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¡Ellos son los guardianes de la 18!
De entre los siete guardias que controlan el popular barrio de tolerancia llamado la 18, resalta Johana, una venezolana que impone respeto por su talla. Trabajar en esa zona es sumamente complicado, pero ellos saben cómo imponer el orden. Dos de ellos

Un tolete en las manos, botas negras ajustadas y una mirada que proyecta firmeza y determinación. Esa la ‘pinta’ que luce Johana Ramírez, venezolana de 39 años, encargada de custodiar la puerta de ingreso a la popular 18, zona de tolerancia ubicada en las calles Salinas y Brasil, suburbio de Guayaquil.
Su aparición y permanencia de cinco meses en ese ‘camello’ no es una casualidad. Johana, con su más de 1.70 metros de altura, impone respeto a cualquiera que ose ‘pasarse de sabido’ y quiera armar relajo en alguno de los locales de diversión para adultos y con las trabajadoras sexuales.
“Nunca imaginé que trabajaría en un lugar así”, cuenta la caraqueña. El sitio donde ahora labora es una sorpresa para ella, pero no la actividad que cumple. Podría decirse que es una continuación de la profesión que dejó en un su país natal.
En Venezuela, Johana perteneció durante ocho años a la Policía Metropolitana, a la cual ingresó a los 21 años. Trabajaba de civil en operaciones especiales, como procedimientos. Posteriormente salió de la institución por problemas que prefirió no revelar. Luego de aquello fue guardaespaldas.
“Siempre me ha gustado estar activa, vivir la adrenalina”, dice la extranjera mientras ajusta el moño de su cabello, a pocos minutos de iniciar su jornada de labores. Y es que la chama es ‘todo terreno’, le gusta tener el control y poner en ‘vereda’ a los malcriados.
La aventura en la 18
La crisis económica y social venezolana hizo que Johana abandonara su tierra. Estuvo dos años en Colombia, pero allá no pudo trabajar en seguridad. Agarró sus maletas de nuevo y vino a Guayaquil, donde reside desde hace 18 meses.
Cuando trabajaba en una peluquería, una de sus clientes le comentó que conocía a la presidenta del barrio de tolerancia, Brenda Rentería, y que ella requería de una guardia. La venezolana aprovechó la oportunidad.
“Johana tiene un carácter fuerte, eso me gusta de ella. Me agradó el manejo que tiene y cómo soluciona los problemas”, menciona Rentería sobre las cualidades de la chama.
En su primera semana en la 18 lo observaba todo, “viendo quién es quién, quiénes son de mala conducta y quiénes no”. A los malos los identifica a través de su forma de hablar y de vestirse, dice. “Aquí hacen ‘shhh’, tratan de intimidarte, pero no me asustan. Siempre los miro cara a cara”.
Johana tranquilamente podría pelear en las artes marciales mixtas de la UFC. Sabe de llaves de dominación y cómo someter y neutralizar a una persona, pues recibió entrenamiento por su labor policial.
Ella no se amilana y se ha ganado el respeto de los habituales clientes. Pero nunca falta algún malcriado. Recuerda que en una ocasión tuvo que actuar contra un tipo que quiso estar ‘a vaca’ con una sexoservidora. “Se metió a la habitación y por error de la mujer, no le cobró por adelantado. Él dijo que no le gustó, quiso irse sin pagar, y eso es un abuso”, comenta Johana.
Rentería está conforme con Johana, pues al grupo de guardias le hacía falta una cuota femenina. La dirigente precisa que no había quién realice un registro a las mujeres que llegan al lugar y por eso la venezolana ‘cayó’ perfecto.
Con aprobación de la ‘ñora’
Carlos Corral, un ecuatoriano de 57 años, vivía un momento difícil hace poco más de 15 meses, cuando llevaba 90 días sin ‘chamba’. Las deudas y las ‘culebras’ no esperaban. Todo cambió cuando un pana le planteó una posibilidad: ir de custodio a la 18.
Lo consultó varias noches con su almohada. Finalmente se decidió porque no había otra. Era eso o seguir en el desempleo. Sin embargo, aún le faltaba otro paso para su ‘fichaje’. “Se lo pregunté a mi esposa. Ella me dijo: ‘tú verás, eso depende de ti’”, cuenta Carlos mientras se acomoda en la cabeza una gorra con la leyenda ‘Seguridad’.
Al rememorar aquella charla admite que la actitud de su pareja lo sorprendió un poco, ya que a muchas mujeres no les hace gracia que su esposo trabaje donde hay otras féminas con provocativas lencerías.
“Ella me conoce, son más de 30 años que tenemos de casados. Con la confianza que tenemos no hay razón para dudar”, explica entre risas.
Con sus tres hijos la cosa tampoco fue difícil. Todos (mayores de edad) comprendieron que son tiempos difíciles y no criticaron su nuevo ‘camello’, pero nunca está de más una que otra indicación... “Papi, tú verás lo que vas a hacer. Esperamos que no hayan novedades”, le advirtieron.
Con el consentimiento de su familia, Carlos fue directo a asegurar el puesto con todos los documentos que acreditan sus 12 años de experiencia. Se presentó bien ‘encachinado’, pensando que le dirían que regresara al siguiente día a trabajar. Pero urgía alguien que se sume al equipo de custodios y entonces le facilitaron un uniforme que estaba guardado por allí y ‘manos a la obra’.
Luego del tiempo que le ha tocado estar en el sector, Corral entiende que el único recurso para estar tranquilo es hacer frente a los “machitos” que salen por ahí a quererlo intimidar. El ñeque en sus intervenciones y el apoyo de sus compañeros es vital para ‘bajarles los humos’ a los bravucones.
Carlos reflexiona que con los tragos hay tipos que quieren buscar problemas y peleas con otros. Es ahí cuando le toca hacer lo suyo y volver todo a la calma. “Al comienzo, como era nuevo, pensaban que conmigo podían hacer esas cosas, pero no fue así”.
Una mujer y seis hombres
Los ‘pepas’ de la seguridad de la 18 son siete; una sola mujer, Johana Ramírez.
Tres de los guaridas se distribuyen en un lado de la calle, otros tres están del otro extremo y Johana recorre ambas partes por si se requiere hacer la revisión a mujeres, quienes acuden en un promedio de 50 a diario.
Próximamente se espera añadir varios equipos de detección de metales para complementar el control al ingreso del lugar. El sitio permanece cerrado con puertas metálicas desde junio de 2015. Incluso durante un tiempo se cobró una tarifa de $0.25 el ingreso, valor que ahora no se paga.