Según la Real Academia Española (RAE), la resiliencia es "capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos", pero, acorde a Eva, de 50 años, y Margarita, de 73, es lo que ahora las hace disfrutar de momentos de alegría y gozo con sus familias. Para ellas, ambas madres de familia, los momentos duros quedaron atrás; en cambio, se regocijan con los suyos mientras son mimadas y cuidadas. 

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Eva, aparte de ser el primer nombre de una mujer que aparece en la Biblia, también es el nombre de la madre de Geovanna y María Gabriela y de los vendedores informales del mercado ambulante de la 25 y la Ch. Su rol de madre se cumple cocinando con amor para extraños y para los integrantes de su hogar. “Es lo que siempre me ha gustado: la gastronomía”, menciona.

Día de las madres en Ecuador 2025: ¿Qué hace Eva por los comerciantes informales?

Ella dice ser como la mamá de los pollitos de los comerciantes ya que les vende desayunos y almuerzos todos los días. “Cuando por algún motivo me ausento me reclaman y me dicen que me extrañan y que no los engrío. Es como si fueran niños pequeños. Tal vez sea porque hago mi comida con amor y eso siempre vale mucho”, refiere.

Eva Sánchez, mujer de 50 años oriunda de Manabí, también es un ejemplo de dedicación y constancia para su familia: ha pasado por momentos duros y no se ha rendido sino que ha seguido trabajando. Ella cuenta con el apoyo incondicional de su esposo Geovanny; sin embargo, aporta en cuanto se le hace posible a su hogar para dejarle a sus hijas lo que considera más importante, la educación. “A las dos les hemos dado lo que ha estado en nuestras posibilidades, pero, gracias a Dios, ha sido lo suficiente para educarlas hasta la universidad. Esa es su mejor herencia”, dice.

A Eva, según su reflexión, nada la detiene, ni las enfermedades como la de Geovanna, actualmente de 18 años, que estuvo internada por períodos largos desde antes de ser una adolescente. “Le detectaron síndrome de hiperinmunoglobulina E, que causa grandes ronchas en su piel que al mínimo contacto se revientan y terminan en sangrado”.

Para esto, Eva debió separar su tiempo entre el hospital, durante uno de sus internamientos en una casa de salud de la ciudad, y su trabajo. Llegaba del hospital a preparar sus alimentos y venderlos en la noche; luego, terminaba su venta e iba de nuevo a estar con su hija.

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“Hemos sido fuertes todos. Dios siempre nos ha acompañado”, expresa mientras mira un marco con una foto de su pequeña familia. Sus dos hijas sentadas en dos sillas y ella junto con su esposo parados detrás de ella, “respaldándolas siempre”. “Ahí solo falta Mike, mi perrito”, bromea mientras observa como el pequeño peludo juega en su sala.

Una historia llena de hilos, amor y cariño: Margarita trabajó día y noche 

Margarita Palma, ahora de 73 años, resolvió la educación, alimentación y salud de sus hijos con sus obras de costura desde sus 24. Se dormía a las 02:00 y levantaba a las 05:00 para terminar los pedidos y entregarlos a tiempo. “Eran tiempos en los que hacía hasta lo imposible para ganar el dinero necesario. No había opción porque yo era la única que aportaba en el hogar”, dijo.

La mujer de cabello ya blanco y marcadas expresiones cuenta con nostalgia los momentos en los que debió hacer “malabares” para sostener a sus pequeños que ahora ya superan los 35 años de edad. Ella asegura que hizo esfuerzos ya que el padre de sus hijos no se hizo cargo desde el 4 de junio de 1987, cuando abandonó el hogar.

 “Él se fue y no hubo más apoyo para ninguno. Yo tenía cinco hijos y no me dejé vencer. Lo único que se me ocurrió fue trabajar más duro, pero honradamente”, menciona. Aún pasa sus días entre hilos, telas y su máquina de costura, misma que ha actualizado conforme al paso del tiempo. Sin embargo, el ritmo se ha disminuido considerablemente debido a sus años y enfermedades varias que ha sufrido por su avanzada edad.

Ella habla y se emociona, como si los momentos duros no contaron. A pesar de sus años, recuera con exactitud las empresas y emprendimientos por los que pasó. “Fui constante y responsable por las cinco bocas que tenía: Marcelo, Roxana, Ericka y Christian, aparte un hijo adoptivo, él se llama Santiago. Lo más pesado fue cuando Marcelo me pidió que lo enviara a la Marina”, refiere.

Ella asegura que este fue un momento complicado ya que sus ingresos no eran suficientes para cubrir el alto costo de las inscripciones y demás procesos por los que debía pasar su hijo, quien ahora ha cumplido 27 años en servicio y siempre con la ayuda de Dios”, resalta ya que se considera una mujer de fe. Para ella, contar sus vivencias inspira mejores días para sus hijos, nietos y, sin saberlo, hasta vecinos.

Día de las madres: Sus vecinos se preocupan por ella

No es sorpresa que algunos de los que la rodean la reconocen por su esfuerzo, pero lo confirmó durante la visita de EXTRA. Algunos de ellos se acercaron a su ventana, en la que atiende a sus clientes, a constatar que no le haya sucedido nada pues una camioneta con el logo de este Diario estaba parqueada afuera de su vivienda. “Aquí todos me conocen porque me ven salir en mi bicicleta a entregar las faldas, camisetas, vestidos y demás obras. Todos saludan y me reconocen por no ser problemática”, refiere.

Ella, al finalizar, menciona que su mejor regalo sigue siendo la compañía de su familia a pesar de que todos pasan los 35 años, pero si se trata de lo material, hilos y agujas la contentan.

A pesar de que las historias de estas dos madres de familias difieren en algunos de sus matices, la esencia perdura: su resiliencia es el objeto de orgullo de sus hijos. 

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