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Cuarentena con el agresor

En Ecuador, una de cada cuatro niñas ha sido víctima de incesto. Además, el 92 % de violaciones a niños se comete en el propio entorno.

ABUSOS
Imagen referencial. El riesgo de los menores de edad, a ser víctimas de algún tipo de abuso sexual, aumentó con el encierro obligatorio.Archivo

De la mano de un hombre con características similares a las de su padrastro, Yuri habría sido vista con vida por última vez, el sábado 30 de mayo. Y nadie más supo de ella hasta once días después, cuando la encontraron muerta.

Tenía apenas 10 años. Su cuerpo flotaba en las aguas del estero Cobina, cerca de la desembocadura con el río Guayas, en el Guasmo, sur de Guayaquil.

Su deceso se considera un misterio, pues el cadáver se encontraba en avanzado estado de descomposición y no se ha podido determinar la causa de su fallecimiento o si fue víctima de algún tipo de agresión, física o sexual, pero las presunciones son altas, revelan fuentes policiales.

Yuri ya no está para dar su versión, mientras que su padrastro desapareció. Sin embargo, existen casos en los que las víctimas sobreviven para develar la verdad, a pesar de las amenazas, como Leila, de 9 años, quien contó a su madre que fue abusada sexualmente.

El agresor: el tendero del barrio. El delito se perpetró en pleno pico de la pandemia por el coronavirus, el 22 de abril, en el cantón La Libertad, de Santa Elena.

A los abusadores, al igual que los cónyuges maltratadores, el encierro, como situación de estrés, genera que su agresividad aumente, sostienen los especialistas.

En un informe publicado el pasado 10 de junio, por la Organización de Naciones Unidas (ONU), se detalla que cada año “la mitad de los niños del mundo, alrededor de mil millones, se ven afectados por algún tipo de maltrato físico, sexual o psicológico”.

Esa información ha sido recopilada por diferentes agencias de la ONU, las mismas que “estiman que la situación puede haber empeorado durante los periodos de cuarentena”.

Pero, ¿por qué pudo haberse agravado esa situación? Lo explica Paola Andrade, especialista en Prevención de Violencia Infantil y consultora del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef, por sus siglas en inglés).

Ella detalla que, de acuerdo a datos de la Fiscalía del Ecuador, el 92 por ciento de denuncias por delitos sexuales a niños, niñas o adolescentes tiene como responsable a alguien por quien las víctimas sentían afecto o conocían. Una persona de confianza.

Y se ha establecido que los lugares más comunes, en los que se cometen las agresiones, son: la habitación del abusador y el cuarto del perjudicado.

Eso ratifica la estadística que señala que “una de cada cuatro niñas en Ecuador ha sido víctima de incesto (relación carnal entre parientes)”, sostiene la experta.

“Entonces, esa es la base para entender que si pones una cuarentena por una pandemia, vas a tener a este niño o niña encerrado con su agresor, las 24 horas del día, los 7 días de la semana”, añade Andrade.

Existen aproximadamente 6 millones de niños en Ecuador. La especialista menciona que tenían previsto que las violaciones aumentaran y que, incluso, pudieran terminar en muertes y otro tipo de agresiones.

Sin embargo, la prioridad durante el confinamiento fueron las personas que perdían sus vidas a causa de la COVID-19. “Estamos viendo los resultados de no hacer nada”, cuestiona.

Además, lamenta que las cifras no revelen la realidad, pues indica que, según estudios, “solo el 15 % de los abusos sexuales son denunciados y (de esa cantidad), solo el 5,3 % llegan a una sanción”.

¿Por qué no se denuncian? El fiscal César Suárez Pilay, quien estuvo a cargo de la Unidad Segunda de Delitos Sexuales, en Guayas, atribuye gran parte de la responsabilidad a los padres, porque no han generado la suficiente confianza o porque no creen en sus hijos.

“Los niños piensan que no les van a creer, porque el agresor es alguien del entorno familiar, y temen ser reprendidos. Y es por eso que, cuando callan, vuelven a ser víctimas de abuso, no solo dos o tres veces, sino que por muchas ocasiones”, argumenta.

Con el funcionario coincide Andrade: “el síndrome de estrés postraumático que te produce eso, te convierte en un niño más retraído, un niño que no se comunica, un niño que tiene toda una serie de síntomas que se llaman secuelas del abuso y que son fáciles de detectar para otros abusadores”.

Por eso, ella califica a los delitos sexuales como crímenes de oportunidad, en los que la víctima sufrirá una secuencia de abusos, porque –reafirma- tiene unos padres probablemente negligentes, que no están presentes o que se llevan “muy mal con el niño”, entre otros motivos.

Andrade lo afirma también como víctima, porque entre los 5 y 16 años, ella fue violada por nueve personas. Ella refiere que la falta de capacidad de algunos padres lleva a sus hijos a una posición vulnerable.

El 18 de junio, se aprobó la cadena perpetua para violadores de niños. En Ecuador, Paola Andrade empezó una recolección de firmas para hacer la misma petición. Hasta el pasado miércoles llevaba 3 mil firmas.

La ayuda de los docentes

Jennifer Macías Sarcos, quien ejerce la docencia parvularia desde hace 6 años, cuenta que en ocasiones son los maestros los que advierten de una situación anómala.

Recuerda el caso de una niña, de 7 años, quien un día de repente empezó a llorar y gritar porque no quería salir de la escuela. No quería irse con su padrastro.

Ella, como profesora, alertó del suceso al Departamento de Consejería Estudiantil (DECE) y con una psicóloga contactaron a la mamá, para explicarle la situación. No obstante, la señora insistió para que entregaran a la pequeña a su pareja.

Al día siguiente, en una entrevista con una especialista, la menor de edad dijo que era abusada por el sujeto. Macías citó a la progenitora y, junto con la psicóloga, le describieron lo ocurrido.

Pero la reacción de la mamá no era la que esperaban: “ella defendió a esa persona a morir, dijo que era su pareja y que jamás él le iba a hacer eso a la niña. Y que la niña era una dramática”. Finalmente, el caso pasó al Ministerio Público, tras una denuncia de la institución educativa.

“Pudimos notar que la mamá también era parte del problema, por permitir eso. Muchas veces eso pasa y la misma familia tapa, al menos es lo que presencié”, expresa la enseñante.

Además, agrega que para un profesor es fácil notar el cambio de actitud de un niño y lo toman como señal de que algo sucede, pero actualmente, a causa de las clases virtuales, no hay forma de conversar a solas con la posible víctima, porque del otro lado de la pantalla puede estar el abusador.

El fiscal Suárez insiste en que “esto lo podríamos evitar, de cierta forma, conversando más con nuestros hijos, dándole confianza de que tienen que conversar todo lo que suceda, darle un poco educación sexual a decirle que su partes íntimas no pueden ser tocadas por nadie y así mismo encaminada a que ellos no pueden tocar la parte intima de nadie”.

Las consecuencias

El estudio realizado por la ONU evidencia que las víctimas tienen consecuencias posteriores, pues el ‘fantasma’ de las agresiones que sufrieron los perseguirá aún durante su mayoría de edad.

En el escrito se desvela que “las personas que sufren abusos sexuales de pequeñas tienen 14 veces más de posibilidades de reproducirlas de mayores con sus parejas y 16 veces más de ser víctimas de abusos nuevamente”.