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Buena Vida

Los otros ‘fantasmas’ de Halloween y Difuntos

Uno de los fantasmas más inquietantes que salen a la luz y con los que nos ponemos en contacto la noche de Halloween y el Día de Difuntos, es el miedo a la muerte.

“No tengo miedo a la muerte, simplemente no quiero estar allí cuando suceda”, es una de las ocurrentes frases atribuidas al cineasta Woody Allen, reflejando lo que muchas personas sienten respecto del término de nuestra existencia. Miedo a los difuntos.

Y es que uno de los fantasmas más inquietantes que salen a la luz y con los que nos ponemos en contacto la noche de Halloween y el Día de Difuntos, es el miedo a la muerte, a no saber qué va a pasar después, según explica a Efe Salud la psicóloga clínica colegiada Margarita García Marqués.

Sin embargo, el 31 de octubre y el 1 de noviembre también pueden ser buenos momentos para exorcizar esos temores cuyas raíces están en nuestro “niño interior”, esa parte de nuestro psiquismo generada por experiencias y creencias de la infancia y que nos siguen afectando cuando somos adultos.

“En estas celebraciones, a través de sus distintas culturas, se toma contacto con la muerte, lo oscuro, lo desconocido y reconocemos que puede haber algo más allá de lo que sabemos y también entramos en el concepto del renacimiento”, añade.

Vida y muerte: cambio y transformación

Las transiciones entre las distintas etapas de la vida que vamos atravesando, por ejemplo de niño a adolescente, de adolescente a adulto, de estudiante a trabajador o de soltero a casado, en las que terminamos una etapa y comenzamos otra, “también pueden considerarse sucesivas muertes y renacimientos”, asegura.

Además, desde el punto de vista psicológico, la muerte se relaciona con los cambios, con algo que se va y algo nuevo llega.

“Es una parte más de la vida y del ciclo de la naturaleza en el que los seres que fallecen vuelven a la tierra donde se disgregan en sus sustancias básicas y, tras un proceso, renacen al formar parte de otros seres vivos. En la naturaleza nada muere, todo se transforma constantemente”, destaca.

“Por eso estos días pueden ser un buen momento de reflexión para observar que está muriendo y renaciendo en nosotros”, señala a Efe.

Según García Marqués, cuando somos adultos ese “niño interior” psicológico que aprendió de los adultos con los que estuvo en su infancia a temer a la muerte y a lo desconocido, nos limita e impide avanzar, “porque está asustado y se pone rígido para intentar controlar en vez de fluir con lo que la vida trae”, agrega.

“Paradójicamente, las personas que no se atreven a vivir, a cambiar, a explorar lo nuevo, por temor a que “pueda pasarles algo” o “morir”, en realidad está muriendo en vida; mientras que aquellos que viven intensamente no temen la muerte porque sienten que están disfrutando de la existencia”, apunta.

“Los miedos van a acompañarnos siempre porque son inherentes al ser humano, y algunos son sanos y nos ayudan a proteger nuestra vida e integridad física, pero otros son malsanos y limitantes y nos impiden vivir plenamente”, según esta experta.

Miedos que protegen, miedos que estancan

Aconseja arriesgarse y hacer aquello que nos asusta aunque con prudencia y sentido común. “Luego de arriesgarse y actuar, las personas se sienten mejor y más vitales, superan ese miedo, funcionan mejor en la vida, descubren las buenas cosas que le estaban esperando y, en muchos casos, se alegran de haber perdido o tenido que soltar aquello a lo que se aferraban por temor”, asegura.

“La muerte nos va a ocurrir a todos, pero si vivimos el presente con intensidad y asumiendo riesgos, probablemente no temamos tanto morir”, enfatiza.

Para García Marqués quienes tienen miedo a la muerte no viven la vida plenamente, y pueden arrepentirse más adelante de no haber hecho lo que querían hacer o no haberse dejado llevar por su propia esencia, ni haber dado al mundo lo que tienen que aportarle.

Esta psicológica señala que en Halloween o en algún momento del Día de Difuntos podemos realizar en un lugar tranquilo y delante de una vela, un símbolo de la transformación y la luz, un sencillo ejercicio o ritual para despedirnos de nuestros fantasmas.

“Consiste en pedir a nuestro ser superior o dios, a la naturaleza, a nuestra sabiduría interna o aquello en lo que creamos, que nos den la fuerza y el coraje para soltar lo viejo y abrazar lo nuevo, para afrontar nuestros miedos a morir y a lo desconocido, y atrevernos a ir hacia aquello que hay más allá”, concluye.