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El amor en tiempos sugar free

¿Qué pasa con el amor de hoy que está más desabrido que las tortas con sustitutos de azúcar?, ¿qué ocurre con las relaciones que se ponen más secas que tigrillo sin leche y sin mantequilla?, ¿qué le sucede a la gente que pretende amar sin la receta ori

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Para María Silvia Aguirre, hoy las personas aman como comen: sin azúcar, sin lactosa, sin sabor.Ilustraciones Alice Andrade G.

¿Qué pasa con el amor de hoy que está más desabrido que las tortas con sustitutos de azúcar?, ¿qué ocurre con las relaciones que se ponen más secas que tigrillo sin leche y sin mantequilla?, ¿qué le sucede a la gente que pretende amar sin la receta original?, ¿qué pasó con el compromiso, la honestidad y el infaltable aderezo de la confianza?, ¿qué pasó con ese amor que empalaga? Hoy las personas aman como comen: sin azúcar, sin lactosa, sin sabor.

Estas preguntas surgen a partir de las historias —incluyendo mías— en la que dos personas se juntan porque se gustan, pero antes llegan a un acuerdo. Aparece el famoso “quiero ir despacio”, “no nos metamos tanto”, “que sea algo chill” y poco a poco, van restando cantidad de ingredientes que ponen al amor en el pasillo de lo gluten-free, lacto-free y todo-lo-que-sazona-la-vida-free.

Se escuchan las fases inventadas de estar hablando, conociéndose, saliendo en secreto, saliendo en público, incluso el “viendo qué tal”. Estamos rodeados de personas que no pueden a atreverse a decir que se están enamorando, aterradas del “te quiero”, como con la comida y la cantidad de alimentos sustitutos que rompen la esencia de recetas tradicionales.

Sí, yo también cuido diariamente mi alimentación, busco acompañar de ensaladas mis comidas, opto por versiones saludables, endulzo la limonada con estevia y no abuso del dulce.

Sin embargo, mi corazón y mi paladar saben que la receta del bizcocho marmoleado de mi abuela, con el buen manjar de leche, es mejor que cualquier torta con harina de garbanzo y leche de almendras. A veces también me tienta el sustituto, pero siempre prefiero lo auténtico. Y en el amor, del que puedo hablar y escribir tanto, también he caído en la tentación de alterar.

Hace poco salí de una “relación” que empezó como intento de cuento de hadas y terminó en tener que escribirla entre comillas. Parecíamos tener todos los ingredientes necesarios para estar juntos. Nos respetábamos y nos comprendíamos. Él me divertía, recibía la primicia de mis buenas noticias, y de las malas.

Mi familia parecía quererlo y a él le fascinaba estar en casa. Entonces, surgió la pregunta de “¿y si lo intentamos?”. Las ganas estaban. El error fue empezar a poner condiciones.

Queríamos correr el riesgo, pero despacio; ansiábamos tener citas inolvidables, pero darle prioridad a nuestro espacio. Podíamos lanzar un “te amo”, pero no confundirlo con un “te quiero para siempre”. Me llovieron los “no me celes”, “no seas la novia loca” y un “si encuentras el amor de tu vida, me puedes dejar”.

Era como estar en un restaurante pidiendo la sugerencia del chef cambiándole la salsa y todos los acompañantes. Qué ridículo es tratar al amor como algo racional, medir sentimientos en gramos y de ponerle freno a lo que ni arranca.

Nuestro intento de estar en la misma sintonía duró poco. Cuando yo me sentí lista para el plato fuerte, él seguía sin pedir la entrada. Eso de amar con acuerdo, es un mito. Eso de andar con la mente en una persona y decir que no hay gusto, también es mentira.

Sin embargo, él me repetía que teníamos que aprender a estar juntos, que eso nos llevaría a una relación más sana, más seria... La que supuestamente queríamos. Me trataron de convencer de que no estaba lista, y al principio decidí comerme la mentira. Luego, me di cuenta de que la única con derecho a decir si estaba lista o no, era yo.

Del miedo a enamorarme pasé al terror a seguir sintiendo que algo no hacía bien, que yo no era suficiente. Entonces decidí valorarme, ser honesta conmigo y decirle adiós a lo que no me hacía bien. Lo siguiente, fue pasar por un detox emocional... Sin ningún jugo verde presente.

Ahora les digo: aprendamos a decirle que no a ese amor sugar-free , a ese cariño sin sal y a las personas sin el corazón atrevido. Abramos los brazos a los ingredientes que hacen de las historias de amor, el toque que necesita la vida. Entendamos que estar con alguien es aprender de ellos y también de nosotros. Vivamos un amor que llene de verdad, de lo más natural y puro.

Cabe recalcar: los desacuerdos también son parte de la receta, pero está en nosotros ir trabajándolos y construyendo algo fuerte. Seamos capaces de mezclar la honestidad, la confianza, el compromiso, el respeto y esa pizca de paciencia que el amor se merece. Por supuesto, estar listo también cuando se torne amargo, o agrio... Incluso picante.

Amemos tal y como es, con azúcar, con leche, con harina, con dulce de leche y cuando nos dé ganas, con chocolate. Amemos con un toque de riesgo, de valentía y sin condición.

Amemos como el corazón y el paladar se lo merecen: con la receta original.