Buena Vida
Ellos juegan con muñecas para desafiar la heteronormatividad
‘Boys and Dolls’ es una sesión fotográfica que replantea el significado de las heteronormas en la sociedad guayaquileña actual.

Nayib Bravo. “Estoy seguro que la primera impresión al ver esta foto será: es gay”.
Recuerdo una abrasadora sensación de vergüenza seguida por un bochornoso montículo de culpa creciendo en el aire durante los primeros minutos de la sesión con la psicóloga infantil. Cobraba veinticinco dólares por sesión, al sur de Guayaquil. Estaba ahí porque me gustaba jugar con muñecas. Y cuando eres niño, en orden de guardar tu masculinidad, hay normas que seguir. Aunque mueras por peinar a una Barbie.
A pesar no haber sido diagnosticado con algún trastorno o presentar problemas de conducta, en cuarto grado la maestra decidió que era oportuna mi visita al psicólogo porque ese era un problema que era mejor corregir de pequeño, cuando aún hay tiempo para “salvarse de la posibilidad de resultar gay” en un lugar, en que se cree, solo existe una orientación sexual y normas intrínsecas a ella: los heterosexuales y sus heteronomas.
José Miguel Campi, docente en Universidad Casa Grande que coordina Proyecto Zoom, un espacio de análisis de la representación de la comunidad LGBTQ+ en los medios de comunicación, ha dicho que “cuando se habla de heterónomas se habla de asumir en la sociedad la heterosexualidad de todas las personas”. Incluso antes de conocerlas.
Los comentarios, inofensivos solo en la superficie, como: “romperás los corazones de varias chicas”, fueron parte de la razón por la que sentía la urgencia de alejarme de mis amigas para no vestir, peinar y repeinar sus muñecas. Mi vida ya estaba definida: ser varonil, casarme y tener dos hijos, niño y niña.
Además de plantear que solo existe una forma de vivir la sexualidad, la heteronorma refuerza el género binario. “Un sistema en el que solo los componentes masculino y femenino son las posibilidades por las cuales categorizamos al mundo y lo entendemos”, dice Campi.
Asimismo, excluye de todas las formas a la población LGBTQ+ de la educación sexual en las escuelas, le dice a grupos enteros que no existen, hace que las personas asuman que fue una decisión consciente “ser otra cosa” y justifica y refuerza ideologías y prácticas peligrosas.
Hasta 1997 era delito ser homosexual en Ecuador.
Recuerdo, también, sentir un hueco en el pecho que me impedía confesar mi error a una extraña. Sentía que había roto algo y la culpa era necesaria. Fue en la octava sesión que mamá notó que era un desperdicio de tiempo y dinero y decidió comprarme una: la Princesa Ariel del cuento de Disney, La Sirenita, para jugar en casa. “Quizá te guste jugar con muñecas porque vas a ser un buen padre”, dijo.
Quizá no todo se trate sobre si ser homosexual es una elección que hacemos. Quizá, se trate sobre la decisión hecha por los adultos de apoyar incondicionalmente a un niño, o no.
‘Boys and Dolls’ fue una respuesta autorreferencial a lo que viví. Plasmada en los chicos que quería ser, los heterosexuales, cuando ser distinto me significaba todo menos una relación de entendimiento y aceptación conmigo. Oh, menos Leo, él es de los míos.