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Mis Historias Urbanas

Mis Historias Urbanas: El leccionario

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Diana sabe que si la descubren la castigan. Está en su puesto de siempre, al último del salón. La lambona del curso registró en el leccionario las más de veinte veces se levantó a dibujar penes en el pizarrón.

Cuando Diana leyó su nombre, repetido con rigor a lo largo del documento, entró en pánico. Esperó que la perruña salga al baño y arrancó las dos páginas. Era eso o que le manden a ver al representante. O sea, era eso o la muerte. Todos saben ya que Diana tiene las páginas del leccionario hechas bolita en los puños. Nadie la delata. El curso es como una hermandad. La quieren. 

Un murmullo fuerte recorre el salón. La lambona llega y, obvio, ve que le robaron los chismes del día. "¡Voy a pedir que hagan requisa!", chilla desesperada. Despacio, con el cuidado que demandan estos menesteres, Diana se lleva las hojas a la boca. La tinta amarga le lastima el gusto. Muerde con fuerza. Intenta segregar saliva y mojar las páginas cada vez más, hasta que casi deshacerlas. 

Una chica con problemas de audición, testigo de cada movimiento, no aguanta. "¡Se tragó las hojas! ¡ja, ja, ja!", grita con esa particular discreción que la caracteriza. Nadie escucha adelante, por suerte. Igual la lección quedó aprendida. No hubo más obscenidades en el pizarrón por buen tiempo.