Estadio Independiente del Valle, Sangolquí. A los 68´, tras gentileza de Jhegson Méndez, el soberbio derechazo de Felipe Caicedo sacude las redes del local. La ilusión, cercada de dudas, florece. ¿Esta vez, será? A poco del final, el DT Castillo mira el juego, que pierde 2 a 1, casi ausente.

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El gol de Felipao, un hallazgo: el valluno cede un banquete y, el viejo león, lo despacha. Castillo, lejano, es la resignación ante el estado de las cosas: es lo que hay, no da más, qué quieres que haga. “Esto es fútbol”, como él dice, entre el discurso y la coartada.

Un pobre juego de Barcelona SC

Las imágenes pintan la realidad: este año, el Barcelona SC juega poco y nada; pero con eso le fue alcanzando para salir del paso y rezarle al milagrero. Ante IDV -por minutos estuvo en Libertadores- y el torero lidera Liga Pro. Es poquito.

Los errores no perdonan en el fútbol

En cancha se pagan las decisiones de los dirigentes: el equipo somatiza la improvisación e incompetencia de los líderes de cuello blanco. Los jugadores se burocratizan, sienten que no están ante un proyecto. Eso les condiciona y actúan en consecuencia.

En la grada, el hincha y por fuera, los medios, celebran este manejo dirigencial pirotécnico, lamparoso, farandulero. Cuando sienten que, hace rato, el ídolo no honra su condición, lapidan a sus héroes, arrastran al muerto. En la derrota 3 a 2 ante River Plate en Guayaquil, Vallecilla pidiendo cambio: es la foto del que claudica.

Una peli cansona, de final conocido

En el año de su centenario, además de la kermese, la dirigencia pudo presentar un plan, a unos tres añitos, para consolidar la institución y al equipo, en la arena del jucio: cero a la izquierda; la misma cansona película de todos los años.

El desfile de técnicos, la ofensiva publicitaria de refuerzos: unos desconocidos, algún lesionado o en el retiro; para sostener un plantel medianero. Queda el ñeque de Felipao, alguna tapada de Contreras y la calidad de Rivero. ¿Es todo? Sí, es todo.

Barcelona SC se borra a sí mismo. La dirigencia no cacha que los equipos son instituciones populares colectivas: llegan, tienen su cuarto de hora mediático, revientan la casa. Y se van, pateando tachos. ¿Para qué nos queda Barcelona SC?

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