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El PSG de Willian Pacho (d) es uno de los favoritos al título del Mundial de Clubes 2025.AFP

Cómo un permiso escolar cambió la vida de Willian Pacho, figura del PSG

Una firma en la escuela 3 de Julio cambió el destino de Willian Pacho, hoy figura del PSG en el Mundial de Clubes 2025.

En la calurosa Quinindé, cuando Willian Pacho ya mostraba destellos de buen fútbol en los recreos de la Escuela 3 de Julio, una firma cambió para siempre el rumbo de su vida. No fue en una cancha de césped, ni bajo los reflectores de un estadio, sino en un aula, entre pupitres, donde comenzó de verdad el sueño del defensor que hoy viste la camiseta del PSG y que este sábado buscará seguir haciendo historia al disputar este sábado 5 de julio los cuartos de final del Mundial de Clubes 2025.

En esa época, Pacho no era todavía “el defensa ecuatoriano más prometedor”, sino un niño zurdo, fuerte, ágil, con el objetivo fijo en el balón. “Siempre fue respetuoso, obediente y muy amable. No se metía en problemas”, recuerda Tony Ramírez, su maestro de Educación Física, quien sería clave en el momento más decisivo de la infancia del tricolor.

La historia ocurrió cuando Willian tenía 13 años y se conoció que Independiente del Valle iba a realizar pruebas en Puerto Quito e iban a estar varios cazatalentos. Era una oportunidad única y la hermana de Pacho, decidida a que el joven tuviera un destino distinto, se acercó a la escuela donde estudiaba y pidió hablar con el rector académico, que en ese entonces era el profesor Tony.

Tony Ramírez, quien fue maestro de Educación Física y rector académico de Pacho, en Quinindé.Cortesía

“Me explicaron que necesitaban que Willian se ausente uno o dos días para ir a probarse. Sabíamos que no era un alumno aplicado, no por flojo, sino porque vivía soñando con el fútbol”, cuenta el docente. “Pero también sabíamos que era un chico noble, trabajador, que merecía esa oportunidad”.

Pero no todo fue fácil. Algunos maestros se resistían, confiesa. “Decían: ¿Y si se va y no pasa nada? ¿Y si pierde clases y no se recupera?”. Sin embargo Tony intercedió. Convocó a los tutores, habló con ellos uno a uno y les pidió sensibilidad. “Les comenté que si no lo ayudábamos, capaz estábamos matando un sueño. Y todos, al final, entendieron”.

Pacho viajó. Se probó. Deslumbró. Su altura, fuerza y velocidad llamaron la atención. Zurdo natural, con temple y visión. Lo invitaron a quedarse. El esfuerzo había valido la pena.

Un logro de todos

Alumnos de la Escuela 3 de Julio, en uno de los patios donde aún se dan clases.Cortesía

Ramírez cuenta que cuando la noticia llegó a la escuela, hubo alegría. Se abrieron los archivos, se imprimieron calificaciones y se consolidaron expedientes. “Nos encargamos de que pudiera llevar sus notas. Tenía que seguir estudiando, aunque fuera lejos”, dice hoy el profesor con una sonrisa de orgullo.

Con el pasar del tiempo, aunque Willian ya no volvió a la escuela 3 de Julio, nunca cortó el lazo. Años después, cuando ya era parte de las divisiones juveniles de Independiente del Valle, regresó. Fue el invitado especial para inaugurar los Juegos Internos. En ese entonces vestía el uniforme de entrenamiento del equipo del Valle y el aura de alguien que ya comenzaba a destacar. Hizo el juramento deportivo y todos los niños se agolparon para tomarse fotos con él. “Fue una locura. Los chicos gritaban su nombre. Él estaba feliz. Siempre fue humilde”.

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Orgullo de Quinindé

El nerviosismo se apodera de los quinindeños cuando Pacho compite.Luis Cheme

Tony recuerda otro encuentro, más casual. Fue hace un par de años, en una barbería. Pacho lo saludó con cariño. “Nunca se olvidó de nosotros. Me dijo que le debía mucho a la escuela y que algún día iba a enviar una camiseta firmada... La sigo esperando”, añade entre risas.

Más allá del PSG, de la Ligue 1, de la Champions o del mismo Mundial de Clubes, para el profesor Ramírez lo más importante actualmente es lo que Pacho representa: “Muchos chicos tienen talento, incluso más que él. Pero no tienen disciplina. Él tuvo carácter, perseverancia, respeto por sus mayores. Por eso está donde está. Y por eso creo que todavía no ha tocado techo”, recalca.

En una Quinindé que muchas veces no ofrece más futuro que la incertidumbre, el Tricolor se ha vuelto un símbolo de esperanza. Un testimonio vivo de que un niño puede soñar en una cancha de tierra y terminar jugando en los mejores estadios de Europa.

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