La nueva fase de la guerra contra el narcoterrorismo en Ecuador no solo busca recuperar territorios y controlar cárceles, sino también dar de baja a los cabecillas que lideran las principales estructuras criminales. Así lo confirmó el Ministerio de Defensa tras la reunión del Alto Mando Militar, que definió la estrategia para enfrentar a los grupos que operan en nueve provincias priorizadas: Guayas, Manabí, Los Ríos, El Oro, Carchi, Sucumbíos, Orellana, Zamora y Morona Santiago.

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Los cabecillas, objetivos de alto valor

Según el Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas, esta fase contempla operativos de precisión para capturar o eliminar a los líderes de las organizaciones que controlan el narcotráfico, la minería ilegal, el robo de combustibles y otras actividades criminales. Estos cabecillas han utilizado redes de corrupción, estructuras logísticas y alianzas con carteles internacionales para mantener su poder en distintas zonas del país.

“La meta es una sola: devolver bienestar, seguridad y paz al pueblo ecuatoriano. La consigna frente a las amenazas es clara: la cárcel o el infierno”, advirtió el general Henry Delgado Salvador, jefe del Comando Conjunto.

Estrategia militar: inteligencia y operaciones especiales

La ofensiva se apoya en tres ejes principales:

• Control territorial y ofensiva directa en las provincias más afectadas por la violencia.

• Fortalecimiento de la inteligencia para identificar movimientos, redes de apoyo y refugios de cabecillas.

• Operaciones especiales enfocadas en desarticular comandos armados y eliminar infraestructura logística, incluyendo bodegas, vehículos y maquinaria vinculada a actividades ilícitas.

Además, el plan contempla, según el comunicado, patrullajes permanentes, control de explosivos y retenes en zonas estratégicas, con énfasis en corredores fronterizos y vías usadas para el transporte de droga y armas.

El papel de las cárceles en la guerra criminal

El Ministerio de Defensa advirtió que los centros penitenciarios siguen siendo el “cuartel general” de varias bandas. Por ello, la estrategia incluye una intervención directa de las Fuerzas Armadas en pabellones de alta peligrosidad, con el objetivo de cortar las comunicaciones entre los líderes encarcelados y sus grupos operativos.

La prioridad será desmantelar las estructuras criminales internas, confiscar armamento y controlar el ingreso de explosivos y tecnología usada para coordinar ataques desde las cárceles.

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