Libia Tandazo tiene 70 años y cuenta que desde el año pasado hasta la actualidad, ella se ha contagiado del coronavirus en tres ocasiones. La primera vez se infectó en marzo de 2020, luego la COVID-19 volvió a enfermarla en septiembre. Y hoy está saliendo de su tercera reinfección.

“Los síntomas de la primera vez fueron fiebre, dolor de cabeza y tos; mientras que en las otras dos, malestar y tos. Gracias a Dios la última fue como una gripe pero igual debo de seguir cuidándome. Ahora tengo miedo de que me vuelva a contagiar, porque al parecer nos tocará acostumbrarnos a vivir con este virus”, manifiesta la septuagenaria mujer.

Tandazo fue tratada en casa, nunca llegó a hospitalización. Las 'aguas de viejita’ -asegura-, le ayudaron, más los fármacos recetados por su médico.

Temen a los hospitales

El guayaquileño Marlon Mendoza, 37 de años, ha sido contagiado dos veces del virus pandémico. Una en marzo y otra en noviembre del año pasado. En sus dos ‘bajones’ de salud dice que le faltaba el oxígeno y que tuvo coagulación de sangre. Él considera que en los centros de salud (públicos y privados) hay mucha carga viral y por temor de que su cuadro se complique, fue tratado en casa, en ambas ocasiones. Confiesa que está preocupado por la situación actual del incremento de los contagios, pues no quiere estar de nuevo en cama.

La pregunta es ¿qué tan traumático puede ser para una persona ser infectada del virus varias veces? Aquí también influye el entorno que está viviendo, todos los factores que hay. “Ir a un hospital no es agradable, pues la muerte ronda día a día en estos lugares, en estos momentos. Esto carcome psicológicamente, hay un desgaste emocional debido a la incertidumbre, ansiedad, pensando en si va a salir o no de eso. De igual manera esto se presentaría en caso de que tenga varios infectados en casa; hay un trastorno de estrés postraumático”, explica Jonathan Suárez, psicólogo clínico.

El experto señala que la cosa se agrava por otros factores que se suman, tales como la saturación de noticias, las carencias económicas, entre otras.

“A ellos hay que ayudarles a canalizar las emociones, que las regule y las exprese sin ser juzgados. Los familiares deben de animarlos a buscar nuevos hábitos que los tranquilice: pintar, escribir, entre otras”, sugiere Suárez.