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En un barrio de Guayaquil viven a orillas del peligro

En la 43 y Camilo Destruge, en el suroeste de Guayaquil, sufren los estragos que dejó el sismo y padecen con los oleajes

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Nellys Ortiz decidió quedarse en su casa. No quiere dejar el sitio y se aferra a poder apuntalar la vivienda cuando las condiciones económicas lo permitan.MIGUEL CANALES / EXTRA.

Una ventana de aluminio y vidrio conecta a Nellys Ortiz Aragón con el estero Salado de Guayaquil. Si se asoma, puede contemplarlo. También pescar un bagre de sus aguas lanzando un anzuelo atado a una cuerda de nailon. Pero ese espacio natural que siente suyo se ha vuelto un villano que espera el momento ideal para ‘devorar’ su casa.

Ese ‘adversario’ está quieto por ahora. Sin embargo, el viernes 24 de marzo, con el aumento de la marea, subió hasta la entrada del domicilio, ubicado en Camilo Destruge y la 43. Una clara amenaza de que en cualquier momento se puede meter y llevarse lo poco que tiene.

Otro ‘enemigo’ quiere acabar con el inmueble. Y este es más agresivo. Ya lo intentó una vez, pero falló. Es el sismo. El 18 de marzo pasado hizo remecer la vivienda de cemento y madera, y mandó al agua dos pilares del baño.

Yo sigo en mi casa, con miedo de que si vuelve a haber otro temblor se me pueda venir abajo”, comenta preocupada Nellys.

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La señora, de 75 años, tiene un trato tan dulce que tiernamente le dice “mi amor” a cada persona que conversa con ella. Tristemente, su sonrisa se apaga cuando habla del riesgo de su casa. Al estar adentro queda claro el porqué.

El piso es de tablones cruzados horizontalmente, separados entre sí con espacios del ancho de un dedo, que permiten ver que el estero está debajo. Las paredes son de cañas partidas en tiras y también de planchas de plywood, una madera fina. La fachada y el baño sí tienen paredes de cemento, aunque son una evidente minoría.

Al fondo está la ventana que une a Nellys con el estero. El aluminio de los filos, que recubre el vidrio transparente, está atornillado a cuartones. Un contraste que revela cómo la vivienda se fue haciendo al paso, con lo que había a la mano.

Nellys dice que un hijo, que vende espejos, pudo conseguir la ventana. Ella está orgullosa de tener un techo bajo el cual dormir, aunque últimamente, con las fuertes lluvias que soporta la región costera, tiene que colocar baldes bajo las goteras de las viejas hojas de zinc.

Y se rehúsa a irse de ahí. “Aquí cerca tengo el hospital Guayaquil, el mercado de mariscos”, comenta. Su deseo es que las autoridades dispongan la construcción de un muro al pie del Salado, para que los aguajes no los afecten.

En un comunicado, el Municipio informó que entre el 18 y el 21 de marzo se detectó 73 inmuebles con afectaciones arquitectónicas no estructurales, 6 con colapsos estructurales y 3 caídas de postes eléctricos. Daños que se presentaron, tanto en el casco urbano como en las parroquias rurales.

La Alcaldía, a través de la Corporación para la Seguridad Ciudadana, movilizó a 11 equipos para la evaluación de daños y análisis de necesidades.

Nellys cuenta que el miércoles pasado, cuatro días luego del temblor de 6,5 grados en la escala de Richter, cuyo epicentro fue en Balao, una delegación de la Gobernación del Guayas fue al sector para conocer los daños. Ella no fue la única afectada. Las casas de Álex Martínez y Alix Avilés también quedaron con problemas.

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Unas de las tres viviendas colapsó totalmente y está a punto de sumergirse en el agua.Cortesía.

Durante la visita se les entregó kits de alimentos y productos de aseo personal. La Gobernación detalló que “el bono de arriendo está entre las asistencias contempladas para las víctimas, así como la reubicación en un lugar seguro, dado los riesgos que corren las viviendas levantadas a las orillas del estero”.

IRSE O QUEDARSE, EL DILEMA

El muro con el que sueña Nellys es el mismo anhelo de Miriam Avilés. Ella es hermana de Alix, otra damnificada, cuya casa perdió el balcón de la planta alta a causa del remezón, obligándola a irse a vivir temporalmente fuera de la ciudad.

Su ñaña Miriam quedó al cuidado de la vivienda. Va todos los días a ver que no falte nada, pues recuerda que en años anteriores, cuando había aguajes, piratas se aprovechaban para acercarse a las casas desde el estero y robar las pertenencias. Algo que esta vez, por suerte, no ha pasado.

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“Aunque fue solo lo del balcón, de todas maneras quedó la estructura blanda y hay que arreglar eso. Con el temblor que hubo, también se cuartearon las paredes”, refiere Miriam, sobre los efectos del sismo en el domicilio de su hermana.

Insiste en que se les construya un muro que les evite las inundaciones. Y es que precisamente en estos días, el agua invadió el tramo final de un pasillo estrecho, de unos dos metros de ancho, que llega hasta la orilla del estero y también separa las casas de Nellys, Miriam y Alix.

Manuel Martínez, padre de Álex, el otro perjudicado, explica que su hijo junto a la esposa y sus dos hijas están en la casa de la cuñada, pues la vivienda que tenían en la zona cayó al pie del estero y está a un paso de hundirse por completo. Se quedaron en la calle.

“Mis nietas vienen en la mañana y con mi señora las tenemos aquí. Luego, cuando mi hijo y mi nuera salen de trabajar, las vienen a ver y de ahí se van”, dice Manuel.

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El drama que puede observarse desde lejos: el peligro de otras casas, a orillas del estero.MIGUEL CANALES / EXTRA.

Afortunadamente, en el momento del temblor, en el domicilio que colapsó no se encontraba su hijo ni su familia. Los vecinos gritaron, desesperados, “¡la casa, la casa!”, anunciando la tragedia. “Se escuchó un estruendo, como un crujido mezclado con un sonido parecido al de un trueno”, recuerda Manuel.

Los que se fueron no saben si regresar y empezar de cero. Nellys se aferra a su vivienda hasta que aguante, o la pueda apuntalar. Lo que el bolsillo permita. Así de simple, pero duro.