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Las clases presenciales: para los niños son más emoción que estrés

La educación en línea por la pandemia de la COVID-19 impactó a los chicos. La reapertura de escuelas es un tema complejo, pero ellos se manifiestan.

regreso a clases presenciales
La escuela es un espacio de contención emocional.Shutterstock

“Cuando me dieron la opción de que mis hijos regresaran al colegio no lo dudé dos veces”, dice Mariuxi de Ortiz, quien relata que sus pequeños llevaban 16 meses sin tener contacto con niños de su edad. 

Mariuxi, quien también es pedagoga y educadora, enfatiza que no solo necesita seguir protocolos sanitarios, sino también enfrentar los miedos de los alumnos, docentes y padres, quienes deberán aprender a gestionar esas emociones por los bruscos cambios en el espacio escolar.

Este “protocolo emocional” es necesario para que el miedo no interrumpa los procesos de aprendizaje y favorezca el reencuentro y la resocialización de los alumnos luego de que niños y adolescentes pasaron “muchas horas al día frente a una pantalla con hábitos y rutinas muy distintos”, asegura la experta.

DOMINGUERO conversó con tres estudiantes que volvieron a su escuela en forma presencial. Ellos hablaron sobre sus nuevos métodos de protección. Si te encuentras en este proceso fíjate en estas experiencias. Pero ojo, también pueden darse situaciones de crisis de llanto o angustia en los alumnos, especialmente en los más pequeños, al ver alejarse a sus padres y percibirse inseguros.

  • El regreso a casa
​- Sacarse los zapatos antes de entrar al hogar.
- No tocar nada hasta que se cambien de ropa y se laven bien las manos o se bañen.
- Lavar la ropa usada y en el caso del uniforme sería ideal dejarlo ventilando al sol.
- Si llevan al colegio comida y utensilios, lavarlos con agua caliente y detergente.

Los niños dicen:

“Estoy muy feliz por volver a ver a mis profesores y a mis compañeros. Los saludé de lejos. En mi mochila incluí alcohol y una mascarilla extra para protegerme del coronavirus”.  Carlos Ortiz, 11 años. 

“Mi mamá me dijo que sea la loca del alcohol y que desinfecte todo. Aprendí que también es mi responsabilidad cuidar a mi familia. Cada vez que regreso a casa, luego de estar en la escuela, debo bañarme”. Isabella Rivera, 11 años.

“Fui muy emocionada. Lo que cambió fue mi hora del lunch, antes llevaba alimentos extras para compartir con mis compañeros y ahora no puedo regalar nada para evitar tener un contacto directo y que me pueda contagiar”, Mía Ortiz, 9 años. 

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