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Las visitas conyugales en el Centro de Rehabilitación Social de Varones de Guayaquil tienen una duración de dos horas.Freddy Rodríguez / Expreso

Decenas de mujeres se amanecen para realizar la visita conyugal en la ‘Peni’

Carla viaja una vez a la semana desde la provincia de Santa Elena, para visitar a su amado. Tienen sexo en la misma celda que huele ‘fuchi’, según la joven. Duermen afuera del Centro de Rehabilitación Social de Varones para no perder su turno.

Carla pinta de rojo sus gruesos labios mientras se mira a través de un pequeño espejo que sacó de una cartera. Son las 07:00 del jueves y la joven, de 21 años, ha dormido un par de horas sobre un estrecho colchón afuera del Centro de Rehabilitación Social de Varones No. 1 de Guayaquil. Saca su maquillaje para seguir ‘guapeándose’ porque a las 10:00 tiene una cita romántica y ardiente con su esposo, una persona privada de la libertad (PPL), en su celda.

Este ‘ritual’ lo repite cada semana desde hace tres años cuando su pareja fue encerrada en la ‘Peni’ por tentativa de asesinato. Se pega el viaje de tres horas desde el cantón La Libertad, provincia de Santa Elena, hasta llegar al kilómetro 16 de la vía a Daule, para cumplir con la visita conyugal.

Ella es la número 15 en el grupo de aproximadamente 50 mujeres que aguardan ingresar al turno de 10:00 a 12:00. A las 07:00, decenas de féminas ya habían recogido sus colchones y abrigos. Todas se acicalaban para ‘encender’ a sus parejas.

“Desde que cayó preso mi esposo, nunca he dejado de venir. Lo amo mucho y por eso me pego el viaje para ‘estar’ (tener sexo) con él. La visita es la mayor felicidad del preso y más aún cuando es conyugal”, dice riéndose la peninsular.

Mientras colorea su rostro, se ajusta el yin azul, Carla recuerda que su vida dio un giro trágico cuando su querido, con quien convivía desde los 12 años, fue detenido. Se hizo cargo del cuidado de su hijo y empezó a trabajar alquilando motos acuáticas en Salinas. Pero por amor lo hace todo y separa un día a la semana (las visitas suelen cambiar de días) para dedicárselo a él.

Por eso, cuando la joven viaja al Puerto Principal, lo hace ‘cargada’ con su mejor maquillaje e intenta llevar la ropa más sexy para lucirla ante su esposo. Pero a veces le ha tocado cambiarse por las restricciones en cuanto a la vestimenta.

“Obvio que voy guapa y bien arreglada para que se alegre más al verme. Intento llevar la ropa más sexy para él, pero a veces los policías no nos dejan pasar vestidas así, pero voy preparada y llevo más ropa. Una tiene que ingeniárselas”, cuenta.

‘Paradito’ es todo

Carla confiesa que se pone como una chiquilla nerviosa cuando llega el momento de ingresar a la ‘Peni’. “Cuando lo veo lo primero que hago es darle un beso apasionado para encender la llama del amor”, lanza sin sonrojarse.

Adentro, Carla se pone fogosa y sin importar que las paredes de la celda estén sucias, llenas de garabatos y el mal olor del baño sea insoportable, ella y su esposo le ‘sacan el jugo’ a la visita.

“Lamentablemente adentro no es limpio, pero por lo menos mi esposo limpia para que yo me sienta a gusto y podamos tener relaciones. Por esa razón, en algunas ocasiones lo hacemos parados, porque las camas no son limpias. Incluso los presos cogen ese mal olor a baño sucio y húmedo”, asegura.

Durante las primeras visitas no se sintió bien. A pesar de estar solos en la celda, que comparte con otros 10 PPL, lo hizo con vergüenza, debido a que la puerta de barrotes es cubierta solo con una cortina.

