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Lo que convertirme en mamá a los 19 años me enseñó sobre la amistad

Ser madre a una temprana edad puede cambiar la vida. Pero también las amistades.

Cómo olvidar aquel 11 de octubre de 2012, el día en que mi vida cambió por completo.

Era mi día libre, estaba acostada en mi cama con la mirada fija en el techo, la duda y la incertidumbre me atacaban y por mi mente la misma pregunta pasaba sin cesar una y otra vez: ¿Será que estoy embarazada?

Era mi cuarto día de retraso y aún tenía esperanzas de que llegara la menstruación, la misma de la que me había quejado tanto el mes anterior por los cólicos tan fuertes.

Tenía miedo. Intentaba tranquilizarme diciéndome: “Es un simple retraso, verás que no pasa nada”. De pronto, en medio de uno de mis intentos fallidos por autocalmarme se me vino a la cabeza la imagen de mi mamá y cómo reaccionaría ante la posibilidad de ser abuela.

“Hoy mismo salgo de dudas”, me dije con firmeza. Fui a un consultorio donde realizaban pruebas de embarazos al instante, donde me atendió una enfermera.

—¿Cuántos días de retraso tienes?

—4 días —dije nerviosa—.

Después de hacerme una serie de interrogantes tomó la muestra y me dijo: “Espérame 10 minutos y te traigo los resultados”.

Esos 10 minutos se me hicieron eternos. Hasta que apareció ella con un pequeño sobre blanco, me miró y me lo dio con una gran sonrisa. Lo abrí. Estaba embarazada.

Mi reacción inmediata fue llorar. ¿Qué iba a hacer? Tenía 19 años, no me sentía lista para ser madre. Quería viajar y disfrutar un poco más de mi juventud.

Salí empapada de lágrimas, volví a casa y llamé a mi entonces mejor amiga. Ella me dijo que estaría a mi lado. No imaginé que su respaldo tenía fecha de expiración.

Ya con la certeza de que en mi vientre llevaba un pequeño ser, decidí contarle a mi mamá, tenía que hacerlo.

El papá de mi hijo fue quien se encargó de darle la noticia, yo no podía ni hablar.

Aún recuerdo la decepción que vi en su rostro.

Poco a poco fui asimilando que una nueva etapa empezaba y ahora la llegada de un bebé me llenaba de ilusión. Durante el periodo que duró mi embarazo mis amigas estuvieron pendientes todo el tiempo: complacían mis antojos, se preocupaban por mi salud y hacían que me sintiera bien.

Finalmente llegó el día, el bebé nació, era un lindo varón.

Verlo por primera vez fue maravilloso y emocionante. Me llenaba de felicidad saber que esa criaturita había salido de mis entrañas.

Ser madre no fue nada sencillo. Las malas noches me mataban, no sabía cómo cambiar un pañal. Me daba temor fracasar y no ser una buena mamá. Sin embargo, con el tiempo, todas esas inseguridades fueron desapareciendo y mi instinto materno era el encargado de guiarme.

El periodo de lactancia había terminado y tocaba volver al trabajo. Pero al regresar noté algo diferente en mis amigas. Las consideraciones se habían terminado. En sus salidas o reuniones ya no estaba incluida yo.

Debo admitir que desde el nacimiento del bebé mi tiempo era escaso y quizás me había apartado un poco, pero no era por voluntad propia, simplemente estaba ocupada cumpliendo con mis obligaciones.

Un día, mientras estaba descansando, me metí a Facebook y leí una frase que me impresionó. Decía : “La maternidad te muestra a tus verdaderos amigos”. Analicé con calma aquella frase y me sentí identificada porque desde que era mamá me había vuelto invisible para mis amistades y eso me incomodaba.

Desde entonces entendí que compartir tiempo con alguien no lo hace tu amigo y que existen situaciones que pueden hacer cambiar a las personas. La maternidad es una de ellas: las prioridades se centran en el bebé, dejando muchas otras actividades en un segundo plano. Pero es algo temporal, ya que el niño crece y todo vuelve a la normalidad.

Convertirme en mamá a los 19 años me enseñó que no hay prueba difícil de superar siempre cuando exista ganas y determinación. Desde el día en el que supe que sería madre han pasado 5 años y mi vida cambió. Aprendí a tomar decisiones con responsabilidad. Empecé a valorar a las personas que se quedan conmigo en las adversidades y sobre todo entendí que aunque una situación aparente ser difícil, todo es pasajero y la tranquilidad vuelve.