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Diario Extra Ecuador

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El Teleférico pierde su encanto

Mientras un fideicomiso analiza cómo reflotar el complejo, el deterioro de los comercios, gestionados por otra empresa, es evidente. Aparentemente, solo operan seis del centenar inicial.

El número de visitantes ha  bajado con respecto a los primeros años.

El número de visitantes ha bajado con respecto a los primeros años.Henry Lapo

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Óscar Molina V. / Quito

A 4.050 metros sobre el nivel del mar, el oxígeno cuesta plata. En concreto, tres dólares por respirarlo siete minutos, directo de un tanque. Así, a bocanadas, se alivian los estragos de la altura: mareos, vómitos, dolores de cabeza...

El oxígeno está a la venta en uno de los cuatro locales que aún continúan abiertos en el centro comercial Cruz Loma, ya en la cima del Teleférico, ubicado sobre la avenida Occidental y Arnulfo Araujo, cerca de la entrada al centro de Quito. Abajo, en el punto desde donde parten las cabinas, otros dos negocios también tienen sus puertas abiertas.

Ascender hasta la cumbre, donde hay dos cafeterías, una tienda de fotomontajes y otra de artesanías y golosinas (allí venden el oxígeno), toma alrededor de diez minutos. Desde lo alto, la ciudad, iluminada por el sol tibio, parece una maqueta silenciosa. Pero este complejo turístico, que en julio cumple doce años, ha perdido su fulgor.

Miércoles en la mañana. Raquel Mármol pasea junto a sus sobrinas colombianas por uno de los miradores. En 2005, cuando lo inauguraron, lo recorrió con su esposo y su hijo. Y desde entonces lo ha visitado unas cinco veces. Quizás por eso noté tanto el deterioro: “Antes había guías que lo recibían a uno apenas se bajaba. Y todos estos lugares estaban abiertos”.

Los establecimientos de los que habla son construcciones rectangulares, con paredes de color vino y ventanas enmarcadas en madera, donde funcionaban varios restaurantes. Hoy están cerrados y sus interiores lucen vacíos. Ya nadie se acerca siquiera a espiar su abandono.

Aunque el recinto empezó con cerca de un centenar de locales en total –entre galerías, tiendas de souvenirs, restaurantes y un patio de comidas–, aparentemente solo seis continúan funcionando. La gestión de estos establecimientos, al igual que la correspondiente al parque de diversiones Vulqano Park (ubicado en la parte baja), corre a cargo de la empresa Pro Status, mientras que el funcionamiento del Teleférico es responsabilidad del fideicomiso Proyecto Turístico Cruz Loma.

A pesar de todo, las cifras facilitadas por este último reflejan que el número de visitantes ha ido recuperándose paulatinamente, lejos eso sí de las cosechadas en los primeros años (no hay datos disponibles de esa época). En 2016 se acercaron hasta el Teleférico 360.000 personas, un 8 % más que en 2015. Y eso que el terremoto del 16 de abril supuso un duro golpe para el turismo local. En lo que va de año han llegado 135.000. Hoy, a pesar de ese leve repunte, no se observan muchos visitantes en las instalaciones, los parqueaderos están desiertos y ya no hay filas interminables frente a la boletería como en 2005.

Pamela Vargas, gerenta del Proyecto Turístico Cruz Loma, responde enfática que el flujo de usuarios disminuyó drásticamente, desde la apertura hasta hace un par de años, “por culpa de las malas administraciones”. Pero EXTRA no halla una respuesta que explique la decadencia de los comercios. Aunque solicitó una entrevista con un responsable de Pro Status vía mail, hasta el cierre de esta edición no había obtenido respuesta.

Clima y precios

Cristina Andrade tiene 35 años, es quiteña y ha traído a sus primas de Estados Unidos para que vean la ciudad desde la cumbre. No ha visitado el Teleférico en unos cinco años porque algunos taxistas “cobran tarifas especiales” y subir a pie con niños resulta complicado.

Andrea Crespo, quien atiende el local de fotomontajes desde hace dos años, corrobora que los días lluviosos y las tardes frías ahuyentan a los turistas: “En un día con buen sol vienen unos veinte gringuitos. Pero ya a partir de las 17:00 suben poquitos porque sopla viento”.

A Raquel Mármol le agrada este paraje, aunque no sube a menudo porque le parece costoso, sobre todo si uno acude con toda la familia. Hoy, tomar un café con una empanada en una de las cafeterías vale alrededor de cinco dólares, pero en uno de los antiguos carritos de comida, estacionados sin uso en Vulqano Park, todavía se ve una promoción de aquel entonces: dos colas de medio litro, un canguil gigante, unos nachos y un algodón de azúcar por 11,50. A esos gastos se suman el estacionamiento (2,50 dólares el día) y los boletos para el Teleférico, cuyo precio se ha mantenido en los últimos años según Vargas: 8,50 para extranjeros y 4,90 para los ecuatorianos que presenten su cédula.

El pintor Abraham Cachago no sabe muy bien por qué la gente dejó de transitar masivamente por su mesa de artesanías, aunque sí recuerda que sus colegas se empezaron a ir al poco tiempo de abrirse el recinto. Ya apenas quedan tres de los treinta artesanos que ocupaban una de las plazas cercanas a las cabinas: él y dos amigos más. Abraham subraya que no paga por el espacio, que Pro Status solo le puso una condición: que su trabajo fuese original. Debido a su peculiar pasión por pintar animales sobre plumas de pájaros que encuentra en las montañas (cóndores, águilas o búhos), los extranjeros suelen interesarse por su obra. Quizás por eso aún resista en el lugar.

A la neoyorkina Trish McLernon, de 23 años, solo le recomendaron que subiera hasta la cima. No repara en las escaleras eléctricas, que están oxidadas y obstruidas; en que alrededor de un rótulo polvoriento, donde se lee plaza Artesanal, solo hay locales deshabitados, sin puertas, sin focos, con botellas y preservativos esparcidos por el suelo. Trish se irá sin saber que en este rincón, donde antes abundaban las risas, las conversaciones y las ofertas de los comerciantes, ahora solo se escucha a sus nuevos ocupantes: los pájaros que anidan en los techos.

La entrevista

Pamela Vargas / Gerenta del Proyecto Turístico Cruz Loma

1. ¿Cuál es la situación actual del Teleférico?

Son de conocimiento público los problemas de las anteriores administraciones, porque han pasado algunas. Estamos intentando retomar relaciones comerciales, pero es un poco complicado por la historia que antecede al Teleférico y a la otra empresa. Los locales comerciales quebraron.

2. ¿Qué medidas y mejoras tienen previstas?

Estamos dialogando con todos para delimitar estrategias y mantener el proyecto más activo. En el tema comercial apuntamos a armar paquetes turísticos. Todavía no se ha podido volver tangible, pero estamos tratando de generar ese tipo de estrategias.

3. Han buscado la ayuda del Ministerio de Turismo...

Sí. Hemos tratado de trabajar también con el Municipio y estamos en un plan de reforestación del Teleférico. Con el Ministerio de Turismo, en cambio, hemos participado en ferias para potenciar al lugar como un destino de interés.

4. ¿Por qué la gente ha dejado de ir al lugar?

Cuando surgió el bum del Teleférico, los precios que manejaron los locales comerciales no fueron los más asequibles ni para turistas locales ni para extranjeros. Ahora, muchos piensan que el Teleférico, por poco, no existe. Por otro lado estuvo el tema de las malas administraciones, que no se dedicaron al giro del negocio, a trazar estrategias para incrementar el flujo, sino que simplemente llevaron una agenda personal sin ver los intereses del fideicomiso.

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