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Diario Extra Ecuador

Mariuxi Arroyo: “Debemos entender que los hijos son prestados”

La comunicadora guayaquileña tiene una nueva labor: dar apoyo a las mujeres que han perdido algún hijo.

Es relacionista pública y trabajó en TC por 9 años. Ama el arroz con menestra y carne. Cuando está triste practica box. No le gusta ir al cementerio, prefiere recordar a su hijo con su sonrisa.

Es relacionista pública y trabajó en TC por 9 años. Ama el arroz con menestra y carne. Cuando está triste practica box. No le gusta ir al cementerio, prefiere recordar a su hijo con su sonrisa.Gerardo Menoscal

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“Eres la mejor mamá que tuve en el mundo”, esta fue la última frase que Mariuxi Arroyo escuchó de parte de su hijo Piero Montiel, quien falleció en agosto del 2020, a la edad de 10 años.

Aunque sabía que su único hijo sufría de una enfermedad catastrófica, la comunicadora no estaba preparada para lo que se avecinaba. Y es que, según sus palabras, ninguna madre está lista para la más dura de las pérdidas.

La también máster en comunicación estratégica recuerda con lágrimas ciertos detalles del pequeño Piero, de quien dice fue su maestro de vida. En su honor, y porque el niño se lo pidió, Arroyo ayuda a otras mujeres que atraviesan por similares historias dolorosas. Creó un grupo de soporte para madres que están de duelo por el fallecimiento de algún hijo y al que llamó simplemente ‘Amor’, nombre que también escogió Piero. El objetivo es que superen su pérdida.

Luego de un año de recibir ayuda espiritual y psicológica, Mariuxi dice haber renacido con fuerza, determinación y coraje. Por su personalidad llena de fortaleza, la comunicadora se compara con un caballo, su animal favorito. Independientemente del color, los equinos transmiten energía y buena vibra y eso es ella. Pese a todo, le encantaría volver a ser madre. Dios tiene la última palabra. El equipo de producción de DOMINGUERO armó un escenario diferente para esta sesión de fotos.

¿Cómo te encuentras actualmente?

En este momento tengo mucha paz, sigo aprendiendo a confiar y depender de los planes de Dios. Aunque a veces no son fáciles de entender, estoy segura que siempre serán los mejores. Todo nos ayuda para bien, según el propósito para el que somos llamados. Ahora entiendo el mío.

¿Cuál es tu propósito?

Aquí estoy para decirles a las mamitas que no todo está perdido. Podemos levantarnos después de ese dolor tan grande. Debemos entender que los hijos son prestados.

¿De qué estás feliz?

De la calidad de tiempo que le di a Piero. Me conecté mucho con él y de que Dios nos mostró su mano en todo momento. Mi hijo fue atendido en el St. Jude Children’s Reasearch Hospital (Memphis, Tennessee), un lugar muy bonito donde la mayoría de doctores son científicos.

¿Cuál fue la clave para salir adelante?

Entender el amor de Dios y refugiarme en Él y la buena actitud de mi hijo, su positivismo, pese a su enfermedad, su sonrisa la tengo grabada en la mente.

Tu frase de batalla.

Me la dijo Piero: ‘Mamá cuando estés feliz alaba a Dios y cuando estés triste también alaba a Dios’.

Tu esperanza.

Que hay otra vida, donde no hay maldad ni dolor. Piero está en el paraíso jugando y saltando.

Piero era tú único hijo, ¿aún te consideras mamá?

Soy la mamá de un ángel. Dios me lo prestó por diez años para que sea mi maestro.

Todavía hay personas que no saben que el niño se fue, ¿cómo manejas las emociones cuándo te preguntan por él?

La situación de mi hijo fue conocida porque mucha gente se unió en oración por él. La oración tiene poder. La palabra del doctor de aquí fue rota, le pronosticó menos de un mes de vida, sin embargo; Dios me lo prestó 5 años más. Fuimos felices. Vivimos el día a día con intensidad.

Una lección.

Vivir y compartir momentos de calidad, lo material no importa, eso se puede comprar, mientras que el amor ni el tiempo no.

Los desafíos

Aquí no me dieron esperanzas y desde el día uno me dijeron: ‘nadie puede salvar la vida de tu hijo’. Ese mismo día me llamó un amigo y me dijo que él estaba pasando por lo mismo que yo y me habló de este hospital. Aplicamos, oré de rodillas, hasta que recibí la mejor llamada de mi vida, aceptaron a Piero, el mismo hospital se encargó de pagar todo. Me llamaron un viernes y el domingo ya teníamos que viajar. Ahí empezó un desafío. Al entregar los documentos en el counter del aeropuerto (en Guayaquil) la chica que me recibió dijo que Pierito no podía viajar porque él estaba semiacostado, que no habría un lugar para él (suspira para contener el llanto y continúa) y le dije: ‘solo déjeme salvar la vida de mi hijo’. En ese momento salió el piloto, vio mi cara de desesperación y me preguntó que con cuántas personas estaba, éramos tres, el niño, mi mamá y yo. Le dijo a la joven, “me responsabilizo por ellos, viajarán en primera clase”. Llegué a Estados Unidos sin hablar inglés, creo en los milagros, y al cuarto día de estar allá ya me entendía con los médicos. Todo era en ese idioma. Tuve beneficios que aquí no tendría.

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