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43 horas de sudor y coraje: así fue la operación rescate de los dos mineros de Ponce Enríquez

El jefe de los Bomberos cuenta cómo lograron salvar a dos mineros lojanos que quedaron atrapados. La motivación de los ‘salvavidas’ fue crucial.

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Momento en el que operan dentro de la mina.Cortesía

Eran las 18:20 del jueves cuando los bomberos del cantón Ponce Enríquez, Azuay, supieron que dos obreros habían quedado atrapados en una mina de Muyuyacu -a 50 minutos de la estación-. Entonces, prepararon las herramientas, reunieron los equipos y partieron sin saber que sería una de las misiones más difíciles que cumplirían... Así empezó la operación rescate de los lojanos José Jumbo y Ángel Gallegos, que tardó 43 horas.

Al mando de Diego León, el jefe, una cuadrilla de 12 uniformados llegó al punto cero. El administrador de la mina les advirtió que Jumbo y Gallegos habían quedado retenidos en un paso que desembocaba en una galería. Tenían la certeza de que seguían con vida porque durante el colapso, un minero que estaba con ellos había logrado escapar y sabía que sus compañeros se habían puesto a buen recaudo allí dentro.

A las 20:00 arrancó la remoción de material. El derrumbe había dejado aquel espacio en condiciones, incluso, más adversas. Y eso ponía en mayor riesgo a los rescatistas. “Las galerías son reducidas, se carece de iluminación, hay humedad y se debe entrar con linternas”, detalla León. Pero eso no frenó a que continuaran con una tarea de vida... o muerte.

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León junto a la familiar de uno de los rescatados.Cortesía

Sin embargo, tan complicada era la operación, que debieron pedir el apoyo de 12 empresas mineras. Cada una colaboró, en turnos de tres horas, con 7 u 8 obreros: capataces, paleros, técnicos... Ellos se convirtieron en una parte esencial del equipo.

En las primeras siete horas de rescate -a lo lejos- escucharon que Jumbo y Gallegos también intentaban retirar el material. ¡Vivían! Y eso era lo más importante. Pero los bomberos iban contra reloj, porque los mineros allí dentro no tenían agua, tampoco ventilación... se acababa el tiempo.

Desgracia

A las 16:00 del viernes, luego de 22 horas de incansable trabajo, ocurrió una desgracia. Un nuevo colapso en aquella mina derrumbaba la ilusión de los bomberos de hallar-rescatar con vida a los atrapados. ¡Qué pesadilla!

“El material era demasiado y no soportó toda la carga y la maniobra que se estaba realizando. Por eso, en cuanto a criterios técnicos y de seguridad, hicimos que todo el personal se retirara, tanto mineros como bomberos”, recuerda León con angustia.

Se perdieron equipos, herramientas. Pero nadie se iba a rendir. “Pensamos con la cabeza fría. Hicimos una nueva evaluación (...) Y se retomaron los trabajos en otro plan operativo”, detalla el bombero.

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Durante las labores de rescate.Cortesía

Así fue como decidieron entrar por una chimenea (excavación vertical o inclinada construida desde un nivel inferior a uno superior con la finalidad de transportar material) que había estado tapada desde hace muchos años. “La distancia era mayor, pero era el riesgo-beneficio, porque había un solo acceso. Si tal vez se optaba por empezar a cavar o a abrir un hueco, nos íbamos a tomar siquiera unas dos o tres semanas. Ya en ese tiempo hubiesen muerto”, añade.

Eran cerca de 30 metros de material atorado. Unas 25 toneladas. Para ello, se utilizaron tacos de dinamita -120 en toda la operación-. León cuenta que un administrador de minas, valiente y arriesgado, tomó su linterna y se abrió paso hacia una galería y llegó hasta donde más pudo.

El sábado, a las 07:00, los obreros empezaron a botarle piedras a aquel hombre. Escuchó que estaban bien. “Él fue el enlace para saber que seguían con vida, pero también quedó atrapado dentro de la mina, se iba a convertir en una tercera víctima”. No pasó. Seis horas después, a las 13:25, lograron abrir un acceso hacia Jumbo y Gallegos. ¡Eran libres otra vez! También el valeroso y anónimo administrador.

La operación rescate había terminado con final feliz. León asegura que sentía una emoción infinita. “Después de las 22 horas de trabajo, cuando todo se fue abajo, nos desmotivamos, pero sacamos a flote nuevas propuestas, más riesgosas, pero si no asumíamos, no hubiésemos podido sacarlos de allí. Hicimos felices a dos familias”, señala el bombero.

- Ustedes son valientes, están en lugares de donde los demás corren, le decimos.

- “Las más valientes son nuestras familias, porque saben que estamos expuestos, que si algo nos llega a pasar, no nos volverán a ver nunca más”, responde con solvencia.

Un aplauso para los salvavidas de Ponce Enríquez.

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Las herramientas que utilizaron.Cortesía