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Historia de extorsión en Guayaquil: en seis meses recibió dos amenazas de muerte
La familia de Carmen tuvo que mudarse a otro sector de Guayaquil para evitar ataques. Sin embargo, su nueva residencia estuvo cerca de otra extorsión
Carmen (nombre ficticio) piensa que en algún momento tendrá que acudir a terapia psicológica por el pánico que ha desarrollado debido a los ataques criminales en su sector.
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La madre de familia residía en una de las cooperativas del noroeste de Guayaquil, junto con su familia, conformada por su esposo y dos hijas, hasta hace aproximadamente seis meses. Sin embargo, luego de ser extorsionada para abandonar su vivienda, decidió salir de la construcción en la que había invertido los ahorros de varios años.
Línea de ayuda
¿Qué sucedió para que Carmen tenga que abandonar su vivienda?
“Residí en esta zona por más o menos 10 años y me tocó salir porque empezaron a amenazarnos para desalojar las casas. Primero, no queríamos irnos porque esto era el trabajo de nuestras vidas, pero llegó el momento en el que quisieron secuestrar a mi hija. No aguantamos más y salimos”, cuenta.
Su familia empacó todo y llegó al suroeste de la urbe para alquilar un departamento en el segundo piso de una vivienda. Se instalaron y parecía que había sido la solución para su núcleo.

No obstante, al transcurrir medio año, otro ataque ocurrió cerca: al negocio de la planta baja de su residencia lanzaron un cóctel molotov (explosivo casero). Aunque, en palabras de Carmen, el fuego fue extinguido de manera inmediata, el miedo no.
“Nosotros solo escuchamos la bulla de los vecinos avisándonos y nos preocupamos. Imaginamos que eso se pudo haber extendido en segundos y el peligro que corríamos”, recuerda.
Al conversar con los afectados conoció que el atentado se debió a una ‘vacuna’: estaban obligando a los dueños del negocio allí situado a pagar cierta cantidad de dinero cada mes.
“Ya no sabemos qué hacer. Nos parece que intentan aprovecharse hasta del negocio más pequeño y atacan sin ver nada”, lamenta. Ahora Carmen pasa peligro a diario, pues los propietarios del negocio aseguran que no generan suficiente dinero para cancelar lo solicitado.
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