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“El niño se estaba muriendo”: historias de padres que lo dieron todo por sus hijos
Padres que salvaron vidas, ocultaron el miedo, enfrentaron la pérdida o impulsaron a sus hijos desde el silencio
En medio del bullicio diario, entre semáforos y aceras atestadas de Guayaquil, una simple pregunta detuvo el paso de muchos y tocó fibras profundas: ¿por qué papá también merece un aplauso? Las respuestas, entre risas, silencios y miradas llenas de emoción y, en algunos casos, de un leve resentimiento por no sentirse tan valorados como las mamás, revelan algo esencial: el padre no deja de ser padre ni ante el peor de los miedos.
Una carrera en contravía por la vida de su hijo
Arturo López, de 69 años y padre de nueve hijos, contó a EXTRA que durante unas vacaciones, su bebé sufrió una crisis respiratoria y en el hospital no tenían los instrumentos necesarios. “El niño se estaba muriendo”, recuerda. Sin dudarlo, condujo en contravía por la única vía de regreso a Guayaquil. “Gracias a Dios llegamos a tiempo y mi hijo se salvó”, cuenta, como si aún reviviera cada segundo de esa carrera contra el tiempo.
El miedo oculto de un padre en la montaña
En otro rincón de la ciudad, Ricardo Ochoa, de 51 años, se remonta a una excursión por una montaña con sus hijos cuando eran pequeños. El miedo estaba presente en todos, también en él, pero decidió no mostrarlo. “Estaban asustados y, aunque yo también lo estaba, no lo demostré”, dice. Ese gesto de fortaleza silenciosa, hoy con sus hijos de 28 y 26 años, es un recuerdo clave en su relación.

El amor que no muere con la pérdida
La conversación toma un tono más sereno cuando aparece Ender Arteaga, de 58 años. Habla desde la experiencia de una pérdida profunda. “Tuve una hija que falleció, pero pude estar con ella ocho años”, dice con nostalgia, pero también con gratitud. Sus otras dos hijas son ahora mujeres profesionales y su orgullo más grande. Cada reunión familiar es, para él, un motivo de celebración. “Hay muchos que van a pasar el Día del Padre en el cementerio. Hay que agradecer que uno está vivo”, reflexiona, brindando simbólicamente con una “cervecita que no puede faltar”.
Impulsar sin gritar, acompañar sin nadar
Fernando Medina, de 70 años, no habla de grandes gestos, sino de constancia. Recuerda con orgullo los logros deportivos de sus hijos. “Ellos fueron seleccionados en natación, siempre los impulsé a mejorar”, cuenta. Hoy, tres de ellos viven fuera del país y continúan recordando ese impulso silencioso que siempre vino desde casa.
Estos testimonios dibujan un nuevo rostro de la paternidad: más cercano, más emocional, más humano. Padres que salvan vidas, que contienen el miedo, que enfrentan la pérdida, que celebran los logros y que, sobre todo, están presentes, día tras día.
Este cambio no es casual. Como explica Christian Arias Toscano, psicólogo clínico especialista en terapia de pareja, durante mucho tiempo la parte emocional y el cuidado de los hijos se atribuía casi exclusivamente a las madres. “La figura del padre era vista como distante, proveedora, pero poco involucrada en lo afectivo”, señala. Sin embargo, con el paso de los años, esos roles se han ido desdibujando o mezclando. Hoy, muchas madres también trabajan fuera de casa y muchos padres asumen con naturalidad las tareas que antes se consideraban “maternas”.
La imagen del padre indiferente a los sentimientos de sus hijos se ha esfumado. En su lugar, hay hombres que abrazan, que cuidan, que escuchan, que crían. Y sí, por todo eso, merecen gratitud y mucho más que un aplauso en el tercer domingo de junio.
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