de Ventanas la recibió en su despacho, pese a que en vehículo hay 30 minutos de viaje entre las dos localidades. A las 17:00 del mismo día se despachó la orden de prisión.

Lo curioso es que el 5 de enero de 2012, la fiscal Barco niega el pedido de Llanos de dar su versión “ya que no tiene iniciada ninguna inculpación en su contra, por lo tanto aún no es parte procesal”.

Otra vez le invade la tristeza cuando el día de su captura tuvo que dejar a sus hijos en el carro con la niñera en el parqueadero del centro comercial hasta que alguien se encargara de ellos. Para ese momento, ya sospechaba que esperaba otro hijo de Lara.

Luego de varias audiencias, Llanos llega a la cárcel de mujeres de Guayaquil el 17 de enero. El infierno subió a la tierra el 19 de enero. A las 08:00, Carolina limpiaba los baños de la celda cuando una turba de internas entró violentamente. Una de ellas intentó sacar un cuchillo, pero este se enredó en su chompa. Mientras intentaba destrabarlo, sus compinches la golpearon sin piedad. Ella alcanzó a patear a una de sus agresoras y logró encerrarse en el baño. Los rodillazos en el vientre fueron tan fuertes que le provocaron terribles dolores durante varios días.

El 16 de febrero, Llanos solicita a la fiscal Barco que designe un médico legista para que se le practique una prueba de embarazo, lo cual fue confirmado por Daysi del Pilar Trejo Valdez, especialista acreditada por el Consejo de la Judicatura. Según el artículo 58 del Código Penal ecuatoriano, que determina que “ninguna mujer embarazada podrá ser privada de su libertad, ni será notificada con sentencia que le imponga penas de prisión o reclusión, sino 90 días después del parto”.

El sangrado vaginal y el intenso dolor producido por los golpes hicieron que recién el 8 de marzo se comunique a la entonces directora de la cárcel, María Belén Chérrez, quien dispone a Victoria Sánchez de Vera, médico del centro penitenciario, que se realice una evaluación. Ella sugirió que se la traslade de urgencia al centro de salud Santa Marianita de Jesús para una ecografía obstétrica. Sin embargo, Chérrez negó la salida de Llanos y pidió otra opinión médica. La ambulancia tuvo que retirarse y Carolina regresó a la celda.

La hemorragia no paró y los abogados de Llanos insistieron en que sea llevada a un hospital. Como ya no había ambulancia, la detenida tuvo que ser trasladada a la Santa Marianita en un vehículo particular, según informa en subteniente Leyver Mestanza Andrade, en el parte informativo.

Cuando Llanos llegó al lugar, se comprobó que el embrión de 8,5 semanas no tenía signos vitales, ya que “atención médica fue extemporánea”. Los médicos le suministraron medicamentos para expulsar el feto, pero la Directora de la Cárcel determina su inmediato retorno aún con el producto inerte dentro de ella.

Al día siguiente, los dolores fueron insoportables. Llora y toca su vientre como si se le movieran las entrañas. De inmediato regresó a la Santa Marianita, pero necesitaba atención especializada en el Hospital Enrique C. Sotomayor, donde le diagnostican aborto incompleto con sospecha de perforación uterina.

El 18 de marzo, Carolina es sometida a un legrado instrumental y a una cirugía de vesícula. El médico Warner Moreno dispone 30 días de reposo absoluto. Pero dos días después decide dar de alta a Llanos y lo demás es historia.

La rabia se apodera de ella y exige justicia con sus ojos llenos de lágrimas. “Quiero ver a mis hijos, esto es un infierno, jamás podré olvidarme de esta pesadilla”, reniega apretando los dientes para que nadie la escuche. “Las paredes oyen y tengo miedo”, expresa mirando a todas partes.

Mientras se define su situación legal, Carolina leerá, como todas las madrugadas, libros de superación personal y bordará el angelito de la justicia cuando le llegue un hilo especial.

¿Qué será lo primero que hará cuando salga? Irá sola a una iglesia, luego buscará un río donde se bañará para despojarse de las malas energías y después dedicará su vida entera a sus hijos lejos de su país. La puerta de la cárcel se cierra con un golpe seco. Son las 14:30 y Carolina vuelve a quedarse sola.