El show que nos dio Brasil en el Atahualpa este 1 de septiembre fue para reflexionar sobre la insistencia del técnico Gustavo Quinteros en mantener en la selección a jugadores que definitivamente no funcionan. No se puede hacer experimentos con el pentacampeón del mundo, que llega envalentonado por el oro en los juegos olímpicos, después de un fracaso contundente en la Copa América Centenario.

Con Gruezo, perdido en el mediocampo; y Montero, sin capacidad de definición, ni de asistencia en el ataque, la ‘Tri’ no tuvo la consistencia necesaria para alimentar a ‘Felipao’, que tampoco estuvo apto para jugar, tras el cuadro gripal que le causó tres días de para y tuvo que salir en el segundo tiempo. Miler Bolaños y Énner Valencia no tienen quien los alimente, por lo que se ven forzados a ensayar tiros de media distancia que generalmente terminan en las gradas del estadio.

La presencia de Ayoví se sintió solo con el autogol, que lo celebró Gabriel Jesús a todo pulmón. Achilier es la misma historia: impreciso, nervioso, pero siempre fijo en la lista de Quinteros.

La expulsión de Paredes, que no pudo contener a ninguno de los rivales, solo confirmó la pálida actuación de una selección, que ha involucionado desde que comenzó la clasificatoria. Es poco lo que se puede decir de Domínguez, salvo su precipitada salida a un balón que derribó a Jesús y provocó el penal. Noboa demostró lo que sabe: entrega, fuerza y técnica, hasta que tuvo oxígeno y Neymar se lo llevó de samba. Ecuador se ‘ahogó’ en sus errores y eso cuesta caro.

En el segundo año de eliminatorias, no hemos ganado ni un solo partido, perdiendo ya ocho puntos valiosos. Brasil ganó bien y Neymar se reivindicó, comandando con calidad a su equipo. La afición nacional se merece un diez, por el total apoyo a su combinado, que se evidenció llenando el Atahualpa en cada actuación. El martes, 6 de septiembre de 2016, será otra prueba contra Perú en Lima, en la que veremos cuánto nos ardió la ‘batucada’ brasileña.