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Mis Historias Urbanas

Mis Historias Urbanas: Reencuentro

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El bus hizo una pequeña parada en frente de la Puerta Diez. Ella, que iba al colegio, estaba sentada en la parte posterior, arrimada la cabeza a la ventana, con audífonos disipando la espera.

Lo vio. Tenía puesto su uniforme también. Una mochila negra le colgaba sobre el hombro. Él también la vio. Sus rostros hablaron: fascinación, recuerdos, emoción, sorpresa… Habían pasado tres años desde que su familia decidió mudarse a otro sector. Nunca pudo despedirse. Ni siquiera con una carta. No eran tiempos de internet tampoco. 

Verlo así, tan casualmente, le estremeció los sentidos. Se bajó, corriendo. Recordó. Y a medida en que se acercaba le temblaba la piel. Era él, su primer beso, su primer abrazo, su primer amor. Él, que la visitaba cuando salía del internado antes de llegar a su propia casa. 

Él, a quien nunca olvidó, a quién llamó sin éxito durante todos estos años. Él, su primer amor. La vio pararse y hacia el pasillo del bus y bajarse. Ella sentía cómo el corazón se le salía del pecho. Ya en la acera, corrió, corrió como nunca antes lo hizo, mucho más rápido, incluso, que en clases de Educación Física, donde más tarde se quedaría supletorio. 

La alzó en un abrazo infinito, un abrazo que aún hoy, 15 años después de ese encuentro, ambos recuerdan con exactitud. Luego, el beso. Un beso que se repite, eternamente, cada vez que se encuentran. Un beso que demuestra que es verdad aquello de que el primer amor nunca se olvida y que, talvez, es eterno.