Los sentimientos de tristeza y alegría están presentes a la par. La hinchada de Barcelona, en realidad, es la más sufrida del país. Si las gradas y sillas del estadio Banco Pichincha hablaran, seguro que primero harían llorar de coraje y después de felicidad.

Las manos de Mariela Cruz se unen. En realidad está orando está en el ‘templo’ amarillo, el Monumental. Reza para que esta vez Gabriel Cortez convierta el penal ante el Bolívar por Copa Libertadores, pero lo falla.

¡Nooo! Sin embargo, la imagen triste, minutos después se transforma en alegría cuando Fernando Gaibor pone el 2-1 y todo es felicidad.

FANATICADA BIPOLAR

En el segundo penal, la ‘pelea’ entre Jonathan Bauman y Gabriel Cortez por ver quién dispara genera comentario en las gradas: “Estos ‘manes’ se ‘mueren’ por patear, pero se ve feo que se pongan a pelear. Igual van a fallar”. Y esas palabras resultan proféticas, porque Cortez tampoco la mete. El segundo penal frustrado de la noche para el Ídolo.

Lea también: Alfaro Moreno: “Hoy no tengo una vida normal”

Dos filas más adelante de donde está Mariela, un fanático con un par de tragos encima le grita de todo al entrenador Fabián Bustos, pero luego, cuando el equipo ya va ganando, hace un reflexión: “Y qué culpa tiene Bustos. Era que ganemos 4-1. Bustos no patea penales, perdóname, Fabián... y gracias por ganarle a Liga de Quito”. En realidad el hincha amarillo refleja la bipolaridad que sufre toda la fanaticada torera: a ratos con coraje, a ratos alegre.

Pero lo bueno es que en Barcelona todos ‘arriman el hombro’. Por ejemplo, Janner Corozo salió al cambio, pero quiso hacer de utilero, dando botellas de agua a sus compañeros.

Los canarios ganaron su primer cotejo de local en Copa Libertadores y los $ 300.000 que ahora entrega Conmebol a los clubes por cada triunfo.