El esfuerzo de tejer días enteros tiene un objetivo: erigir un árbol de Navidad de 15 metros. Este coloso será la insignia de la solidaridad para 74 mujeres en situación vulnerable.

Alejandra Arteaga, mentalizadora de la iniciativa Tejiendo Sueños, relata que todo empezó por la crisis de la COVID-19. “Muchas familias se quedaron sin trabajo y es más difícil para las mujeres”, dice.

Su emprendimiento de tejidos se convirtió en el punto de encuentro para quienes perdieron su sustento, como las hermanas María y Lucila Yacelga.

María, de 54 años, trabajaba como empleada doméstica hasta el año pasado. Con la cuarentena, la familia a la que atendía prescindió de sus servicios.

Entonces encontró un refugio económico y emocional en el tejido. Y con ello ha podido pagar los gastos de sus nietos que dependen de ella. “Están estudiando y todavía necesitan un impulso”, insiste.

Apoyo

El objetivo de este proyecto es, además de dar trabajo a mujeres, apoyar a otras que estén en más vulnerabilidad, como las que pertenecen a la Fundación SOS Mamá y Compartamos con los niños del Ecuador.

En la primera entidad se acogen a madres que fueron abandonadas o que sufrieron violencia doméstica. “Hay algunas que no tienen ni para el pasaje... y están solas”, detalla Alejandra.

Algunas de ellas aprendieron a tejer y han entregado cuatro hojas del árbol que se armará en un centro comercial del norte de Quito. “Con estos meses de trabajo han podido sustentarse un poco”, añade.

Desde la segunda fundación se apoya a cuidadoras de niños con capacidades especiales. “Ellas, por ejemplo, no tienen ninguna posibilidad de trabajar fuera de casa y pueden tejer en sus hogares”, dice.

Pero no todas pueden confeccionar manualidades. Para el resto se recogen donaciones que les entregarán a medida que lleguen. Mientras tanto, las 74 tejedoras recibirán un pago de 70 dólares por las hojas del árbol que van entregando. Son cuatro en total.

Lucinda dice que depende de la rapidez de las manos, a ella le cuesta un poco más, aunque ya sabía tejer. “Trabajo medio tiempo y por eso me demoro un poco más”, advierte.

Ella también tenía un trabajo en quehaceres domésticos, pero con la pandemia le bajaron el pago y la jornada.

“Si con el sueldo completo no alcanzaba, imagine con la mitad”, comenta.

Ellas además de tejer las hojas del árbol también hacen los bombillos, los bastones navideños y los muñecos que acompañarán la decoración. “Todo se pondrá a la venta para recaudar fondos. Excepto las hojas”, aclara Alejandra.

Con cada cuatro hojas tejidas se realizarán cobijas que serán donadas a varios albergues, así como a los habitantes de calle, sobre todo del Centro Histórico.

A Lucinda, María y Alejandra la opción de tejer llegó en un momento clave de su vida. “Yo me divierto y me olvido de que me quedé sin trabajo”, bromea María. Para Alejandra es como una terapia a la crisis emocional. “Al principio no le veía el sentido, pero luego aprendí más y más”, dice.