Los habitantes del barrio Cochauco, ubicado en el kilómetro 11 de la antigua vía a Papallacta, al oriente de Quito, han contabilizado cuatro cadáveres abandonados en el último año, luego del hallazgo de la mujer desnuda y calcinada, el pasado 18 de marzo.

Un descuartizado, un macheteado y un taxista apuñalado habrían sido las víctimas encontradas en los terrenos baldíos que bordean la carretera, en los últimos doce meses.

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Asimismo, en el extremo sur de la capital, en San Juan de Turubamba, una zona rural en la que todavía existen barrios con las calles sin asfaltar o sin alumbrado público, los moradores han sido testigos de escenas macabras.

La mañana del 18 de febrero, Salomé Quishpe salió de su casa, a las 04:00, a comprar el pan para preparar el desayuno a sus hijos. A la entrada del terreno en el que vive se topó con un hombre que estaba maniatado y al que lo habían degollado de un machetazo.

En una quebrada cerca de la zona, el 10 de marzo, los vecinos ayudaron a un hombre que pedía auxilio. Tenía un disparo en el brazo y estaba golpeado su cuerpo. Este los llevó a un sitio donde estaban sus dos amigas, quienes tenían un tiro en la cabeza. La una yacía muerta mientras que la otra falleció de camino al hospital.

En todos los casos, los investigadores de la Policía presumen que los sitios en los que fueron halladas las víctimas serían las escenas secundarias. Es decir, las asesinaron en otro lugar y botaron sus cuerpos ahí.

Sin embargo, los moradores aseguran que habrían sido victimados en dichos lugares.

Renato Rivera, coordinador del Observatorio Ecuatoriano de Crimen Organizado (OECO), explicó que los investigadores deben revisar bien si estas prácticas corresponderían a una lógica que manejan dentro del crimen organizado.

Por un lado, el experto señala que los miembros que forman parte de estas estructuras criminales pretenderían “enviar un mensaje a quienes los traicionan” y por eso cometen este tipo de actos atroces. Por otro, Rivera asegura que los asesinos, al parecer, quisieron borrar la evidencia del crimen.

El coordinador del OECO se inclina más por la primera teoría y analizó el caso que ocurrió en la vía a Papallacta.

Para Rivera, esta carretera que une a la Amazonía con la capital es estratégica. Por aquí es por donde ingresa materia prima como la madera. Por ende podría ser utilizada como punto de ingreso de la droga que llega desde Colombia.

“Al ser un punto de entrada puede ser de interés”. Por eso, según el experto, los sectores que bordean la vía, como Puembo y Pifo, podrían convertirse en lugares claves para las bandas delictivas en los que se instalen “bodegas que servirían para almacenar la coca”.

Con este contexto, Rivera argumenta que si existe algún decomiso de droga en la zona podría haber acciones violentas de parte de la organización a la que le pertenecía ese cargamento.

Los moradores que viven o trabajan cerca de las zonas donde botan los cadáveres aseguraron que los criminales conocen ciertas realidades de los sitios que les podría ayudar a cometer el delito sin levantar sospechas.

María Mashqui es una comerciante que trabaja en la vía a Papallacta. Ella indicó que en dicha zona no hay señal. “Si quisiéramos pedir auxilio ante una emergencia sería imposible”, asegura.

En cambio, en San Juan de Turubamba, Quishpe indicó que el lugar donde arrojaron el cuerpo macheteado no tiene alumbrado público y tampoco hay cámaras de seguridad. “Eso deben saber los criminales”, sentencia.

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