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El prelado sufre de una insuficiencia cardíaca severa e hipertensión aguda debido al alzheimer.Archivo

La vida de Monseñor Luna “se apaga progresivamente”

El prelado sufre de una insuficiencia cardíaca severa e hipertensión aguda debido al alzheimer.

Los cuencanos oran por la salud de su arzobispo emérito, Luis Alberto Luna Tobar. El prelado sufre de una insuficiencia cardíaca severa e hipertensión aguda debido al alzheimer. La vida de Monseñor “se apaga progresivamente”, según un informe médico.

El arzobispo de Cuenca, Monseñor Marcos Pérez, pide a la ciudadanía acompañar a Monseñor Luna con la oración. Explicó Pérez que en coordinación con los familiares decidieron cumplir con lo establecido en el Derecho Canónico, es decir, que cuando un obispo muere debe ser enterrado en su catedral, en este caso en la de la capital azuaya. En la cripta de La Inmaculada existe un espacio reservado para el descanso de los obispos.

En Cuenca Luna Tobar sirvió como su pastor cerca de 20 años. Sin embargo, los Padres Carmelitas, de su Quito natal, también alistan un homenaje. En la capital azuaya se prepara una serie de actos litúrgicos para que la ciudadanía, de ser el caso, le dé el último adiós “cuando sea llamado por el Señor”, añadió el prelado.

El pasado 15 de diciembre Monseñor cumplió 93 años. Fue el tercer Arzobispo de Cuenca y dirigió a la iglesia cuencana hasta el 2000.

En su juventud fue torero, amante de la filosofía y las letras. Se mantienen frescas sus declaraciones de cara a la defensa de los más necesitados frente a los gobiernos de turno.

Cuando le llamaban ‘cura revolucionario’ él respondía: “Que yo soy un revolucionario, lo admito... Ser revolucionario es decir la verdad y ponerme del lado del menos escuchado. Yo sé muy bien lo que es ser comunista, lo que dudo es que quienes me acusaban de serlo sepan lo que es”.

Luna Tobar ama mucho a Cuenca, así lo describe el periodista Rubén Darío Buitrón en una crónica . “No quiero irme sin conocer, de labios de Monseñor, lo que significó para él la vida en la capital azuaya. Me acerco a la silla de ruedas. Me inclino. Con un gesto me pide que me acerque. Estoy casi de rodillas frente a él. Me dice, calladito: ‘Cuenca es la madre de todo mi ser’”.