En Ecuador, los sueldos de los asambleístas han generado un debate recurrente, especialmente entre la clase trabajadora, que observa con atención la brecha entre sus ingresos y los de los asambleístas, que perciben un billete mensual de $ 4,759.

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Con 151 legisladores en el país, el gasto mensual asciende a $718,609, sin contar los costos adicionales de asesores, asistentes y viáticos, lo que eleva el gasto total mensual del Estado por encima de los 2 ‘melones’.

A comienzos de esta semana, el nuevo presidente de la Asamblea Nacional, Niels Olsen, anunció un cambio en la dinámica legislativa: “¿Sesionar solo martes y jueves? Eso se acabó. Si los ecuatorianos trabajan toda la semana, sus representantes también”.

Con esta premisa, informó que, a partir de ahora, el pleno sesionará los lunes, martes y miércoles, mientras que el trabajo en comisiones especializadas se extenderá de lunes a viernes. Así, los legisladores pasarán a trabajar de dos a tres veces por semana, ya que las comisiones especializadas no se realizan todos los días, pues solo se convocan cuando existan proyectos o debates en curso.

La reacción de la ciudadanía, que en su mayoría percibe sueldos diez veces menores y jornadas que se llegan a extender hasta 6 días laborales, es contundente: “Cómo va a ser justo eso. Imagínese uno que trabaja las 8 horas y recibe un sueldo que no llega ni a los 500 dólares. Y a veces para ganarse eso es duro”, afirma Gerardo Sánchez, un vendedor formal.

Para él, una reducción en el salario de los legisladores sería bien recibida por la sociedad, ya que la mayoría de los ecuatorianos subsiste con el sueldo básico.

Antonio Andrade, quien habitó de la cooperativa 16 de Octubre en Durán, comparte una postura similar. “No me parece justo que ganen tanto y trabajen solo tres días. Hay otras personas que ganan lo básico y trabajan más horas”, dice.

Andrade añade que, incluso si trabajaran toda la semana, el salario seguiría siendo desproporcionado. Si él recibiera ese sueldo, asegura que lo destinaría a mejorar su barrio, donde la falta de agua potable es un problema urgente.

Manuel Pacheco, cuidador de vehículos en la bahía de Guayaquil, critica no solo el salario, sino también la asistencia irregular de algunos asambleístas. Menciona como ejemplo al actual presidente Daniel Noboa, quien, durante sus dos años como asambleísta, participó en solo 327 de las 661 votaciones (49,4%), según el observatorio legislativo.

“El presidente que tenemos era asambleísta y pocas veces fue a la Asamblea, y mira la suerte que tienen los vagos”, arremete Pacheco. Para él, el sueldo de un legislador representaría una oportunidad para mejorar la alimentación y la salud de su familia.

El diseñador gráfico Abel Cevallos ofrece una perspectiva distinta. Considera que el salario de $4,759 es adecuado si los asambleístas están capacitados y cumplen bien sus funciones. Sin embargo, cree que trabajar solo tres días no es suficiente para gestionar eficazmente las responsabilidades legislativas. “Pienso que no deberían ser solo tres días, sino los cinco días”, argumenta.

 Aún así, Cevallos defiende el sueldo actual como una compensación justa por las capacidades y el desempeño, similar a lo que ocurre en el sector privado con profesionales titulados. A su juicio, el tiempo dedicado es clave para romper paradigmas y responder a las demandas del país.

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