Exclusivo
Actualidad

Arajuno: Una enigmática tradición que hay en torno a la gente fallecida
Existen comunidades que entierran a sus fallecidos al pie de sus viviendas para que su espíritu les brinde protección. Aquí la historia
En la profundidad de la selva amazónica ecuatoriana, y también en Esmeraldas, donde el viento silba entre la vegetación espesa y las noches no conocen el silencio, algunas comunidades mantienen un ritual ancestral que para muchos resulta inquietante: enterrar a los difuntos en sus propios terrenos, incluso bajo las viviendas.
“Es para no sentir que se han ido del todo”, confiesa Segundo Tanguila, un adulto mayor kichwa de la comuna Shiwakucha, en Arajuno, Pastaza. En su voz hay más que nostalgia: hay creencia. Hay certeza.
Durante generaciones, los kichwas han sepultado a sus familiares dentro de sus fincas, algunos justo bajo el suelo donde duermen los vivos. Lo hacen no solo por respeto, sino porque creen que el espíritu del difunto sigue acompañando a la familia. “No da miedo, da consuelo. Si está aquí, lo soñamos, lo sentimos. Si lo enterramos lejos, se pierde”, afirma Tanguila.
En Mushu Ayllu, otra comunidad kichwa, pueden encontrarse cruces escondidas entre la maleza del patio. Muchos visitantes aseguran sentir “algo raro”, como si alguien más los observara.
Durante el entierro, la familia cocina los alimentos preferidos del difunto y deja un plato caliente sobre la tumba. Algunos aseguran que, al amanecer, la comida aparece movida, como si alguien la hubiese probado. “Hay quienes escuchan pasos en la madrugada o ven luces que se mueven cerca de las tumbas”, comenta Wilson Andi.
Shuar y Chachis se unen a esta tradición

En las comunidades shuar, cuando muere un ser querido, se realiza una vigilia armada. Se bebe chicha de chonta mientras los hombres montan guardia con lanzas. “No es por miedo a los vivos, sino por respeto a los espíritus. Si no se les cuida bien, podrían no irse. O quedarse enojados”, explica Santiago Nantip.
Los shuar también entierran a sus muertos bajo sus casas. “La casa se vuelve un santuario invisible”, añade Nantip.
En la costa norte, en las comunidades chachis de Punta Venado y Zapallo Grande, la historia se repite. Allí también existe la costumbre ancestral de sepultar a los seres queridos cerca de sus casas. “Lo hacemos para que no se vayan, para que sigan custodiando, guiando, hablando en sueños”, cuenta William Caicedo, de la comunidad Las Pavas.
Estas costumbres no son simples ritos antiguos. Son creencias vivas. Para estas comunidades, los muertos no se van: solo cambian de forma. Y mientras estén bajo la tierra que alguna vez sembraron o caminaron, siguen cuidando a los suyos.
¿Quieres acceder a todo el contenido de calidad sin límites? ¡SUSCRÍBETE AQUÍ!