“¡Peluchéate, varón y damita!”, eso decía Juan Torres en el centro de Guayaquil, cerca de la Bahía. Es vendedor informal y comercializa de todo, pero ahora aprovecha para vender pijamas afelpadas, que han sido ‘caída y limpia’, debido a las bajas temperaturas que vive el Puerto Principal, situación que fue anunciada por el Instituto Nacional de Meteorología e Hidrología (Inamhi). Las vende en $ 10, con chance a regatear.

En un local de Chimborazo y Ayacucho atiende Alexandra Castañeda, quien señala que los abrigos, pijamas ‘peluches’, guantes, bufandas y pasamontañas tienen gran salida. “Estoy vendiendo un 50 % más que el año pasado”, expresa.

Dentro de sus clientes están los que le hacen al TikTok. “Llevan pijamas que parecen disfraces (dinosaurios, leones), es para sus videos. Otras clientes que tenemos son las hermanitas, ellas llevan faldas largas, creo que se ponen debajo medias de nailon que son calientes”, dice la dueña del local.

Frente a su establecimiento está el de Ana Galán, quien dice que las ventas de las colchas y edredones se han disparado, y los toldos de tela gruesa, también. “Estos últimos los llevan para venderlos en el campo, no permite que pase el frío”, cuenta la mujer, de 37 años, quien por las bajas temperaturas compró una cafetera eléctrica para ‘pegarse’ de vez en cuando un tintico.

Antes vendía 30 cobijas y edredones, hoy comercializa 50. Revela que las mujeres son más ‘friolentas’.

Jorge Ruiz coincide con Ana. “Ellas duermen ‘forradas’, pero nosotros podemos ‘ruquear’ en cueros y si quiere más calor... el cuerpeo es todo”, indica un vendedor de café, agua de hierbaluisa y chocolate caliente, quien está ‘felizote’, porque antes le tocaba callejear mucho para vender sus productos, en la noche, actualmente en dos horas termina la jornada. 

Está buscando que otra persona de su familia lo acompañe para aprovechar que la gente está consumiendo más bebidas calientes por el inusual frío de la Perla del Pacífico.

Sin embargo, a quien se le ‘fregó’ la venta fue a Dalia Balcázar, quien por más de 20 años vende agua en la calle. “Es mediodía y llevo 15 botellas, en pleno solazo ya llevaría 40”, lo dice resignada, al ver que su negocio se hace ‘agua’.