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Si te quedaste 'tubobajo'... ¡Los cirujanos de suelas del centro de Guayaquil te salvan!

Los artesanos no solo arreglan calzados, también escuchan los dramas de sus clientes que llegan cabreados por problemas en sus hogares. Para todo hay ajuste.

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Esta profesión aún se mantiene vigente en Guayaquil.AMELIA ANDRADE

Hay días en los que la gente se levanta con el pie izquierdo: tan salados que hasta los ‘pisos’ terminan ‘hablando’, y en otros casos más graves, ‘vomitando’. Y es que... ¿A quién no le ha pasado que a medio camino y bien ‘encachinado’ se le destapan los zapatos? ¡Cha’ madre!

Pero nada de qué preocuparse porque esto es solo la ‘tubo señal’ para las ‘ambulancias’ de las suelas: los rescatistas del centro de Guayaquil.

Allí, en una zona cercana al Mercado Central, artesanos hacen las veces de doctores al instante, que con aguja, hilo, pegamento, ingenio y paciencia solucionan todo lo que tiene que ver con zapatos, cuero y caucho.

Ese fue el caso de Matilde Narváez, quien caminaba la tarde de sábado por la calle Lorenzo de Garaycoa cuando se quedó ‘tubobajo’.

“Pregunté y pregunté en la calle y me dieron referencia de este lugar”, dice sentada mientras ‘airea’ sus pies en el taller Los Competidores, en Alcedo entre Lorenzo de Garaycoa y 6 de Marzo. El arreglo le costó apenas 2,00 dólares.

En este pequeño local, Antonio Peralta y sus dos maestros, a los que él considera como sus amigos, hacen maravillas con los ‘chuzos’, ya sean rojos, de tacón y al estilo de las sandalias, cuyo arreglo correspondía a un revestiminento y costaba 12 dólares, o tal vez grises, con pasadores y deportivos, que solo ‘pedían’ un toque de pegamento.

Aquí arreglamos de todo. Si es solo que se ha despegado el filo de la suela, lo cosemos en 10 minutos y está listo”, comenta Antonio.  

Hasta psicólogo

Pero a él hasta le toca hacer de psicólogo, cuando se graduó de abogado, porque la silla, junto a su mesa de trabajo, se transforma en un diván, el asiento alargado para recostarse, mientras esperan su compostura.

“Aquí me cuentan todos sus problemas y ya cuando escuchan los consejos, reflexionan y se van tranquilos”, menciona Antonio. Aunque también debe aguantar a los clientes que llegan cabreados desde sus hogares.


EXTRA Tips:
  • No los dejes enfundados.

                             Es mejor si los dejas al ambiente.

  • ¡Úsalos!

                             Mientras menos los utilices, más rápido se dañan.

  • Ojo con los bichos.

                             Los insectos podrían dañar para siempre tus zapatos.

Nada de ‘trompudos’

A cinco cuadras de ese local, en Rumichaca y Aguirre, hay otro en el que también se arregla calzados en el momento, pero no permite a nadie “estar trompudo”.

Y no lo dice nadie para no faltar el respeto, sino que en una señal colgada encima del mostrador se lee esta prohibición junto a la imagen de un elefante, aludiendo a la similitud de su laaarga trompa y la expresión de una persona cuando se enoja.

“Nosotros nos reímos y pasamos contentos todo el día. No tenemos la culpa de nada, pero igual se desquitan con nosotros”, comenta Oswaldo, quien aprendió de su padre el oficio cuando era un peladito. 

Junto con él, hay otros cuatro al lado de los que “mi bella genio es una tonta”, comenta Oswaldo, de 42 años, por las cosas que les ha tocado hacer por los clientes. 

“Las más difíciles son las mujeres porque son muy detallistas, la mayoría”, expresa entre risas el maestro, recordando que en ocasiones le han llevado calzado, que pareciera que se cae de lo viejito que está, pero que quieren que se los dejen ‘papelitos’ para el bailoteo del fin de semana.

“Nos han traído tacos para revestirlos porque quieren que les combine con el vestido”, explica y agrega que sus arreglos tienen garantía porque los ponen a pegar “al calor” con una goma transparente y vapor.

Aunque a veces los clientes los saquen de casillas, en ambos talleres se complacen de ver que se van ‘felizotes’ por sus ‘pisos’ renovados para seguir recorriendo la ciudad.

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El taller de los hermanos funciona incluso los domingos, pero se prohibe “estar trompudo”.AMELIA ANDRADE
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