“Dentro de la celda estamos completamente solos, pero las primeras veces tenía miedo de que algún curioso abriera la cortina para vernos, por esa razón también lo hacíamos mirando hacia la cortina”, detalla con una sonrisa.

Cuando están en pleno ‘cuerpeo’, los otros reos se ‘barajan’ hacia el patio.

Aseo afuera de la ‘Peni’

Después de “estar” con su amado, Carla alquila un baño fuera de la ‘Peni’ para asearse. “El agua adentro apesta. Yo prefiero alquilar un baño al frente de la cárcel”.

Y pese a todos los dilemas que ha tenido que afrontar desde que su pareja está encerrado, Carla resiste por amor.

“Lo amo con toda mi vida, porque fue mi primer hombre y es el padre de mi hijo. Aquí voy a seguir firme todas las semanas hasta el día que le toque salir”.

Rosa se mudó a Guayaquil

La esmeraldeña Rosa (nombre protegido) tuvo que mudarse a Guayaquil para visitar a su pareja todas las semanas en la ‘Peni’. “Cada viaje significaba un gasto de 60 dólares y estar en un bus por casi 24 horas entre la venida y la ida”, cuenta.

Hace dos años reside en Bastión Popular, noroeste porteño, y a pesar de estar cerca, ella llega a los exteriores del Centro de Rehabilitación Social a las 00:00, el día que le toca la visita conyugal, para ser la primera en la fila. “Lo más importante es ver a mi amor. Así como una tiene necesidades, él que está encerrado también las tiene”, dijo entre risas.

La afodescendiente, de 23 años, cuando arriba al lugar lo primero que hace es colocar su colchón en el piso, tiende una sábana, se acomoda, luego se coloca sus audífonos para evitar el ruido de los vehículos pesados en la vía a Daule, se arropa y duerme. “Me gusta entrar entre las primeras para pasar más tiempo con mi esposo”.

A las 06:30 ya estaba despierta y lista para maquillarse. “Me gusta ir arreglada, porque me gusta que mi pareja me vea linda, aunque adentro con el desenfreno de nuestro amor el maquillaje ya es lo de menos”, menciona manteniendo la sonrisa.

Asegura que el lugar no es adecuado para tener relaciones sexuales por “lo sucio y el mal olor”, pero le gusta pasar un buen momento con su amado.

Por su parte, la guayaquileña Juana, habitante de la cooperativa Carlos Castro II, en el sur, recién llegó a las 05:30, debido a que el bus que pasa por su sector tardó en pasar. “Esta vez no tenía plata para venirme en taxi, por eso tuve que esperar que pasara una buseta. Pero aquí estoy, fiel a mi marido como cada semana”.

Ella arribó arreglada. Con un pantalón azul, una blusa celeste y una chaqueta negra, solo le bastó con maquillarse para estar lista y entrar a la visita conyugal.

“Como no les gusta esperar, lo hacen hasta en los baños”

Geoconda García, del departamento de comunicación del Centro de Rehabilitación Social de Varones, aclaró que como institución no pueden evitar que las personas hagan fila en los exteriores de la ‘Peni’ desde la noche anterior porque dicha área no les corresponde. “Los exteriores no pertenecen a la cárcel. Las veredas pertenecen a la Municipalidad de Guayaquil”.

García también dijo que por esa razón optaron por colocar las vallas de contención, para que no se aglomeren las personas a la hora de entrar. “Este es el único mecanismo que podemos utilizar para el orden. Le hemos indicado que no es necesario que duerman aquí afuera y que por eso posteamos en la entrada de la cárcel los horarios del mes”, mencionó.

Además, García comentó que no es permitido que las personas privadas de la libertad tengan relaciones sexuales en las celdas, porque las comparten con otros reos, para eso existen cuartos de vistas conyugales en el interior del reclusorio.

“No es permitido que tengan relaciones sexuales en las celdas donde viven, pero como hay bastantes presos no les gusta esperar y lo hacen de manera irregular, incluso se meten a los baños, a veces”, indicó.