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Diario Extra Ecuador

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¿Se está acabando el índor tradicional de Guayaquil?

Antes se peloteaba en una calle, ahora se juega en canchas sintéticas.

Peloteros guayacos después de un partido de fútbol en el barrio Garay.

Peloteros guayacos después de un partido de fútbol en el barrio Garay.Cortesía

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Armar un arco de piedras, cerrar una calle y pintar sus bordes de blanco era lo que hacía un clásico pelotero guayaco para empezar una tarde futbolera en algunos de los barrios de Guayaquil. “Cerrábamos la intersección entre Asisclo Garay y Sucre con lo que había para que nadie nos interrumpiera. Luego, con dos piedras de cada lado, parábamos los arcos y se pintaba una raya en medio para empezar el partido hasta que el cuerpo aguante”, cuenta Óscar ‘el abuelo’ León.

Ingeniero en sistemas y amante del índor, León recuerda los tiempos en que jugaba un partido en una calle de cemento del barrio Garay.

Aunque en algunas zonas de Guayaquil se sigue jugando a la pelota de manera tradicional, esas costumbres se han ido diluyendo con el tiempo —por cuestiones de población y de tránsito— donde los nuevos futbolistas no experimentan aquella adrenalina de pararse en el asfalto y patear una pelota de tela. Así lo cuenta el exseleccionado Ermen Benitez, quien enseña a jóvenes a dominar el balón en el Parque Samanes. “Antes se jugaba en cemento, incluso en canchas de tierra. Ahora los chicos juegan en terrenos sintéticos y con protecciones”, dice.

El abuelo León cuenta a EXTRA que los peloteos de antaño eran los sábados desde las 16:00 hasta las 20:00, y al finalizar la jornada se instalaban a refrescarse con una ‘heladas’. “El peloteo del sábado era como ir a misa, algo que nunca faltaba en el barrio; golpe de dos de la tarde empezaba la acción y terminábamos contentos con unas cervecitas”, recalca León.

Benítez también menciona que ahora los nuevos futbolistas alquilan una cancha para poder divertirse. “Ellos pagan casi $50 para jugar una hora y además deben llevar dos equipos completos como si fuera un partido de fútbol profesional”, precisa el exfutbolista, quien hace memoria que en sus tiempos se peloteaba con 10 hombres y si faltaba uno no pasaba nada.

‘Fanesca’, ‘sabandija’, ‘el muerto’ o ‘frentón’ son algunos de los sobrenombres que usaban los peloteros veteranos. León, también campeón de fútbol en el Vicente Rocafuerte en la categoría inferior, menciona que los apelativos derivaban de algún defecto, habilidad o apariencia física de sus compañeros y puntualiza que ninguno de ellos se ha sentido menospreciado. “Las chapas eran únicas. Recién ahora a mis 41 años llegué a enterarme de los nombres de algunos panas del barrio. Para salir a jugar solo bastaba un silbido fuerte y el grito de tu alias”.

Ahora los chicos que quieren practicar este deporte lo hacen con las medidas pertinentes. Ellos prefieren usar canilleras, pupos F-50, incluso algunos llevan consigo protectores bucales. A lo que menciona el exjugador de Liga Deportiva Estudiantil (LDE), que antes “nadie usaba protección”.

La indumentaria era solo una pantaloneta, una camiseta de cualquier color y los clásicos venus rotos sin media. “Cuando los venus ya no servían, en el último partido teníamos la tradición de lanzarlos a los cables de luz del barrio”, comenta León con nostalgia.

El partido más importante tenía dos invitadas especiales: la lluvia y la chica más popular del barrio. Así lo recuerda “El abuelo” León. “Cuando llovía era como una final del Mundial. Recuerdo que lo disfrutábamos tanto que nos sacábamos la camiseta. Y cuando la man más guapa se aparecía por la cancha uno se raspaba y quería hacer un gol solo para dedicárselo a ella”, narra.

La diferencia entre el peloteo tradicional con el actual se ve reflejado en las actitudes y las formas de sus deportistas, lo que logra marcar la disparidad que existe dentro y fuera del campo de juego.

“Para un pelotero antiguo no existía el tiempo ni habían obstáculos para sacar a sus inválidos o parar a su equipo y pelotear”, sentencia León.

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