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¡Ayudemos a Jesús!
La vida del niño, con 85% de discapacidad, depende de un respirador. Su familia ha acumulado una deuda que, sin ingresos, es imposible de pagar
La hora del baño del pequeño Jesús, de 3 años, es diferente a la de otros niños de su edad. Su mamá Miriam Matías lo asea en su dormitorio, que también es distinto a cualquier otra habitación infantil. Antes de pasarle varios pañitos húmedos por su piel blanca, la madre le da un masaje y le canta. Le canta con amor, enfatiza.
La hora del baño reemplaza a los juegos o los paseos que tal vez no puedan dar juntos. En su cuarto no hay juguetes, pero hay cuatro aparatos electrónicos sin los cuales no podría vivir: un respirador, un generador de oxígeno, un succionador de la saliva que no puede deglutir y una aire acondicionado que mantenga el ambiente a 22 grados.
Están conectados 24/7. Esto hace que la planilla de energía eléctrica de Miriam se dispare y sea difícil de pagar. Al menos, desde marzo ha sido imposible, porque su esposo Magno Granoble se quedó sin empleo. Era albañil.
Jesús duerme, come, se baña, vive sobre una cama hospitalaria. Yace inmóvil allí, en su cuarto, donde reina una paz que no se siente en el resto de la casa, ubicada en el sector Nuevo Ceibos, en el noroeste de Guayaquil. Afuera de la habitación de Jesús hay angustia, preocupación, hambre, sacrificios y miedos que se agudizaron con la pandemia por la COVID-19
Al hogar dejó de ingresar dinero que no fuesen los 240 dólares mensuales del bono Joaquín Gallegos Lara que el Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES) da a Miriam desde enero de 2019.
Es una institución con la que Miriam está agradecida. Sin ese dinero su niño hubiese padecido el hambre al igual que el resto de sus hijos -uno de 16 y otra de 9- durante el aislamiento. Si no hubiese sido por el apoyo de sus vecinos y de un tendero al que aún le debe 90 dólares, no sabe lo que hubiese hecho.
Sin embargo, cuando una funcionaria de esa cartera estatal la llamó la semana pasada para preguntarle: “¿por qué se había dejado acumular tanto la deuda de la luz?”, ella no supo qué contestar. A diario también se hace esa misma pregunta, pero con la planilla del agua, deudas en la tienda, de la casa y las necesidades de sus otros hijos, la única respuesta que tiene es: “no hay dinero porque no hay trabajo”.
‘Deudas’ era una palabra que Miriam no usó hasta el nacimiento de Jesús, el 3 de enero de 2017. Antes, tanto ella como su esposo trabajaban. Hoy, el 85% de discapacidad del bebé la mantienen pendiente de cada una de sus necesidades vitales.
A pesar de que el papá del niño consiguió trabajo como guardia en junio pasado, el virus lo alejó del empleo por un mes. Esto no solo volvió a dejar sin ingresos al hogar, sino que tuvieron que invertir el doble en implementos para prevenir contagios dentro de la casa, porque Jesús es un paciente de riesgo.
La deuda que acumuló en CNEL sobrepasa los 400 dólares, que por ahora son imposibles de pagar. El mayor miedo de Miriam era que les cortaran la luz, porque de esto depende la vida de su niño. Sin embargo, la empresa eléctrica aseguró que por esa condición no suspenderían el servicio.
No obstante, esa es una deuda que Miriam tiene que pagar y, aunque en el MIES le sugirieron que usara parte del bono para ir cubriendo las planillas, este no le alcanza.
La señora teme que sus deudas continúen creciendo. No duerme pensando en que cada día estas se acumulan. Si alguien desea ayudarla con alimentos, implementos de limpieza o dinero, pueden comunicarse con EXTRA al 0987113632.