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¡El erótico mundo del intercambio sexual entre parejas!
Es la llamativa historia de Lucy y César, quienes de los 15 años que llevan juntos, 4 los han dedicado a amar libremente. ¡Aquí todo sobre esta singular práctica!

Esta es una imagen captada por la pareja mientras tenía un intercambio con varias mujeres.
Lucy (33 años) y César (42) son sin tapujos y sin recelos en el sexo, por lo que parecen sacados de una revista de ese tipo.
Ambos están tan compenetrados en lo suyo que se asemejan a la conocida pareja de ladrones estadounidenses, famosa en la década del 30, Bonnie & Clyde. Con la diferencia de que ellos, en lugar de asaltar bancos, ‘roban’ placer.
¿Y cómo lo hacen? Intercambiando parejas, que en inglés se denomina “swinging”. Por lo tanto, en la práctica, ellos son swingers, algo en lo que llevan cuatro años.
Todo comenzó cuando la pareja buscaba una mujer para hacer un trío ¡y terminó teniendo sexo con cuatro parejas a la vez!
Un mundo por explorar
Un jueves de mayo nos reunimos en la casa de una amiga de Lucy y César. |En una sala con juegos sexuales y consoladores de adorno, la pareja estaba cómoda en un sillón que daba la espalda a la avenida América, norte de Quito.
Él llegó de su trabajo en un ministerio público. Ella lo esperó para contar esa historia que empezó como una curiosidad...
Si bien es cierto que en la capital todavía hay ‘curuchupas’ (persona mojigatas) que se escandalizan al escuchar la palabra “sexo” -y más si se habla de tríos u orgías- nada limita que, en secreto, asciendan desde el submundo quiteño estas formas de disfrute sexual como el intercambio de parejas.
La pareja lleva junta 15 años. Tiene cuatro hijos. El mayor ya cumplidos los 19. Y ninguno sabe que son ‘swingers’ o, al menos, eso piensan ellos. Los dos se ven jóvenes y, sin ocultarlo, amantes del sexo.
Un día, decidieron buscar una chica prepago para tener un trío. Lucy era la curiosa, la que buscaba. César lo único que dijo fue: “Tú selecciónala”. Así, googleando (buscando en la red usando el motor de búsqueda google.com) y preguntando, descubrieron la palabra swinger.
En internet encontraron clubes y fiestas privadas. Se instruyeron. Hablaron de ello. Sabían que incluir en la relación a una tercera persona era “jugar con fuego” y, si algo fallaba, “había mucho que perder”. ¡Se fueron con todo!
Establecieron varias reglas y mucha comunicación. La base en el swinger, dijeron, es lo consolidada que pueda estar la pareja y la madurez afectiva y sexual. Confiaban en que así era. Entonces hicieron una reserva para visitar un club de intercambio de parejas en Quito. No fue fácil.
Aunque los anuncios aparecen en internet, quienes están detrás buscan generalmente protegerse de la discriminación. Por eso hay cuentas en Twitter y Facebook que son secretas, a las que solo acceden aquellos que han sido invitados por otros socios que pertenecen a este mundo. Lucy y César tomaron contacto con una pareja swinger que era pública. Eso facilitó el primer paso: visitar un lugar para ‘robar’ placer.
Sin más, ella se puso un sexy vestido corto y debajo un conjunto de ropa interior. Él jean, zapatos y camisa. “Como cuando vas a una cita con tu novia y tienes que cautivarla para llevarle a la cama”, explicó César. Eso sí, los dos tenían miedo, dudas. “Se suponía que esta era una red del submundo y cualquier cosa podía pasarnos allí”.
El club era en el norte de Quito. Una casa común y corriente. Irreconocible por fuera. Lucy y César fueron los primeros en llegar. Los atendió un hombre alto, joven, trigueño y carismático que los saludó. Entraron enseguida. El propietario les presentó a su esposa que era como él: joven, guapa y sexy.
— ¿Qué es lo que más les llamó la atención cuando conocieron el club?
— “A mí, la esposa del dueño”, soltó Lucy, tras una carcajada. Pícara.
Había habitaciones, algunas privadas, otras no. Cuarto oscuro. Bar. Salón de baile. Y fue en este último en el que Lucy y César comenzaron a conocer a las parejas que llegaban.
De fondo sonaba reguetón, una música que incita al erotismo, dijeron ellos. Hasta que dos muchachos, ella de 21 años y con un tatuaje en las nalgas, y él, de 23, futbolista y terapeuta de profesión, llegados de Quevedo, se vieron seducidos por la pareja. “Preguntamos cuáles eran sus expectativas, conversamos y luego dijimos: vamos a un cuarto”. Y así fue.
El encuentro íntimo
En un dormitorio de tres metros por dos, Lucy y César practicaron con esta pareja el sexo suave. No hubo penetración. Una hora de placer arrancada de cuerpos desconocidos. Una hora de sentir un olor distinto, un sabor diferente...
Así, la pareja, luego de 15 años, probaba por primera vez el sexo ajeno. Tras terminar el encuentro, no se vistieron. Con ropa interior entraron a otra habitación para ver cómo otros tenían sexo.
Lucy, queriendo ir un poco más allá, se cubrió los ojos. Personas empezaron a hacerle sexo oral, y como si se tratara de un concurso de adivinanzas, los participantes tenían un número: 1, 2, 3... cuando terminó el juego, ella debió anunciar el número ganador, el que más le había gustado. Y, sin tan siquiera sospechar, dijo el 3. Una boca delicada. Era la esposa del dueño, a quien le había puesto el ojo desde que llegó.
Luego Lucy y otra mujer hicieron lo mismo con César, las dos lo lamieron hasta que se rozaron sus labios. “Con ese beso culminó la noche... salimos y dijimos: tenemos que volver”. Esa experiencia les había costado 40 dólares, con bebidas incluidas.
“Una vez que se acabó el fin de semana tuvimos sexo todos los días, tres o cuatro veces en 24 horas solo de recordar el morbo que habíamos vivido”. Desde entonces, volvieron todos los fines de semana durante ocho meses. Adictos al sexo y al placer; sin embargo, “económicamente fue terrible”.
Al mes se consagraron como una pareja swinger. Habían tenido sexo, incluida la penetración, con otra pareja.
Para César fue difícil aceptarlo: “No es lo mismo imaginarte que vivirlo”. Pero con ello se va rompiendo el pensamiento machista, dijeron, y, entonces, empezó un nuevo reto: aprender a manejar los celos.
Lo más extremo que han hecho, explicaron, fue tener sexo con cuatro parejas a la vez. Lucy y César han hecho shows de sexo frente a 60 personas. “La primera vez tomé viagra”, dijo él, pues a muchos que han querido hacerlo delante de tantas personas no les ha funcionado. Y así pasa.
Reconocieron que ha habido problemas en la relación. Porque no se han respetado los acuerdos, porque el “yo pienso” está demás, porque César ha tenido relaciones con una mujer sin autorización de su esposa. Han estado a punto de separarse en tres ocasiones, lo que no había ocurrido antes de que ingresaran al mundo swinger. Pero más allá de esto, creen que ha sido un respiro para su relación. Aunque... “seguimos pensando que esto es jugar con fuego”.